Pokémon: Advance Tournament

Para todos aquellos escritores que quieren compartir sus obras con el mundo, ya tienen el rincón para hacerlo. =)
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Danot Okino
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Pokémon: Advance Tournament

Mensaje por Danot Okino »

bueno, fic nuevo, léanlo si quieren, pero no prometo mucho x)
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Round 1 — Inicio — Un muchacho común

Pueblo Mahogany, 15 de Octubre, 2:37 PM

Es una tranquila tarde de otoño en pueblo Mahogany, una de los centros poblados más septentrionales de los ubicados en la región Johto; aquí comienza nuestra historia, mientras un joven de tez clara, cabello castaño, ojos café, ataviado con pantalones beige, camiseta negra, chaleco rojo, muñequeras negras y lentes celestes que cubrían la parte superior de su rostro, aunque no por ello impidieran distinguir sus facciones, contemplaba la entrada al pueblo, la que lucía los adornos típicos que indicaban el inminente inicio de alguna festividad.

—Ya es casi un año desde la primera vez que estuve aquí... y veo que llegué a tiempo para el festival de otoño, aunque dudo que aquí encuentre lo que tanto busco... al menos mañana podré ir por esa medalla...

Ya con la decisión de retar al Gimnasio local el día siguiente, el joven se adentra por las calles que llevan a la Plaza Central de Mahogany; en su recorrido, notó que conforme se iba adentrando en el pueblo, las decoraciones alusivas al festival se hacían más numerosas y complejas, y muchos los carteles que anunciaban la realización de la actividad principal al día siguiente se multiplicaban como la peste.

—Esto es interesante, pero lo que busco es una batalla —pensó el joven, mientras observaba a una pareja de Entrenadores, muy ocupados en otro tipo de asuntos (de naturaleza romántica)—; muchos entrenadores deben estar pensando más en el festival que en pelear —dedujo con resignación.

Después de lo qué pensó sería una ardua búsqueda —que apenas duró quince minutos—, el joven de cabello castaño y ojos café por fin encontró a un Entrenador que estaba dispuesto a luchar; la gente, curiosa, comenzó a aglomerarse alrededor de los dos oponentes, ya que, para la gente del pueblo, era poco común ver Entrenadores combatir en la víspera de alguna festividad.

—No sé qué pretendes al retarme, forastero; debes saber que soy el gran Mack, el entrenador más fuerte de por aquí...
—¿Ah sí? —respondió apenas su oponente.
—Sí... y por cierto, no te has presentado... —reclamó Mack, con un evidente tono de inquina.
—Soy Danot Bisel, de ciudad Cherrygrove; pero dejemos la charla y comencemos... ¡Ve Starmie!— exclamó el joven, liberando rápidamente a su Pokémon.

De la Pokébola lanzada por Danot se materializó una extraña criatura de cuerpo morado y altura bastante mayor a un metro —el cual recordaba, vagamente, a dos estrellas, una superpuesta sobre la otra—, en cuyo centro se ubicaba una especie de brillante gema roja, llamada núcleo, rodeada por un borde protector casi dorado, con puntas que sobresalían hacia ocho direcciones equidistantes.

—¡Presumido!... ¡Vamos! ¡Azumarill!
—¡Azu!

Frente al Starmie de Danot fue liberado un Pokémon regordete de piel celeste y manchas blancas, de patas y brazos cortos, a diferencia de sus largas orejas y cola —delgada, negra y zigzagueante, cuya punta era una esfera del mismo color de su piel—; además, sus vivarachos ojos negros eran muy pequeños comparados con su cuerpo.

Así, los dos Pokémon liberados por los contrincantes se situaron frente a frente sobre la acera para comenzar la batalla; parecía curioso qué el Pokémon de Mack tuviera una inusual expresión de agresividad —al menos para su especie—, pero eso no parecía preocupar a su oponente.

—¡Azumarill! ¡Elimínalo con tu ataque Doble-Filo! —fue la primera orden de Mack.
—¡Azu! —asintió el Pokémon acuaconejo, al tiempo que comenzaba a correr en curso de colisión hacia Starmie.
—¡Starmie! ¡Poder Cósmico! —ordenó Danot, ante la inminente arremetida del Pokémon de largas orejas.

Para desesperación de Mack, antes de que Azumarill pudiera impactar a Starmie, éste realizó su movimiento defensivo, incrementando su resistencia tanto a ataques físicos como ataques especiales, con la consecuencia obvia de que el Pokémon misterioso soportara por mucho el ataque de Doble-Filo.

—¡Acabemos con esto! ¡Rayo! —exclamó Danot.
—¡Mii! —asintió el Pokémon.
—¡¿Qué?! —se hacía evidente que Mack no esperaba tal ataque.

Con el fin de realizar el ataque ordenado, Starmie dio un gran salto, dejando muy impresionados a los observadores; ya en el aire, comenzó a girar las dos estrellas de 5 puntas que conforman su cuerpo, generando una poderosa descarga eléctrica que noqueó al instante a Azumarill, quien padecía aún los efectos de su ataque Doble—Filo.

—¡Starmie! ¡Regresa! —ordenó Danot, cuando su Pokémon hubo aterrizado después de atacar—. Buena batalla Mack —el joven felicitó a su oponente, para después retirarse entre la multitud.
—¿Pero quién es este forastero? —se preguntaba Mack, mientras regresaba a Azumarill a su receptáculo.

Centro Pokémon de pueblo Mahogany, 5:14 PM

Después de su victoria en la plaza, Danot no tardó mucho en llegar al Centro Pokémon local, ubicado a dos ó tres calles del lugar; el joven ingresó al lugar, dirigiéndose directamente a la recepción, para que la enfermera a cargo —llamada Joy, una joven de poco más de 20 años, cabello rojo claro, vestida con un largo vestido rosa, mandil y gorro blancos— pudiera atender a sus Pokémon.

—Entonces, te encargo mucho mis Pokémon; mañana tengo una batalla importante...
—Déjalo en mis manos; estarán listos mañana por la mañana —respondió Joy, con una amplia sonrisa.

Ya con sus Pokémon en manos de Joy, Danot decidió ir a la zona donde se encontraban los videoteléfonos; pensaba llamar a casa, pues la última vez que lo hizo fue en ciudad Ecruteak, hacía ya poco menos de una semana; con ese objetivo, el joven se sentó frente a uno de dichos artefactos, y comenzó a presionar las teclas al lado de la pantalla, para luego esperar a que le contestaran; el sonido de un auricular levantándose le indicó a Danot que alguien había contestado, aunque en la pantalla aparecía un mensaje que indicaba el modo de comunicación de “Sólo voz”.

—¿Aló? ¿Buenas tardes? —contestó una voz femenina, muy fina, probablemente de una adolescente.
—¿Aló? ¿Mina? Te habla Danot.
—¿Hermano? —preguntó la niña, emocionada.

Sabiendo que quién le hablaba era su hermano, la niña presionó un botón en el teléfono que estaba usando, habilitando la función de videoconferencia; se trataba de una niña delgada, de grandes ojos y cabello castaño, quien llevaba un colorido vestido celeste.

—¡Hermanito! ¡Hola! —le saludó Mina, muy contenta por ver el rostro de su hermano mayor en la pantalla de su teléfono.
—¿Cómo estás? —preguntó Danot.
—Pues bien, supongo; siguiendo con la rutina... la casa, la cocina y lo demás —respondió la joven, casi despreocupada, como si ello fuera lo usual en su vida.
—En todo caso Yamen ya debería aprender a cocinar para sí mismo... —se quejó el joven.
—Yo podría decir lo mismo de ti, hermanito —le replicó a la distancia una voz masculina, algo grave, y cuyo tono no parecía muy contento del comentario hecho por Danot.

Por la puerta de la sala de estar ingresó un hombre adulto, de quizá 30 años, cabello oscuro y lentes cuadrados; la bata de laboratorio que llevaba, algo sucia, delataba que se dedicaba a la investigación, probablemente de Pokémon.

—Yamen, veo que sigues dependiendo de Mina para que se encargue de las cosas que no quieres hacer —comentó Danot, a modo de reclamo.
—Ni siquiera me saludas y ya estás reprochándome las cosas... al menos deberías ser un poco más agradecido —soltó Yamen, con un tono de insatisfacción.
—¿De qué hablas? —preguntó Danot, extrañado.
—¿No lo recuerdas? Eso me parece raro en ti...
—No me digas que...
—Así es, al fin terminé el prototipo —Yamen salió rápidamente por donde entró, regresando unos segundos después, con unos lentes deportivos celestes, idénticos a los que llevaba su hermano, en tanto Mina le cedía su lugar y se dirigía a continuar con lo que estaba haciendo antes de recibir la llamada.
—¿Son esos? —preguntó Danot, incrédulo.
—Sí —Yamen no parecía muy halagado de la mirada de escepticismo de su hermano—; te los mandaré ahora, a ver si te convences... aunque podrías considerarlos un regalo atrasado de cumpleaños...
—Está bien —respondió el joven, ocultando en realidad la emoción que sentía por probar dicho artilugio.

Con sumo cuidado, el hermano mayor del clan Bisel colocó los lentes en una máquina transportadora, generalmente usada para las Pokébolas, y, a la velocidad de la luz, éstos se materializaron en el transportador al lado del teléfono; Danot los tomó con prisa y, después de sacarse los que llevaba puestos, se colocó los lentes que acababan de llegar.

—Supongo qué sabes como funcionan.
—Si mal no recuerdo, la función de verificación Pokémon se activaba automáticamente al detectar uno; y las otras funciones se activaban con esto —Danot presionó un poco el soporte derecho de los lentes— sí, este es.
—Y en caso necesiten algún ajuste, no dudes en hacerlo —finalizó Yamen.
—Entiendo; en todo caso, mañana será una excelente ocasión para probarlos.
—¿Mañana? ¿Qué harás? ¿Retar al Líder de Gimnasio local?
—Pues qué más, si ya llevo seis medallas —replicó el joven, mientras mostraba, orgulloso, las seis medallas que estaban prendidas a la parte interior de su chaleco.
—Pero... ¿el nuevo sistema de los gimnasios de Johto no te ha dado problemas?
—Al principio fue un poco fastidioso, porque los Líderes podían darse una idea de mis estrategias al verme pelear con sus aprendices... pero esa experiencia me ha ayudado a ser más fuerte que antes —respondió el joven, con una expresión de satisfacción.
—¿Y qué hiciste con respecto a que te observaran los Líderes?
—Pues despistarles con el uso de otros Pokémon, nada más.
— Bueno, quizá esta vez sea diferente...
—¿Tú lo crees? —la duda pareció invadir a Danot ante esa afirmación de Yamen.
—Sí, porque te enfrentarás a... Pryce, el “Mago del Hielo”.
—Acabas de inventar ese apodo, ¿verdad? —le reclamó Danot, con algo de vergüenza (obviamente ajena), por la invención tan poco original de su hermano.
—Pues no voy a negarlo —respondió apenado el mayor de los Bisel.
—En todo caso, les llamaré mañana en la tarde.
—Bien; suerte en tu batalla, Danot.
—Gracias.
—¡Adiós hermanito! —se escuchó a lo lejos.
—¡Adiós Mina! —se despidió Danot, mientras cortaba la comunicación.

Ya más tranquilo por haber conversado con su familia, Danot se levantó lentamente de su asiento, para dirigirse directamente hacia su habitación, porque como ya se lo había comentado la enfermera Joy, sus Pokémon estarían listos aún para el día siguiente; además, el joven quería revisar los datos que había recabado sobre el Gimnasio local.

—Bien, aquí estamos —dijo el joven frente a la puerta de su habitación, tras lo cual giró la perilla y empujó la puerta.

La habitación a la que acababa de ingresar era la usual en todos los Centros Pokémon: un par de camas a cada lado de la habitación, una mesa cerca de la ventana, con una silla que hacía juego con esta última; quizá la única diferencia con respecto a otros centros era el radiador a la izquierda de la mesa, y un juego de gruesas frazadas a la derecha, pues la temperatura nocturna en Mahogany llegaba a cercana a cero.

—Primero lo primero...

El joven de cabello castaño se sentó sobre una de las camas y dejó caer su mochila sobre ella, para luego abrirla y sacar una laptop de color acero, la cual, después de levantarse, colocó sobre la mesa y conectó a la corriente eléctrica a través de un tomacorriente cercano.

—Veamos que tenemos —el joven desplegó la laptop y comenzó a buscar los datos de los que precisaba.

Ya había pasado más de una hora desde que Danot había comenzado a revisar sus datos, aunque estaba tan absorto en aquella actividad, que fue el sonido de sus entrañas reclamándole por alimento lo que lo sacó de ese trance.

—Qué rápido pasa el tiempo cuando trabajas —soltó apenado el joven.

Danot plegó su computadora portátil; al parecer, ya había decidido los Pokémon y la estrategia a usar el día siguiente, por lo que se dirigió tranquilamente a la cafetería del centro, para poder cenar, y luego descansar, para la batalla que tendría al día siguiente.

Gimnasio de pueblo Mahogany, 16 de Octubre, 10:15 AM

Después de tomar un desayuno ligero —un par de tostadas acompañadas de una taza de jugo de naranja— y recoger a sus Pokémon, Danot se había dirigido a toda prisa al Gimnasio local, por lo que cuando llegó al lugar, terminó jadeando por el esfuerzo hecho; mientras recuperaba el aliento, el joven contemplaba el escenario para su siguiente batalla, o al menos su exterior: paredes de color crema que rodeaban toda el área, y una puerta principal (o mejor dicho, un portón metálico enrejado) de color negro metálico; ahí, se encontraba un muchacho que vestía pantalones rojos holgados, una polera blanca y un gorro de esquiador —que definitivamente desentonaba con el resto de su atuendo, a pesar de que la temperatura ambiental parecía llegar a cero—; aún algo sorprendido por la indumentaria del portero del Gimnasio, se acercó al susodicho, aunque no estaba muy seguro de ello.

—¿Se le ofrece algo? —preguntó el portero, al ver que Danot se acercaba hacia él.
—Buenos días... vengo a retar al Líder de Gimnasio.
—Rayos, yo quería tomarme el día libre... —musitó el portero.
—¿Disculpa? —preguntó extrañado el joven de Cherrygrove.
—No es nada; pasa por favor —dijo amablemente el portero, mientras abría el portón metálico para que el retador pasara.

Con algo de desgano, el portero guió a Danot al interior del complejo, por un camino de cemento, con un frondoso jardín al lado derecho y una gran piscina a la izquierda; lo que más llamó la atención del joven de Cherrygrove fue el hecho de que la piscina estaba cubierta casi en su totalidad por gruesas capas de hielo, donde varios Seel, Dewgong, Shelder y Lapras reposaban tranquilamente, muy a gusto en ese ambiente.

—Bien, aquí pelearemos —exclamó el portero, al detenerse de improviso.
—¿Aquí? —obviamente Danot había sido tomado por sorpresa.

Con las palabras del portero, el posible campo de batalla se reducía al camino y quizá la piscina del Gimnasio, aunque molestar a los Pokémon que descansaban ahí no era buena idea, así que sería sólo el camino.

—Antes de comenzar con esto, debes presentarte —ordenó el portero.
—Soy Danot Bisel, de ciudad Cherrygrove.
—Y yo soy Alvin Mayers, el mejor aprendiz de Pryce, así que no esperes una batalla fácil.
—Eso dices tú... —le desafió Danot.
—Ya veremos qué tan rudo eres... ¡ve Venusaur! —ordenó Alvin.

De esa manera, el joven aprendiz de Pryce liberó a un masivo Pokémon planta, de piel verdosa llena de verrugas en algunas zonas de su cuerpo; éste poseía patas cortas y gruesas, cabeza ancha y enorme boca, en cuya espalda se alzaba un gran tronco con cuatro anchas hojas en su base y una flor de anchos pétalos en la parte superior; era bovio que Alvin tenía toda la intención de acabar rápidamente la batalla, con una victoria para sí, claro está.

—¡Soor! —gruñó el Pokémon, cuya cara no era precisamente de tener muchos amigos.
—¡Yo elijo a Charmeleon!

Con presteza, Danot lanzó el receptáculo de su Pokémon, liberando a un lagarto bípedo, de afiladas garras, una musculosa cola —en cuya punta ardía incesantemente una flama de tamaño mediano— y un cuerno sobre su cabeza, algo inclinado hacia atrás; su piel poseía una tonalidad áurea clara, y a pesar de superar apenas el metro de alto, se podía ver qué era un Pokémon muy feroz, quien, con un salto, se acercó más al lugar donde iba a combatir.

—¡Char! —gruñó el Pokémon de fuego, quien parecía, en cierta forma, emocionado por luchar contra el Pokémon que tenía enfrente.

Así, con ambos Pokémon liberados en el improvisado campo de batalla, Alvin y Danot se tomaron un tiempo antes de comenzar la batalla, como si se estuvieran estudiando; el Venusaur de Alvin no parecía muy intimidado a pesar de encontrarse tan cerca de un Pokémon de fuego —qué, entre los Entrenadores, era conocido por su ferocidad y gran tenacidad en batalla—, y el Charmeleon parecía algo impaciente, pero por respeto a su Entrenador, esperaba la orden que éste le diera.

—Ja, aunque ese sea un Pokémon shiny, no me impresiona; y si es lo mejor que tienes, pues no podrás ni rasguñar a los Pokémon de mi maestro.
—¡Basta de charla! ¡Charmeleon! ¡Ataque Lanzallamas!
—¡Char! —asintió el Pokémon flama, mientras abría sus fauces para disparar su ataque de fuego.
—¡Predecible! ¡Venusaur, defiéndete con Pantalla de Luz!
—¡Sor!

Con gran velocidad, el Charmeleon shiny de Danot se situó a un lado de su oponente y le disparó a quemarropa su ataque de fuego; sin embargo, Venusaur, quien mostraba gran resistencia, logró colocar el muro de luz alrededor de él, antes de recibir todo el impacto del Lanzallamas, cortando de tajo, al menos por un tiempo, todo daño que pudieran infringirle futuros ataques especiales.

—¡Demonios! —exclamó Bisel, insatisfecho por no haber podido anticipar ese movimiento.
—Bien Venusaur... ¡sobre él! —ordenó Alvin, mientras señalaba al lagarto de fuego.
—¡Ahora! ¡Danza Dragón! —ordenó Danot de improviso.
—¿Qué?

Ahora era Alvin quien había quedado sorprendido, ya que, cuando Venusaur se lanzó a aplastar a Charmeleon con todo el peso que podía ejercer, éste se vio envuelto en un aura azul (señal clara de la utilización de la técnica Danza Dragón), y esquivó fácilmente la arremetida del Pokémon semilla con una elegante acrobacia, además de haber incrementado su fuerza física y velocidad de manera simultánea.

—¡Vamos Venusaur! ¡No me decepciones!

Quizá motivado por las palabras de Alvin, Venusaur por fin logró, de manera extraña, abalanzarse sobre Charmeleon, pero cuando estaba a punto de aplicarle toda su fuerza, el lagarto de fuego se escabulló a gran velocidad, al tiempo que daba un gran salto gracias a su incremento de velocidad.

—¡Ahora! ¡Acábalo con tu Cuchillada! —ordenó Danot.
—¡Char! —asintió el Pokémon.
—¡No dejes que lo haga! ¡Látigo Cepa! —apenas pudo ordenar Alvin en su desesperación.

Con las órdenes dadas, Venusaur, aún tendido en el frío suelo, levantó la mirada para apuntar sus cepas... gran error, ya que, al saltar, Charmeleon había procurado hacerlo en alineación con la dirección del Sol, cegando a Venusaur el tiempo necesario para que el lagarto lo alcanzara con un devastador golpe de sus afiladas garras, noqueándolo casi en el acto.

—Venusaur, regresa... ¡mi segundo Pokémon será Kadabra!

Con confianza aún después de la derrota de su Venusaur, Alvin lanzó el receptáculo de Pokémon —una criatura bípeda de delgado cuerpo y una exorbitante cabeza, en la cual destacaban sus dos grandes orejas, bigotes bastante alargados y una estrella roja de cinco picos en su frente, que además, llevaba una cuchara en su mano derecha—, el cual se tomó rápidamente su pose de batalla, evidenciando que estaba listo para sobrellevar lo que fuera a suceder.

—¡Kadabra!
—Me alegra que estés motivado, Kadabra; dale un buen escarmiento con tu Rayo Psíquico a ese Charmeleon —ordenó Alvin, señalando nuevamente a Charmeleon.
—¡Kadabra! —afirmó el Pokémon, mientras movía su sobredimensionada cabeza.
—¡Charmeleon! ¡Repite tu Cuchillada sobre Kadabra!

Tal como lo hizo anteriormente, el Pokémon flama dio otro gran salto, impactando violentamente a Kadabra y lastimando sobremanera toda su zona pectoral —en la que quedaron marcas de las garras del lagarto—; para su sorpresa, el Pokémon psíquico no resintió tanto el daño, y usando su cuchara, lanzó un rayo multicolor que, teniendo a su blanco a tan corta distancia, le mandó a volar, con tan mala suerte para su Entrenador, que el lugar de aterrizaje fue la piscina donde aún reposaban algunos Pokémon.

—¡Regresa Charmeleon! —se apresuró Danot, antes de que su Pokémon, aún en el hielo, cayera al agua helada.
—Veo que alguien aquí no soporta el agua fría —soltó Alvin, en tono burlón.
—¡Ya verás! —le desafió Danot, tomando otra Pokébola de su cinturón y lanzándola al suelo.

Así, fue liberada una Pokémon que disponía también de afiladas garras —aunque algo más pequeña su compañero de equipo Charmeleon—, algunas plumas ambarinas sobre su cabeza y su cuerpo, de color fucsia; la expresión en sus pequeños ojos hacía ver que no era una Pokémon muy sociable; se trataba de una Sneasel shiny, la cual, por alguna razón, pareció sorprender mucho a Alvin.

—¡Confío en ti, Sneasel!
—¡Sni!
—No puede ser... ese Pokémon...
—¿Qué pasa con mi Pokémon? —preguntó Danot, sin poder evitar poner una expresión de burla.
—¡Esa Pokémon es la que hace un año nos causó muchos problemas! —por fin soltó Alvin, no muy contento de ver a la Sneasel de Danot.
—¡Así es! ¡Y yo soy el Entrenador que la capturó! —replicó Danot, con mucha seguridad.
—Pues ya será tiempo de ver que tanto puedes manejarla... ¡Kadabra! ¡Puño Fuego!
—¡Esquívalo con Ataque Rápido!

Siguiendo las indicaciones de Alvin, Kadabra generó una llama que rodeó su puño izquierdo e instantáneamente se transportó psíquicamente hacia la posición de Sneasel, quién, previendo el ataque, lo esquivó a gran velocidad, colocándose detrás de Kadabra, una ubicación muy ventajosa para ella.

—¡Bola Sombra! —ordenó Danot.
—¡Defiéndete con tu Reflejo!

Pero antes de que Kadabra pudiera voltear y usar su técnica defensiva, Sneasel lo golpeó a corta distancia con su bola fantasmal —generada a gran velocidad entre sus dos afilados pares de garras—, noqueando al instante al Pokémon psíquico.

—¡Sí! ¡Bien hecho Sneasel! —le felicitó Danot.
—¡Sni! —la Pokémon estaba satisfecha por la victoria lograda.

Un derrotado y resignado Alvin regresa a Kadabra a su Pokébola, mientras Danot aún felicitaba a Sneasel por el triunfo que acababa de lograr.

—Bien Danot, has logrado vencerme; ahora, es mi obligación conducirte ante mi maestro, aunque requiero que esperes unos minutos.
—Claro.

Así, mientras Alvin entraba en lo que parecía ser el campo de batalla principal del Gimnasio, Danot aprovechó para liberar a Charmeleon, para poder curarlo un poco con Súper Poción, al igual que a Sneasel.

—Buen trabajo chicos... ahora deben descansar, y dejar que los demás nos encarguemos, ¿sí?
—¡Char!
—¡Snii!

Habían pasado ya cinco minutos desde que Alvin entrara al edificio que Danot tenía enfrente; algo impaciente, el joven regresó sus Pokémon a sus receptáculos y se acercó a la puerta, de la cual salió Alvin.

—¡Perdón por la espera! ¡Ya puedes pasar! —le dijo Alvin, al tiempo que habría la puerta para que el Retador pudiera entrar al campo de batalla principal.
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Amorino
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Re: Pokémon: Advance Tournament

Mensaje por Amorino »

Esta Cute. ^-^
Me gusto, tiene algo de detallitos, pero en general esta muy bien, como todo loler que soy
Siguele
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Daisuke
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Re: Pokémon: Advance Tournament

Mensaje por Daisuke »

Está excelentemente redactado, felicidades. Además es interesante que el relato comience cuando el entrenador ya ha avanzado y se encuentra a la mitad de su historia, porque así su pasado es desconocido y aún tiene futuro por mostrar. Quedó interesante, quiero leer el capítulo 2 ^^
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The noble assassin, Sesshômaru
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Ivanobich
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Re: Pokémon: Advance Tournament

Mensaje por Ivanobich »

Concuerdo en que es interesante eso de empezar una historia en un punto intermedio del viaje, sin embargo difiero en lo de la redaccion, las batallas no son narradas con suficiente detalle, eso ahce que la historia se un tanto simple, igual los contextos carecen de descripciones.

Espero que la historia mejore

saludos.
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Danot Okino
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Re: Pokémon: Advance Tournament

Mensaje por Danot Okino »

bueno, gracias por lo comentarios... vamos a ver si mejoro lo de los "detallitos" y demás ^^U

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Round 2 — Punto de congelamiento

Gimnasio de pueblo Mahogany, 16 de Octubre, 12:02 PM

Después de haber derrotado a Alvin, el mejor aprendiz del Líder de Gimnasio de pueblo Mahogany, Danot ganó el derecho de enfrentarse a éste en una batalla oficial por la medalla Glacier; con este fin, Alvin conduce a Danot por un pasillo hacia el interior de la arena de combate; por cada metro que avanzaban, la temperatura parecía disminuir más y más, aunque a Danot no parecía molestarle mucho tal cosa.

—Bien Danot, hemos llegado —dijo Alvin, cuando por fin salieron del pasillo.

Lo que pudo ver Danot después de las palabras de Alvin fue un cuarto cerrado, seguramente de más de doscientos metros cuadrados de área, aunque en el centro del lugar había un campo de batalla con medidas reglamentarias, de tierra sólida, con algunos peñascos cercanos a la posición de cada Entrenador; para sorpresa del joven, el Líder de Gimnasio, un hombre ya mayor, vestido con un short y una camisa ligera, y la Réferi, una mujer robusta, de espeso cabello rojizo y un atípico uniforme rosa pálido y negro, ya se encontraban en sus respectivas posiciones, y al parecer ya tenían un tiempo esperando ahí.

—¿Cómo alguien puede estar tan cómodo con esa ropa y este frío? —pensaba Danot, algo aterrado al ver que el anciano ni se inmutaba con el gélido ambiente, a diferencia de Danot, quien si bien no le molestaba mucho éste, de todas maneras tiritaba un poco.
—¿Tengo algo en la cara? —preguntó el Líder, al notar la expresión del joven.
—No señor, no es nada —apenas dijo Danot.
—En fin... Alvin me dijo que saber luchar —comentó el anciano.
—¿Eso dijo? —pensó Danot, recordando la actitud que había tenido Alvin en batalla—. Bueno, no sé si sea cierto —le dijo Danot, algo apenado, llevándose la mano derecha a la nuca.
—Ya tendré oportunidad de comprobarlo yo mismo... ¡Alvin! ¡Descubre la piscina! —ordenó el anciano.
—¿Piscina? —al parecer, Danot no esperaba aquello.
—¡Sí señor!

A toda prisa, Alvin se dirigió a la entrada del campo y presionó un pequeño interruptor que se encontraba ahí; acto seguido, en medio del sólido campo de batalla, se descubrió una pileta circular, de quizá cuatro metros de diámetro; pero, antes que comenzara la batalla, la Réferi le pidió a Danot su Tarjeta de Entrenador, para comprobar si realmente se trataba de un Entrenador registrado en la base de datos de la Liga Pokémon; después de revisarla detenidamente y devolvérsela, la mujer dio el visto bueno para el inicio de la batalla, dirigiéndose a su lugar, al igual que Danot.

—La batalla de Gimnasio oficial por la medalla Glacier, entre el Líder de Gimnasio Pryce Choju y el Retador Danot Bisel de ciudad Cherrygrove está a punto de iniciar —exclamó la Réferi—; ambos, elijan tres Pokémon de su equipo para la batalla y dejen aparte las Pokébolas de los demás; en batalla, tanto el Retador como el Líder podrán cambiar de Pokémon libremente; ¿entendido?
—¡Sí! —afirmaron ambos, el Retador y el Líder de Gimnasio.
—¡Bien! ¡Comiencen!
—¡Ve Tentacruel! —ordenó el anciano, liberando a su Pokémon en la pileta central.
—¡Tentacruul!

Sobre la piscina del área de batalla fue liberado un Pokémon similar a una medusa, que parecía tener un gran sombrero azul con esferas rojas sobre su cuerpo negro, de cuya zona inferior se desprendían una infinidad de tentáculos de quizá un metro de largo los más cortos y, metro y medio los más largos.

—¡Vamos Jolteon! —exclamó Danot, liberando a su propio Pokémon.
—¡Yolt!

En el lado del campo que le correspondía a Danot fue liberada una criatura cuadrúpeda de orejas largas, no muy alta ni musculosa —aunque sí parecía ser bastante veloz, dada la delgada configuración de sus extremidades y los músculos de las posteriores—, de pelaje amarillo y un collarín blanco en su cuello, aunque dicho pelaje parecía conformado por clavos y no por pelos, al menos a la distancia.

Por fin había dado inicio la batalla por la medalla Glacier, con los Pokémon del Líder y el Retador en el campo; después de unos segundos para pensar en posible estrategias, ambos dieron inicio a sus planes de batalla.

—No podemos arriesgarnos... ¡Jolteon! ¡Deseo!
—Ja... ¡Usa tu Barrera! —ordenó el anciano.

Debido al hecho de que ninguno de los Pokémon se había enfocado en atacar al otro, ambos ejecutaron exitosamente sus técnicas de refuerzo, las que ambos Entrenadores pensaban les ayudarían después; sin embargo, era obvio que esa no podía ser la tónica de la batalla, al menos no por parte de Danot, quien pensaba obtener la medalla como fuera.

—Según indica esto, la Barrera duplicó su defensa —pensaba Danot al ver los datos que le brindaban sus lentes— así que... ¡Jolteon! ¡Fulmina a esa Tentacruel con tu ataque Rayo!
—¡Yolt! —afirmó el Pokémon relámpago, mientras comenzaba a generar electricidad para lanzar su descarga eléctrica.
—¡Perfecto! Tentacruel ya sabe que hacer —pensó Pryce, quien no dijo palabra alguna, ya que su Pokémon entendía lo que ese silencio significaba.

El repentino mutis de Pryce resultaba sospechoso, pero Danot le restó importancia y le ordenó a su Pokémon atacar; a gran velocidad, Jolteon comenzó a correr alrededor de la piscina, para detenerse súbitamente y lanzar su ataque Rayo contra Tentacruel; sin embargo, para desconcierto del joven Bisel, la Pokémon medusa comenzó a emitir un brillo de color casi metálico, una señal clara del uso del ataque Escudo Espejo, el cual devolvió una gran cantidad de energía hacia Jolteon, lanzándolo contra uno de los peñascos, dejándolo algo aturdido; pero, Tentacruel también había recibido bastante daño por una descarga tan cercana como esa, equilibrando un poco las cosas.

—Estoy seguro que no esperabas eso —comentó de pronto Pryce, al parecer con la intención de desconcentrar a su oponente.
—Pues la verdad, no... pero no por ello nos vamos a rendir... ¡Jolteon! ¡Levántate!
—No dejaremos que ataque de nuevo; Tentacruel, usa tu Hidrobomba hasta que acabes con él.
—¡Tenta!
—¡Esquívalas con tu Ataque Rápido!

Con algo de suerte, Jolteon logró levantarse y correr antes de que la primera Hidrobomba le alcanzara; luego, por indicación de Danot, el Pokémon eléctrico usó los peñascos en el campo como escudos, los cuales eran fácilmente reducidos a grava por la presión de los ataques de la Pokémon medusa.

—Vamos, sólo un poco más —Danot intentaba soportar la espera.

Cuando Tentacruel ya había eliminado la mayoría de peñascos y reducido a casi nada las posibilidades de un agotado Jolteon, éste último fue rodeado por un resplandor dorado muy particular; al desvanecerse, el Pokémon eléctrico apareció muy recuperado del daño recibido, todo esto por efecto del Deseo que había conjurado al principio de la batalla.

—Impresionante... al parecer si había previsto mi estrategia...
—¡Jolteon! ¡Ahora!
—¡Yooolt!

Algo enojado por haber sido atacado de manera incesante, Jolteon liberó rápidamente una poderosa descarga eléctrica sobre Tentacruel, quién, al haberse concentrado tanto en atacar, había bajado su guardia, recibiendo de lleno la descarga, hasta el momento en que quedó inconsciente.

—¡Tentacruel no puede continuar! —decretó la robusta Réferi.
—Buen trabajo, regresa Tentacruel; ¡es tu turno, Piloswine!

El anciano lanzó una Pokébola —de superficie gastada, señal inequívoca de su antigüedad—, liberando a un Pokémon también cuadrúpedo, de espeso pelaje marrón —que cubría incluso la totalidad de su rostro—, con sobresalientes colmillos a los lados de lo que parecía ser su boca y poderosas patas que delataban que poseía gran fuerza en ellas.

—¡Muu! —gruñó el Pokémon cerdo, mientras rascaba el suelo con sus pezuñas delanteras.
—¡Continúen!
—Danot, debes saber que Piloswine es mi Pokémon más poderoso y confiable, y que no te será tan fácil vencerlo —exclamó Pryce, con evidente orgullo por el Pokémon que acababa de liberar.

Apenas Piloswine fue centrado en por los lentes de Danot, la mini computadora insertada en éstos comenzó el análisis de dicho Pokémon; a los dos o tres segundos, ya mostraba los resultados obtenidos, frente a los ojos de su sorprendido usuario.

—Tiene razón; ese Pokémon es demasiado fuerte... —pensaba Danot, muy preocupado.
—¡Vamos Piloswine! ¡Sacúdelo con tu Terremoto!
—¡Jolteon! ¡Ataque de Cariño! —musitó apenas Danot, algo apenado.

Con las órdenes dadas, Jolteon comenzó a actuar de manera adorable —muy adorable— frente a Piloswine, causando que gruesas gotas de sudor recorrieran el pelaje del Pokémon cerdo, reduciendo considerablemente su fuerza física antes de que pudiera atacar, y Danot, bueno, el muchacho sólo podía cubrirse el rostro de la vergüenza que sentía al usar dicho ataque, a pesar de que sus resultados fueran muy efectivos; sin embargo, con Jolteon cansado a consecuencia de su batalla anterior, el ataque con potencia disminuida bastó para noquear al Pokémon relámpago.

—¡Jolteon no puede continuar! —decretó la robusta Réferi, ondeando su banderín rojo hacia el lado de Pryce, como señal de la victoria de éste.
—Bien hecho Jolteon, regresa; ahora... sí... ¡elijo a Starmie! —exclamó Danot, mientras liberaba al Pokémon misterioso en su lado del campo.
—¡Entonces... continúen! –exclamó enérgicamente.
—Así que Starmie... ¡Piloswine! ¡Vamos a usar nuevamente tu Terremoto!
—¡Muu! —asintió el Pokémon cerdo.
—Tenemos aprovechar esa piscina —planeó el joven Bisel—; Starmie, lánzate a la piscina y usa tu ataque Surf —ordenó.

A toda prisa, el Pokémon agua / psíquico se lanzó hacia la piscina en el centro del campo, evitando así la mayor parte del impacto del ataque de un aún debilitado físicamente Piloswine; acto seguido, Starmie conjuró una gran ola con el agua que le rodeaba, arrasando los peñascos e impactado al ya desprotegido Pokémon cerdo, quien jadeaba a causa del cansancio y el daño recibido por la último ofensiva de su oponente.

—¡Sigue así Starmie! ¡Un ataque más y lo venceremos! —Danot animaba fervientemente a su Pokémon.
—Hora de desaparecer esa piscina —pensó Pryce mientras una mueca de astucia se dibujaba en su curtido rostro—; ¡Piloswine! ¡Usa tu Ventisca!
—¡Muu! —asintió el Pokémon tierra / hielo.

A pesar del cansancio y el dolor, el Pokémon de Pryce juntó fuerzas de flaqueza y lanzó una poderosa ventisca, sorprendiendo de esta manera a Danot y Starmie, ya que ésta tuvo tal intensidad, qué congeló todo el campo de batalla, incluyendo la piscina central y también, para mala fortuna del retador, a Starmie, quien parecía una escultura de hielo sobre una especie de improvisada pista de patinaje.

—¡Demonios!
—Ahora tu Pokémon ha quedado totalmente indefenso —exclamó el Líder, satisfecho por el logro de su cansado Pokémon.

Con una expresión de insatisfacción, Danot logró regresar a su congelado Pokémon, tras lo cual, ya más tranquilo, toma una Pokébola cercana a la posición donde había colocado la de su Starmie, y la lanzó, liberando a una Pokémon negra como la noche —aunque parte de su pecho era de un color rojo pálido—, cuadrúpeda, de fauces que mostraban finos dientes caninos; sobre su cabeza, dos largos cuernos se curvaban orgullosamente hacia su espalda, la cual también tenía sobre ella huesos que la recorrían de lado a lado —quizá cerrando su caja toráxica—; dicha Pokémon lanzó un poderoso gruñido, demostrando a su oponente que estaba lista para pelear y vencerlo.

—Houndoom, rostiza a ese Piloswine con tu Lanzallamas —ordenó Danot, mientras apuntaba al jadeante Pokémon cerdo.
—¡Jeer! –gruñó la Pokémon oscura, a modo de afirmación.
—¡Eso no me impresiona! ¡Dale una buena sacudida! —exclamó el anciano.

Con las instrucciones dadas por su Entrenadores, ambos Pokémon ejecutaron casi al unísono sus ataques; sin embargo, la onda de choque del ataque Terremoto de Piloswine —que se abría paso generando grietas en el hielo— llegó más rápido a su objetivo que el torrente de fuego lanzado desde las fauces de Houndoom, lastimándola bastante a pesar de la debilidad de su oponente, y limitándole la posibilidad de alcanzar la máxima potencia del ataque ígneo, pero como no todo podía estar en su contra, el daño causado al extenuado Pokémon cerdo bastó para noquearlo.

—¡Piloswine es incapaz de continuar! —exclamó la Réferi, mientras ondeaba su banderín verde hacia el lado de Danot.
—Muy bien hecho Piloswine, la cansaste justo como requería —pensó, mientras hacía regresar al peludo Pokémon—; ¡ve Jynx! —dijo, mientras lanzaba el receptáculo de su último Pokémon.

Sobre la capa de hielo que cubría el campo de batalla, cual vidrio lo hace con un valioso retrato, se materializó una criatura de apariencia humana, de tez lilácea y largos cabellos rubios, ojos grandes y labios descomunales contenidos por una gran expresión de felicidad; dicho Pokémon —qué parecía ataviado en un traje de ópera rojo— cimbreaba sus caderas quizá con un ritmo inexistente o inaudible para la gente, el cual, con el tiempo, se hacía hipnotizante para quien le viera.

—¡Houndoom de Danot vs. Jynx de Pryce! ¡Prosigan! —decretó la Réferi, levantando sus dos banderines.

De la manera como se iba desarrollando la batalla, Danot podría lograr la victoria si su Houndoom, quien tenía evidente ventaja de tipo, derrotaba a Jynx; si embargo, la situación no era tan simple como eso, ya que, cansada como estaba, la Pokémon oscura no podría soportar un ataque de gran poder que efectuara su oponente, además que era seguro que un veterano como Pryce tuviera una jugada bajo la manga, para usarla en ese tipo de situaciones.

—Debemos arriesgarnos —concluyó Danot —; ¡Houndoom! ¡Usa tu ataque Triturar antes que pueda atacarte!
—¡Jeru! —asintió la Pokémon de Danot, al tiempo que se lanzaba sobre Jynx.
—¡Esquívala!
—¡Yiinx!

Así comenzó la persecución sobre el congelado campo de batalla, con Houndoom resbalando de un lado a otro cada vez que intentaba abalanzarse sobre Jynx y morderla, mientras ésta esquivaba con facilidad dichas arremetidas —se notaba que Jynx estaba en su elemento—; para intentar compensar ese hecho, Houndoom comenzó a disparar a discreción su Lanzallamas —obviamente, evitaba que sus ataques descongelaran la piscina, ya que eso definitivamente le quitaría chances—, aparte de seguir intentando morder a su oponente, cosas que Jynx seguía esquivando, como si fuera un tipo de campeona olímpica de patinaje; después de unos minutos más de persecución, cuando la Pokémon de figura humana intentó esquivar un Lanzallamas muy potente, tropezó y cayó sobre el frío suelo bajo sus pies, y cuando quiso reincorporarse, Houndoom por fin le dio el alcance y le clavó salvajemente sus filosos colmillos en el brazo izquierdo; a pesar de lo que parecía ser la situación, la expresión de Pryce seguía siendo de gran tranquilidad.

—Houndoom, no la sueltes hasta que se rinda.
—Jynx, ya sabes que hacer —dijo fríamente el Líder de Gimnasio.

Tan pronto escuchó esas palabras de su amo, la Pokémon de larga cabellera dorada comenzó a generar un cúmulo azulino cerca de sus descomunales labios, qué al alcanzar un diámetro de quizá medio metro, despidió una potente onda de agua contra la Houndoom de Danot —el ataque Hidropulso de Jynx—, que al impactarle a tan corta distancia le hizo bastante daño, dejándola inconsciente casi al acto; sin embargo, había sido una victoria pírrica para Jynx, cuyo brazo izquierdo había quedado muy lastimado por el ataque Triturar, y el dolor de esto se notaba en la expresión que inundaba su normalmente alegre rostro.

—¡Houndoom ha sido derrotada!
—Buen trabajo Houndoom, regresa...
—¿Vas a rendirte Danot? Recuerda que sólo te queda un Pokémon congelado —exclamó el Líder a lo lejos.

Danot no respondió inmediatamente; simplemente guardó la Pokébola de Houndoom y tomó la de Starmie, inflándola en el acto; eso demostraba que no iba a rendirse, aunque no lo expresara con palabras.

—¡Vamos Starmie! —exclamó.

Con esas palabras, Danot lanzó la Pokébola de su Pokémon misterioso, el cual comenzó a materializarse sobre el congelado campo de batalla; para sorpresa de todos los presentes, el Pokémon agua / psíquico no presentaba ningún signo aparente del congelamiento que había sufrido a causa del ataque Ventisca de Piloswine.

—Qué sorpresa... no pensé que tu Starmie tuviera esa habilidad tan poco común...
—¡Así es! ¡Acabemos esto! ¡Rayo!
—Jynx, lánzale a Starmie tu Rayo de Hielo.
—¡Yiinx!

Starmie comenzó a girar y ya en el aire, lanzó su ataque hacia Jynx, quien hizo lo propio con el cúmulo de partículas heladas que había formado cerca de sus enormes labios; ambos ataques colisionaron entre ambos Pokémon psíquicos, dando como resultado una gran explosión que llenó toda la habitación de un espeso vapor de hielo, dificultando en particular la visión tanto para el Retador como para el Líder de Gimnasio; los dos contendientes esperaban ansiosos que dicho vapor se disipara, ya que les preocupaba la integridad de sus Pokémon.

—¡Vamos Starmie! ¡Yo sé qué tú puedes!
—¡No te rindas Jynx!

No pasó más de un minuto cuando el vapor comenzó a desvanecerse y la visibilidad de ambos mejoró notablemente, y pudieron ver los resultados de la última escaramuza: Jynx estaba tendida sobre el helado piso, inconsciente, con un muy debilitado pero aún de pie Starmie a su lado, cuya gema central brillaba intermitentemente —signo evidente de su cansancio—, tras lo cual se desplomó también, sin perder la conciencia, pues aún movía un poco uno de sus apéndices.

—¡Jynx ha sido vencida! ¡El Retador Danot Bisel de ciudad Cherrygrove gana la batalla!
—Starmie, muy buen trabajo —le felicitaba Danot, mientras lo regresaba a su Pokébola.
—Vaya... Jynx, regresa... peleaste de manera extraordinaria... y tú también, joven Danot...
—¿De verdad lo cree? —preguntó Bisel, sorprendido de oír tales palabras.
—Así es, y mereces esto.

El anciano Líder de Gimnasio comenzó a hurgar en los bolsillos de su pantalón corto, sacando el objeto que Danot tanto ansiaba —la medalla Glacier—; Pryce se la otorgó al joven, quien contemplaba admirado su séptima medalla.

—Ahora te pediré que me entregues tu Tarjeta de Entrenador, para certificar efectivamente que has logrado la victoria —le solicitó el anciano.
—De eso me encargaré yo, Pryce —intervino la Réferi—; tú debes estar cansado después de esa batalla.
—¿Cansado yo? Parece como si no me conocieras Sheila —le reclamó el Líder de Gimnasio.
—Ya, no seas cascarrabias y dámela.

La robusta mujer tomó el objeto plástico y se adelantó a Danot y Pryce hacia el cuarto de cómputo del Gimnasio —una zona definitivamente más cálida que el campo de batalla—, y cuando ambos por fin le dieron alcance, ella ya estaba terminando de registrar los datos del Retador, además de haber depositado ya una suma de dinero en su cuenta de ahorros.

—Debo decir que después de tantos años, aún no me acostumbro a tu gran vitalidad —le dijo al anciano en un tono algo burlón, pero que guardaba bastante afecto.

La mujer simplemente rió ante dicho comentario, seguramente porque ya sabía que significaban dichas palabras; después, abrió un pequeño cajón en el mueble que soportaba a la computadora del Gimnasio, para poder sacar un disco de MT —un pequeño disco de quizá cinco centímetros de diámetro—, que rápidamente le entregó a Pryce, además de la tarjeta, para que éste se las pudiera entregar a Danot.

—Tu Tarjeta de Entrenador y un obsequio qué espero te ayude en un viaje; es la MT Viento Helado, que en batalla reduce la velocidad de los oponentes, además de causarles daño.
—Muchas gracias señor —contestó Danot, tomando ambas cosas, bastante emocionado.

Centro Pokémon de pueblo Mahogany, 4:19 PM

Después de su dura batalla de Gimnasio, Danot volvió presurosamente al Centro Pokémon de la ciudad donde había dejado a sus monstruos para un tratamiento completo a cargo de la enfermera Joy; luego se dirigió a almorzar en la cafetería del lugar, para luego regresar a su habitación, donde, sentado en su cama, contemplaba maravillado sus siete medallas de Gimnasio, mientras planeaba la siguiente escala en su viaje.

—Una más y podré participar en la Liga Johto… de verdad que será muy divertido… aunque ya es demasiado tarde para salir hacia Blackthorn —se lamentó.

El joven tomó sus siete medallas y las fijó nuevamente en el interior de su chaleco, tras lo cual se recostó en su cama, pensando que podría hacer para matar el tiempo, pero pasados unos segundos se levantó saltando de la cama, ya que había recordado algo que le había llamado la atención.

—¡Cierto! Hoy es el festival de otoño y no estaría mal ir... quizá ahí encuentre a ese ángel —pensó, mientras su rostro era invadido por una expresión de mucha satisfacción.

Centro de pueblo Mahogany, 7:47 PM

Ya la noche ha cubierto con su negro manto al pueblo Mahogany, y a pesar de que la temperatura ha descendido un poco, ésta no hace mella en el ambiente festivo, que podía sentirse en cada rincón hacia en el que uno fijara la mirada; como todos los presentes, Danot recorría las abarrotadas calles del pueblo yendo de un puesto a otro; el joven, con curiosidad, se detuvo en uno en particular, donde se expedía okashi con formas de peces Pokémon —los más llamativos correspondían peces Pokémon muy conocidos, tales como Magikarp y Goldeen—, cosa que era nueva para Danot.

—Esto nunca lo había visto; deme cinco por favor —le pidió Danot a la mujer encargada del puesto.

Así, después de pagar la vianda, Danot prosiguió su paseo turístico mientras consumía uno a uno los okashi que había conseguido, sin saber que era estaba siendo observado a corta distancia por dos sujetos en uno de los puestos cercanos —un hombre alto y corpulento de cabello negro, de mirada poco amigable y una mujer un poco más baja, de cabello castaño oscuro y rasgos algo toscos—, ambos ataviados en kimonos que cubrían sus trajes, negro grisáceo en el hombre —quien no se había quitado la boina que llevaba la cabeza— y blanco con guantes negros el de la mujer; ambos parecían atender un puesto de okonomiyaki, los que el primero preparaba torpemente.

—¿Estás seguro qué es él? —preguntó la mujer con escepticismo.
—Sí, es Danot Bisel, de ciudad Cherrygrove —contestó con amargura el hombre, quizá por el evidente escepticismo mostrado por su acompañante, por la frustración que le producía no poder preparar adecuadamente un okonomiyaki o por un posible rencor personal contra el muchacho en cuestión.
—¿Estás totalmente seguro? Viéndolo bien, se me hace difícil crees que él haya arruinado tu misión en el Pozo de los Slowpoke...
—¡Te digo qué es él! Y veo qué sigue siendo el mismo presumido de la última vez...
—Bien, bien, te creo... —replicó la mujer, para no seguir escuchando las quejas de su compañero.
—Ya qué lo ubicamos, procedamos —dijo, al tiempo que dejaba los utensilios de cocina y hacía tronar sus musculosos nudillos.
—¡Espera! Aquí hay demasiada gente; además, debo recordarte qué estamos en una misión, y no en tu venganza personal —le recriminó.
—Está bien, está bien... —desistió.

Aún inconsciente del peligro que se cernía sobre él, Danot continuó recorriendo las calles del pueblo, aunque ya se hacía tarde y debía regresar al Centro Pokémon antes qué éste cerrara sus puertas, por lo que se apresuró a volver; quizá cuando se encontraba a mitad del camino que lo llevaría al lugar donde estaba hospedado, el joven se topó con un tumulto de gente que le bloqueaba el paso, así que, decidió averiguar que había llamado la atención del gentío, además que así podría llegar al otro lado.

—¿Qué sucede aquí? —pensó.

El joven se acercó a la apiñada gente y comenzó a abrirse caminos entre los curiosos, con el mayor cuidado posible —lo último que necesitaba era que alguna mujer o anciano enfurecido le buscara pleito—, hasta que por fin pudo ver al causante de que todos estuvieran ahí parados como estatuas: un monje, no muy alto, con la cabeza rapada y una indumentaria similar a la que usaban los monjes que habitaban ciudad Violet y Ecruteak estaba predicando ante la gente, y por alguna razón ello les había llamado poderosamente su atención.

—Sí amigos, el día se acerca, el día en que los Pokémon y los humanos, bajo la protección del gran dios Taiji, podremos vivir nuevamente en paz y armonía.

Ante tal discurso, mucha gente parecía encandilada, mientras otros tantos le miraban de manera escéptica —quizá porque tales palabras sonaban demasiado bonitas para poder llegar a ser ciertas—; lo cierto fue que Danot, por alguna razón parecía interesado, aunque no pudiera creer del todo en esas palabras, pero como Entrenador que era, podía comprender algo de ese lazo prometido en las palabras del monje; mientras el hombre de fe continuaba su discurso, un sujeto delgado, de cabello oscuro, vestido con una polera azul y jeans del mismo color, quien llevaba lentes oscuros que no permitían ver sus ojos —y en evidente estado de ebriedad— se abrió paso entre la multitud a empujones, y después de pasar por ellos —mientras éstos le miraban no con muy buenos ojos—, comenzó a vociferar.

—¡Orate! ¿Por qué dices tantas tonterías juntas? —le recriminó, mientras alzaba la botella de sake que tenía a la mano y comenzaba a beber de ella, tambaleándose aún más.
—No soy ningún orate, señor; la leyenda cuenta que los dioses Pokémon están dispuestos a volver a aceptar a la humanidad, porque ambos deberemos trabajar juntos contra una amenaza común… —replicó.
—¿Ah sí? —preguntó el ebrio, en tono de burla.
—Sí; ésos Pokémon enviarán a sus descendientes, quienes se encargarán de escoger a una persona en particular, para que ambos, Pokémon y humano, puedan volverse fuertes, juntos; así, ambos estarán listos para lo que deban enfrentar, además que los humanos tendremos quien nos guíe hacia un camino de paz…
—Ja ja ja, qué bonito cuento de hadas.

Con esas palabras finales, el ebrio dio media vuelta y de dispuso a pasar nuevamente entre los ahí presentes, quienes al verlo acercarse le abrieron paso mientras le miraban con hastío.

—Vaya tipo —pensó Danot con desagrado, quizá porque nunca le había agradado la gente que abusaba del alcohol.

Después de que el tan detestado sujeto se marchara, la gente hizo lo propio, pues para algunos se hacía tarde —y seguramente muchos tenían que asistir a sus centros de labores el día siguiente—; para otros, el sujeto ebrio les había fastidiado la noche; otros tantos consideraban que el monje era un simple hablador y qué no valía la pena seguir escuchándole; entre los primeros se encontraba Danot —quien había recordado que en menos de diez minutos el Centro Pokémon cerraría sus puertas—, por lo que se apresuró a llegar allá; sin embargo, sintió que algo le jalaba del brazo, por lo que se volteó a ver, encontrando ahí al monje, quien lo miraba acuciosamente.

—¿Puedo saber qué hace? —preguntó el joven, muy incómodo por la situación.
—Disculpa muchacho, creo que te confundí con otra persona —se excusó el monje, mientras le soltaba.

Ya libre, Danot se apresuró en regresar al Centro Pokémon, pues no quería pasar la noche fuera, por el hecho que todas sus cosas se habían quedado en ese establecimiento.

—Qué tipo más para raro —soltó Danot, mientras aceleraba la marcha para llegar a su destino.
—Te esperan cosas muy interesantes, joven… —se dijo el monje con satisfacción, mientras caminaba lentamente en la dirección opuesta a la que se dirigía nuestro amigo.
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Mensaje por Danot Okino »

Bueno, después de tiempo, vuelvo :3... unas pequeñas correciones a esta fic (ahora notarán que es mucho más extenso)

PD: el próximo episodio... cuando pueda acabar de escribirlo x_x
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Mensaje por Danot Okino »

Round 3 — ¿Destino? — Gélido desafío

Pueblo Mahogany, 17 de Octubre, 8:14 AM

Después de una noche de regular descanso, y sin haber desayunado más que una lata de jugo que tenía guardada en su mochila, Danot salió del Centro Pokémon para dirigirse hacia ciudad Blackthorn, para poder llegar antes del atardecer; sin embargo, hacer tal recorrido con el estómago vacío no era buena idea, por lo que, avanzadas dos cuadras de la avenida principal, Danot entró a una panadería cercana y compró una bolsa de bocadillos para ir comiéndolos en el camino; “lo mejor es ir preparado a la guerra” fue la frase que se le vino a la mente, la cual su padre repetía para casi todo.

—En eso sí tenías razón, viejo —pensó, mientras se llevaba un canapé a la boca y continuaba su camino.

A pesar que la temperatura no pasaba de los diez grados, ya había mucha gente en las calles, quienes después de una buena noche de celebración parecían listos para seguir su rutina diaria; indiferente a ellos, Danot prosiguió su camino hacia el este, a ciudad Blackthorn; sin embargo, dos de esas tantas personas resultaron ser los mismos que estuvieron observándolo la noche anterior, aunque ahora vestían gabardinas lentes oscuros; la mujer tomó su celular, quizá en un vano intento de no hacerse notar mucho, y marcó rápidamente un número telefónico.

—Jefe, el objetivo se dirige hacia su posición.
—Enterado —contestó una voz masculina, bastante grave—; síganlo, hasta que podamos emboscarlo en mi posición —ordenó.

Con esa trampa cerrándose alrededor de él, Danot comenzó el ligeramente escarpado camino de montaña ascendente por poco más de una hora, notando como la vegetación variaba conforme ascendía —pasando de frondosos árboles a arbustos de poco más de un metro de altura—; el joven se detuvo a quizá cien metros de lo que parecía ser una profunda cueva —la entrada del Camino de Hielo—, y la contemplaba mientras sacaba un abrigo negro de su mochila y se lo colocaba encima, ya que el aire frío proveniente de ese lugar podía sentirse incluso a esa distancia; Bisel recordaba los seis meses que se había dedicado a entrenar con su Pokémon en tan hostil ambiente; un poco más alejados de donde se encontraba el Entrenador de ciudad Cherrygrove, sus perseguidores, ocultos tras unos arbustos, vigilaban todos sus movimientos.

—¿Por qué rayos se detuvo ahí? ¡Jade, deberíamos actuar ya! —se quejó el hombre.
—Nada de eso Gort; la orden es interceptarlo dentro de la cueva, ¿entendido? —preguntó la mujer con tono autoritario.
—Está bien... por ahora... —musitó el musculoso acechador.

Danot ya había terminado de colocarse su abrigo y se dispuso a entrar al Camino de Hielo; repentinamente, unos arbustos cercanos a Danot comenzaron a brillar con una intensa luz que llamó toda la atención del joven.

—¿Qué fue eso?

Consumido por su curiosidad innata, el joven Entrenador se dirigió a donde pensaba se había originado esa misteriosa luz blanca de hace unos segundos; conforme el joven se acercaba cada vez más a los arbustos, sus perseguidores quedaban más desconcertados por su accionar, quizá porque, por alguna misteriosa razón, ellos no habían notado la luz que atraía a Danot como un farol a las polillas en una noche calurosa.

—¿Por qué rayos se dirige a los arbustos? —se preguntaba Jade, bastante irritada.
—No me interesa el porqué... voy a actuar de una buena vez —exclamó Gort, mientras salía corriendo a darle alcance a Danot.
—¡Espera!

Ajeno al complot en su contra, Danot comenzó a abrirse paso entre los arbustos, los que, extrañamente, eran tan fáciles de hacer a un lado que el joven no requirió asistencia de sus Pokémon para seguir su camino; cuando por fin llegó al centro vacío del matorral, se dio con la sorpresa de ver una criatura pequeña, de color blanco con algunos tonos rosáceos en sus alargadas extremidades inferiores y cortas superiores, y en su grácil y larga aunque delgada cola, quien al notar la presencia de Danot, le observó con curiosidad; el joven no dijo palabra alguna ni se movió un ápice, ni para consultar su Pokédex o intentar capturar al que definitivamente parecía ser un Pokémon muy raro; algo le decía que no debía atraparlo, aunque se sentía extrañamente familiarizado con dicha criatura, quizá por alguna razón que en esos momentos no era capaz de comprender.

—¡Miu! —maulló el Pokémon, al tiempo que comenzaba a levitar alrededor de un patidifuso Danot.
—¿Mew? ¿Será qué ese hombre tenía r...
—¡Ajá! —exclamó una voz, que hizo voltear a Danot al instante.

Nuestro amigo fue sorprendido por la veloz arremetida de Gort, quien en una hábil maniobra le sujetó del cuello con uno de sus poderosos brazos, cortándole un poco la respiración; segundos después, Jade llegó al lugar, después de haberse abierto paso por los matorrales, y no parecía muy contenta con su compañero.

—Te das cuenta qué casi lo arruinas... en fin, veo que ya lo tienes dominado...
—Entonces llama al jefe y dile que ya lo tenemos...
—Sí, pero primero quiero saber qué fue lo que llamó la atención de Bisel...
—¡Rayos! —se lamentaba Danot, mientras intentaba, de manera fútil, soltarse de su captor.
—¿Qué tratas de hacer? No podrás liberarte de mí —le dijo burlonamente Gort.

Confiada en que Gort tenía controlado a su objetivo, Jade comenzó a buscar por cada rincón de los matorrales lo que tanto había llamado la atención de Danot, pero no encontró nada; al parecer, el Pokémon que Danot había visto ya había huido.

—Es extraño... aquí no hay nada...
—¿Crees qué Bisel nos lo diga? —le preguntó Gort, mientras aumentaba la presión ejercida sobre su presa.

Danot comenzó sentir que le faltaba el aire —cosa que Gort parecía disfrutar sobremanera—, y en su desesperación por liberarse intentaba golpearle con la poca fuerza que podía juntar, cosa que no afectaba a su captor; al borde de la inconsciencia, le pareció ver un fulgor blanco rosáceo —similar al que lo había conducido hacia ese lugar—, y por fin, ante los sorprendidos ojos de Gort y Jade, se apareció lo que tanto buscaban.

—¿Qué Pokémon es ese? —preguntaron al unísono los dos Rocket.

Tanta fue la sorpresa por ver a Mew, que Gort —de manera inconsciente— aflojó la presión sobre el cuello de Danot, y éste, aprovechando la oportunidad que ese Pokémon le estaba dando, conectó un certero codazo en medio de las costillas de su estupefacto captor, quien cayó arrodillado del dolor; mientras Mew le daba una última mirada a Danot y se desvanecía ante los ojos de una incrédula Jade, Danot hizo lo propio y corrió hacia el Camino de Hielo, para intentar perder a sus enemigos.

—¡Demonios! —se quejaba el musculoso hombre, no tanto del dolor físico, sino del que sentía en su orgullo, al perder así a su presa.
—¡Vamos por él! —exclamó Jade, recuperando la noción de la realidad, y comenzando la persecución.
—¿Y qué haremos con ese Pokémon qué escapó? —preguntó Gort, mientras intentaba alcanzar a su compañera.
—Haz de cuenta qué nunca lo vimos —le dijo, con resignación.

Así comenzó la persecución en el Camino de Hielo; conforme avanzaba por los helados corredores del lugar, éstos se iban estrechando de manera gradual; el joven continuó corriendo, con la esperanza de que su ventaja inicial y el ambiente frío hicieran desistir a sus perseguidores, los cuales —pasados quizá quince minutos de persecución— se detuvieron en algún lugar del camino, totalmente agotados.

—¡No puedo creer qué nos haya perdido! —exclamó Jade, muy enfadada.
—No te enojes... sabemos qué sólo hay una salida, así que por qué no llamas al jefe —replicó Gort, quizá porque la queja iba dirigida a su persona.
—Buena idea; veo qué por fin tu cerebro funciona... —le dijo de manera sarcástica.
—¿Era necesario ese comentario? —le reclamó por tal humillación.
—Deja de quejarte por pequeñeces —replicó Jade, toscamente, mientras tomaba su teléfono celular y llamaba a su superior—; señor, Bisel ya se dirige hacia su posición —dijo parcamente.
—Excelente; alcáncennos, mientras nosotros nos encargamos de él.
—Comprendido Comandante.

Jade cortó la comunicación con su superior y, junto a Gort, continuó su recorrido; mientras, en una de las tantas bóvedas naturales de la cadena montañosa que conecta a Mahogany y Blackthorn, un hombre delgado, metro ochenta, cabello rojizo y una mirada que denotaba mucha autoconfianza; vestido con un elegante, cómodo y sobre todo, abrigador traje negro y púrpura con una R roja bordada en el lado izquierdo del pecho de su uniforme.

—Todo va justo como lo planeé... —dijo.
—Me alegra escuchar eso, Comandante Linus —replicó una fina voz femenina.

Por la que podría denominarse la entrada norte de la bóveda se acercó una mujer, delgada, también pelirroja, de menor estatura que su interlocutor; llevaba puesto también un traje negro y púrpura, y una abrigadora estola, que al sacársela de encima, reveló un R roja grabada en el lado derecho de la zona pectoral de su traje.

—Jade reportó que Bisel se dirige hacia nuestra posición.
—Entonces... ¿no quieres qué lo canse para ti? —le dijo la pelirroja, mientras se acercaba a Linus y se acurrucaba en su pecho.
—Como gustes Rubí... aunque quizá debas recorrer un largo trecho para dar con él.
—Eso no importa, si ayuda al éxito de la operación —respondió, mientras se separaba lentamente de él, para dirigirse rápidamente hacia su objetivo.

En otra cámara del Camino de Hielo, Danot se había sentado a descansar en una de las pocas rocas que por una razón ú otra no habían logrado ser cubiertas por el hielo; el joven intentaba tranquilizarse, pues el torrente de adrenalina que recorría su cuerpo difícilmente le dejaría pensar con claridad.

—Una hora corriendo y no he encontrado a nadie más... quizá ya se cansaron... aunque ese sujeto... era un Rocket... el de la cueva Union y el Pozo de los Slowpoke...

Dichas esas palabras, el joven dirigió la mirada hacia su cinturón, viendo sus Pokébolas, mientras la preocupación reemplazaba la ansiedad que sentía.

—No sé si ustedes puedan resistir en caso que hubieran más Rockets... pero debemos continuar —pensó.

Aún preocupado, el joven se levantó de su improvisado lugar de descanso, para continuar su recorrido por el helado corredor; pasada quizá una hora, Danot llegó a un pasadizo de quizá unos cinco metros de diámetro, en medio del cual, le esperaba —de pie— la Ejecutiva Rocket Rubí.

—Al fin llegas, Danot Bisel —exclamó a lo lejos.
—Debí suponerlo...
—¡Ve Arbok! —ordenó la pelirroja, mientras inflaba una Pokébola totalmente negra, con una R roja grabada en ella.

Sobre el frío suelo de la caverna fue liberado un Pokémon púrpura, de cuerpo alargado, sobre el cual se apoyaba un gran pecho y una cabeza pequeña, de la cual sobresalían cuatro filosos colmillos —dos superiores y dos inferiores— y una lengua bífida que no cesaba su movimiento; el patrón rojo amarillo de su pecho y las franjas que surcaban su cuerpo le daban un aspecto atemorizante a dicha criatura.

Ante los intimidantes Pokémon cobra y Entrenadora, Danot había quedado de pie, totalmente inmóvil; sin embargo, su expresión no demostraba miedo alguno —cosa que pareció incomodar a Rubí—, sino simplemente desgano.

—¿Vas a pelear o qué? —le preguntó la Ejecutiva Rocket, enojada por la actitud, o quizá, el desprecio mostrado por Bisel.
—¿Por qué debería hacerlo?
—¡Porque debes vencerme para poder pasar! —exclamó—. No tienes otra opción.
—Siempre hay otra opción… aunque, sería descortés negarme, aunque seas una Rocket —le dijo con algo de sarcasmo.
—Te arrepentirás de esas palabras.

A pesar del rencor que demostraban esas últimas palabras dichas por Rubí, Danot tomó tranquilamente una de las seis Pokébolas en su cinturón y la infló, para liberar a su Pokémon, una criatura púrpura y gaseosa —cuya aura superaba fácilmente el metro y medio—, de sonrisa pícara y ojos que parecían no perder un solo detalle del lugar; sus manos estaban separadas de su cuerpo, flotando cerca de éste.

—¡Ataque Psíquico!
—¡Chirrido! —ordenó Rubí.

Tras las órdenes de su Entrenadora, Arbok abrió sus fauces —dejando ver mejor sus colmillos—, tras lo cual comenzó a emitir un horrible chirrido, que hizo retroceder unos centímetros a su oponente; era obvio que Rubí elegido el ataque preciso para la ocasión, dada la concentración que requería el Ataque Psíquico para ser desplegado.

—Demonios… ¡Haunter, lánzale un Rayo!
—¿Rayo?
—¡Hon hon! —asintió el fantasma, casi riendo, mientras chispas comenzaban a generarse alrededor de su gaseoso cuerpo.

Con gran rapidez, la descarga eléctrica emitida por Haunter se dirigió hacia el Pokémon cobra, quien por lo reducido del lugar lo esquivó apenas, aunque para ello tuvo que detener su ataque de Chirrido, cosa que pronto le costaría caro.

—¡Ahora! ¡Ataque Psíquico!
—¡Hoooon! —exclamó Haunter, mientras sus ojos tomaban una coloración cerúlea.

Ante la atónita mirada de Rubí, su Pokémon quedó paralizado por la técnica psíquica de su oponente, para luego ser elevado por los aires y ser golpeado repetidas veces y de manera violenta contra el techo rocoso —cosa que al parecer Haunter disfrutaba hacer—; luego, el Pokémon fantasma liberó a Arbok de su restricción psicokinética, como si se tratara de un juguete que ya no le divertía en lo absoluto.

—Haunter, eso era innecesario —le reclamó Danot.
—Hon —se excusó, mientras volteaba hacia donde se encontraba su Entrenador.
—¡Arbok! ¡Mordisco! —ordenó Rubí de manera repentina.
—¡Chabok!

Demostrando una gran velocidad de reacción, Arbok ignoró el dolor que sentía y abrió sus pequeños ojos, para luego lanzarse con sus fauces abiertas sobre Haunter y morderlo fuertemente, causándole un daño moderado.

—¡No lo sueltes!
—Haunter, libérate y usa tus Tinieblas —le dijo Danot, sin perder la compostura a pesar de que su Pokémon estaba siendo mordido por su oponente.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Haunter, tras lo cual, su cuerpo comenzó a perder consistencia, transformándose en una nube de gas púrpura que se disipó ante las atónitas miradas de Arbok y Rubí, para después recuperar su forma corpórea a espaldas del primero, y desde sus ojos, lanzar dos potentes rayos oscuros hacia su oponente, debilitándolo casi al instante.

—Regresa, inútil —ordenó Rubí, mientras regresaba a su Arbok y lanzaba otra Pokébola negra.

Como segundo Pokémon, fue liberada una criatura desconocida para Danot, de piel rojiza y consistencia viscosa, de enormes y distraídos ojos amarillos con pequeñas pupilas negras, que parecía llevar a cuestas una pesada coraza de roca sólida —a pesar de tener solo la mitad del tamaño de Haunter, quien lo veía extrañado—; con su sola presencia, el helado corredor se hizo mucho más cálido, en tanto pequeñas lenguas de fuego aparecían ocasionalmente en la coraza de la criatura.

—¿Qué es eso? —pensó el joven, mientras tomaba una pequeña máquina de color rojo —un Pokédex, una enciclopedia electrónica usada para identificar todo tipo de Pokémon— y la apuntaba hacia la fuente del repentino calor que invadía ese rincón del Camino de Hielo.
—Magcargo, Pokémon Lava; encontrado en zonas volcánicas, la temperatura corporal de ese Pokémon llega a cerca de diez mil grados, debido a la lava que circula su cuerpo.
—Eso explica el calor repentino —dijo Danot, mientras deseaba quitarse el abrigo que llevaba puesto.
—¡Magcargo! ¡Consume todo ese gas con tu Lanzallamas!
—¿Qué?
—¡Maag! —gruñó el Pokémon de fuego, mientras lanzaba su sorpresivo ataque ígneo.

Con inusitada velocidad, el torrente de fuego alcanzó a un desprevenido Haunter, lastimándolo de manera considerable y causándole una terrible quemadura, quizá por la naturaleza gaseosa de su cuerpo.

—Magcargo, repite tu Lanzallamas y termínalo —exclamó Rubí.
—No hay otra opción... ¡Haunter! ¡Mismodestino!
—¡Maldición!

Fracciones de segundo antes que el segundo Lanzallamas de Magcargo impactara al Pokémon fantasma, sus ojos se iluminaron con un brillo purpúreo, y cuando fue impactado y noqueado, una misteriosa luz del mismo color rodeó el cuerpo de Magcargo, tras lo cual el Pokémon de fuego quedó inconsciente también.

—¡Regresa!... Debo decir que me sorprende qué un niño bueno como tú use ese tipo de ataques —comentó Rubí de manera burlona, mientras hacía regresar a su Pokémon.
—No es algo que disfrute hacer —replicó Danot, quien observaba con orgullo la Pokébola con la que acababa de regresar a su debilitado Haunter—; bien hecho amigo.
—Basta de sentimentalismos... ¡Vileplume! ¡Encárgate de él!

Con ímpetu, una poco menos que enojada Rubí liberó a su tercer Pokémon, de una altura mayor a un metro y cuatro gigantescos pétalos rojos en la parte superior de su cuerpo azulado, dándole el aspecto de una flor súper desarrollada; sus brazos —si podía realmente llamárseles así— eran cortos, su boca y rojos ojos eran relativamente pequeños (al menos comparados con el tamaño de su cuerpo).


A pesar de la evidente actitud que tenía su oponente, un impasible Danot tomó otra Pokébola de su cinturón, inflándola y liberando al monstruo dentro de ella: un ave encasquillada en una reluciente piel metálica, de cabeza pequeña con un peculiar cuerno, ojos amarillos y un pico algo alargado y puntiagudo, alas con plumas que parecían afiladas hojas de espada; era casi tan alta como su Entrenador, siendo su apariencia ruda reforzada por su tamaño.

—¡Ataca Skarmory! ¡Pico Taladro!
—Esquívalo y usa tu Somnífero.

El pico metálico de Skarmory comenzó a girar en sentido horario mientras extendía sus alas y se lanzaba en picada contra Vileplume, quien pudo esquivar apenas dicho ataque —sólo gracias a la advertencia de su Entrenadora—, y de lo que parecía ser una abertura entre sus cuatros enormes pétalos liberó una espesa nube de polvo celestino, que Skarmory se apresuró en evitar apenas, dado lo estrecho que se le hacía el lugar al tener extendidas sus mortíferas alas.

—¡Tuviste suerte esta vez! ¡Vileplume! ¡Lanza tu Somnífero hasta qué duermas a esa Skarmory!
—¡Vail! —asintió la Pokémon flor, mientras asumía una evidente postura de ataque.
—¡Skarmory! ¡Tu Provocación! ¡Ahora!
—¡Eaa! —graznó el ave blindada, para después proferirle gestos de burla a su oponente, mientras sus ojos brillaban en un siniestro color púrpura.

Ante tal acción, una muy molesta Vileplume lanzó un ataque Bomba de Lodo en lugar del Somnífero que Rubí le había ordenado liberar; el ataque venenoso impactó en el pecho de Skarmory, pero ésta ni se inmutó, debido quizá a su resistencia a ese tipo de ataques.

—¡Idiota! ¿Por qué hiciste eso? —le recriminó Rubí a su Pokémon—. ¡Usa Somnífero! ¡Somnífero!
—Skarmory, acábalo con tu Pico Taladro —ordenó Danot, con toda tranquilidad.

Obedeciendo la orden de su Entrenador, Skarmory se lanzó nuevamente en picada hacia una confundida Vileplume, quien no pudo evitar ser dañada por el ataque giratorio, cayendo así derrotada sobre el frío suelo (que hace pocos segundos había recuperado su temperatura habitual).

—Bien Skarmory, regresa.
—Basura inservible —exclamó Rubí al recuperar a su Vileplume.

Ya con el camino libre, Danot comenzó a correr a toda prisa a través del helado corredor para alcanzar la tan ansiada salida de dicho lugar, dejando atrás a Rubí, quien había permanecido parada en el mismo lugar desde el final de la batalla; pasaron unos minutos antes que ella pudiera finalmente asimilar el amargo sabor de la derrota, tras lo cual sacó el celular, que llevaba oculto en su estola, y presionó algunos botones.

—Comandante Linus... ya lo cansé para usted.
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Round 4 — Prisión de cristal

Camino de Hielo, 17 de Octubre, 1:16 PM

Habían pasado pocos minutos desde que terminara la batalla Pokémon entre Rubí y Danot, siendo el segundo el vencedor, tras lo cual, Danot continuó su recorrido para encontrar la salida del qué parecía ser un laberinto de hielo, mientras Rubí esperaba en el que había sido hacía ya unos minutos el escenario de la feroz batalla; transcurrieron quizá veinte o treinta minutos desde que se reportó con el Comandante Linus para que Gort y Jade le dieran alcance a la pelirroja.

—Sub-comandante, ¿se encuentra bien? —preguntó Jade, curiosa de lo que había sucedido.
—No es nada... simplemente me topé con Bisel...
—Obviamente la venció —añadió Gort con cierto sarcasmo.
—Quizá... pero el Comandante se encargará de él, ahora que Bisel está cansado —respondió, sin prestarle importancia a la intervención de Gort.
—Seguro que sí.
—Y si no lo logra, tengo algo qué si lo hará —pensó Gort, regodeándose de gusto por lo que tenía planeado.
—Debemos continuar… el Comandante podría requerir nuestra presencia.

Así, los Rocket continuaron su recorrido por el Camino de Hielo, esperando que su Comandante se encargara de Danot; éste, mucha distancia más adelante que sus enemigos, caminaba por otro estrecho pasadizo, mientras rogaba no encontrarse con más obstáculos.

—Esa Rocket me hizo perder demasiado tiempo… y mi Haunter está debilitado… ¡Rayos!

Danot se detuvo un momento e intentó calmarse un poco, ya que la preocupación se estaba apoderando de sus pensamientos, lo que en este tipo de situaciones solía ser muy peligroso.

—Cálmate Danot… sólo apresúrate y procura no toparte con más de ellos —se dijo a sí mismo, a modo de recuperar su confianza.

Con ese objetivo en mente, el muchacho de ciudad Cherrygrove aceleró el paso, sin saber que se acercaba al lugar donde se desarrollaría la que podría ser su última batalla; pasaron más de cincuenta minutos, hasta que Danot llegó a una gran bóveda rocosa, en el centro de la cual lo esperaba Linus, Comandante del Segundo Escuadrón Rocket.

—Vaya vaya, tú debes ser el famoso Danot Bisel —exclamó Linus con evidente sarcasmo.
—Cómo puedo ser tan desafortunado —se lamentaba el joven por su pésima suerte.

Era obvio para nuestro amigo que el Comandante Rocket que tenía enfrente sólo tenía un motivo para haberlo esperado ahí, así que no le quedaba otra opción que luchar; sin embargo, ninguno de los dos se movía mucho, más bien, se observaban detenidamente, intentando percibir alguna señal de debilidad en los movimientos del otro.

—¿Qué quieren de mí? ¿Acaso no tienen a alguien más qué molestar? —reclamó Bisel.
—Nuestras órdenes son encargarnos de ti, por haber arruinado una de nuestras misiones; sin embargo, hoy seré misericordioso y te ofreceré la oportunidad de unirte a nosotros, en vista que has podido llegar aquí sin mayores problemas.
—No estoy interesado —replicó tajantemente.
—¿Por qué no? Espero qué no sea por el trillado discurso de lo qué es correcto y lo que no —exclamó burlonamente.
—En realidad, es una cuestión de orgullo.
—¿Orgullo?... ¡Ja!
—Así es… no aceptaría trabajar con cobardes como ustedes, que manchan la reputación de los verdaderos Entrenadores Pokémon —replicó enfáticamente Danot.
—¡Ridículo!... Si esa es tu decisión, entonces…

Ambos Entrenadores sabían que la batalla entre ellos era inevitable, así que, con determinación en sus rostros, liberaron a sus Pokémon en la fría caverna —escenario de la confrontación que decidiría los hechos posteriores a ella—; Danot había liberado a su Jolteon, y, delante de Linus, se erguía una criatura que superaba los dos metros de altura, de piel rocosa —de tonalidad verdosa, y con algunas hendiduras negras como la noche más oscura sobre su pecho y piernas—, enormes fauces y brazos algo más pequeños aunque musculosos; su espalda era recorrida por numerosos picos, y terminaba en una larga cola con una curiosa punta, que recordaba vagamente a una sombrilla plegada; quizá lo más curioso de dicho Pokémon fue, que apenas fue liberado en la caverna, en ésta comenzó a azotar una densa tormenta de arena de manera espontánea, quizá alguna habilidad natural de la criatura perteneciente a Linus.

—¿Qué Pokémon es ese? —preguntó Danot, mientras le apuntaba con su Pokédex.
—Tyranitar, Pokémon Armadura; se dice que es tan poderoso que derrumba montañas enteras para construir su nido; su gruesa armadura le protege de casi todo tipo de ataque —respondió la voz electrónica del artefacto.
—¿Qué pasa? ¿Te ha impresionado mucho mi Pokémon? —preguntó Linus, de manera burlona, aunque fue sólo su voz la que llegó a través de la tormenta, dada la escasa visibilidad de la que disponían ambos Entrenadores.
—Sí, un poco… aunque no tanto como quisieras —replicó Danot, son sarcasmo.
—Te tragarás esas palabras… ¡Tyranitar! ¡Terremoto!
—¡Graarr! —asintió el Pokémon Armadura.
—Jolteon… usa tu Ataque de Cariño
—¿Qué dijo? —preguntó un sorprendido Linus.

Por órdenes de su Entrenador —quien se tomaba el rostro de la pena—, Jolteon se plantó frente a Tyranitar y comenzó a actuar de manera muy adorable —haciéndole sudar a mares por tal demostración—; fuera del hecho que dicho ataque apenara o no a Danot, su efectividad quedó fehacientemente demostrada al disminuir de manera considerable el poder de ataque del que tanto se preciaba Tyranitar, aunque éste no se detuvo por tal cosa y dio un fuerte pisotón en el suelo, generando una onda expansiva que alcanzó a Jolteon, causándole un daño considerable (a pesar de haber sido debilitada su fuerza física).

—No podrá soportar mucho... ¡Jolteon! ¡Corre y usa tu Rayo!
—¡Yolt! —gruñó el Pokémon eléctrico, mientras comenzaba a moverse.
—Eso será inútil... ¡Tyranitar! ¡Ubícalo y termínalo con tu Terremoto!

Con gran velocidad, Jolteon corría alrededor de Tyranitar —aprovechando la tormenta de arena para ocultarse de su oponente—, mientras la rocosa mole de músculos se irguió para ubicar a su oponente, cosa que logró tras unos segundos, y dio otro poderoso pisotón; sabiendo que ya no podría resistir más, el Pokémon relámpago —a apenas tres metros de Tyranitar— le lanzó la energía que había acumulado, la cual pareció causarle mucho daño —quizá porque había descargado en una zona sensible de su gruesa armadura—, aunque ello no le detuvo en su ataque, y dada la lastimosa condición de Jolteon, éste cayó noqueado sin poder defenderse.

—Regresa Jolteon, bien hecho —le felicitó Danot, mientras guardaba su Pokébola y tomaba la de su Skarmory—; ¡Skarmory! ¡Ala de Acero!
—Esquívalo y usa tu ataque Triturar.
—¡Graar! —gruñó Tyranitar, mientras abría sus enormes fauces y corría al encuentro de su oponente con inusitada velocidad.

A pesar de su gran tamaño, Tyranitar fue capaz de esquivar el embate directo del ave blindada, para luego intentar morderle en el ala izquierda, cosa que logró apenas debido a que su oponente se alejó rápidamente del lugar, para tomar impulso y lanzarse en un segundo intento de ataque, que golpeó en uno de los costados de Tyranitar, haciéndole un corte profundo.

—¿Pero cómo?
—Recuerda que las plumas en las alas de un Skarmory son afiladas como espadas... Skarmory, acábalo.
—¡Eaa! —graznó el ave, preparando un tercer ataque Ala de Acero.
—¡Tyranitar! ¡Hiperrayo!
—¡Esquívalo!

Soportando el suplicio que le causaba su herida, el imponente Tyranitar de Linus abrió sus fauces para lanzar un devastador rayo de energía pura hacia Skarmory, quien con una hábil maniobra aérea lo esquivó, para impactar directamente al Pokémon de roca y hacerlo caer rendido.

—¡Regresa Tyranitar! —dijo amargamente Linus—; ¡Hypno! ¡Acaba con este juego!
—¡Jiipnou!

En reemplazo de Tyranitar, Linus liberó a un Pokémon bípedo de piel amarillenta y poco más de metro y medio; tenía una corta trompa en su rostro, además de ojos pequeños y que parecían algo cansados —que al mirarlos de manera fija adormilarían a cualquiera—, y su cuello estaba rodeado de un pelaje blanco; llevaba un péndulo en su mano izquierda, el cual oscilaba incesantemente.

—¡Hipnosis! —ordenó Linus.
—¡Esquívalo con tu Agilidad y luego usa Ala de Acero! —fue la respuesta de Bisel.

Concentrando su energía mental, Hypno hizo oscilar su péndulo de manera más acelerada mientras sus ojos tomaban ese brillo cerúleo característico del uso de ataques psíquicos, pero todo esto fue en vano, ya que al usar su Agilidad, Skarmory evitó que Hypno pudiera verle directamente a los ojos y dormirla, y confiada por esto, el ave de acero se lanzó en picada con sus magníficas alas desplegadas; ya a punto de golpear al Pokémon psíquico, éste levantó su mano libre y una extraña aura rodeó a su oponente, deteniéndole de improviso.

—Anulación... —se lamentó Danot.
—¡Hypno! ¡Acábala con tu Puño Trueno! —ordenó Linus, sabiendo que su estrategia había resultado, a pesar de no poder ver más allá de su nariz.
—¡Jiip! —gruñó, mientras pequeñas chispas comenzaban a recorrer su puño derecho, al tiempo que usaba su mano izquierda para mantener la Anulación.
—¡Skarmory! ¡Intenta liberarte con tu Agilidad!
—¡Eaaa!

Skarmory intentó liberarse con su técnica de aumento de velocidad, pero ello no funcionaba en lo absoluto, mientras un amenazante Hypno se acercaba lentamente —quizá disfrutando de la expresión del ave metálica al ver su puño electrificado y listo para golpear—; finalmente, el Pokémon psíquico conectó un devastador golpe en el pecho de Skarmory, lanzándole a un par de metros de su Entrenador; Hypno no había logrado noquearla, pero los músculos de su oponente habían quedado paralizados por el impacto eléctrico, por lo que Danot consideró sería riesgoso si le dejaba continuar.

—Skarmory, regresa... ¡Houndoom! ¡Ve por él! —ordenó Danot, al liberar a su Pokémon oscura.
—¡Jeer! —ladró, como señal de asentimiento.

A pesar de no agradarle mucho el ambiente en que acababa de ser liberada —la arena que recorría a gran velocidad comenzaba a lacerarle la piel—, Houndoom estaba dispuesta a luchar; para esto, usó su fino olfato para rastrear la ubicación de Hypno, quien casi la sorprende al intentar golpearla por detrás con un Puño Trueno, que esquivó por poco, para contraatacar con un certero Lanzallamas que dejó al Pokémon psíquico noqueado, además de bien tostado.

—¡Regresa Hypno!... ¡Bien! ¡Hora del espectáculo final! —exclamó Linus, mientras tomaba su tercera Pokébola negra grabada con una R roja en ella y liberaba a su Pokémon final.
—No lo creo —soltó un atónito Danot.

A pesar que la arena le impedía una visión perfecta, la silueta del Pokémon de Linus se le hizo muy conocida a Danot, y la computadora de sus lentes confirmó su sospecha: Linus había liberado a su propio Houndoom, con lo que comenzaría el acto final de su desesperada batalla, una entre Pokémon de la misma especie (lo que solía ser una situación muy incómoda para la mayoría de Entrenadores, o al menos para los que no eran muy experimentados en estos menesteres).

—¡Ahora sabremos cuál es el Houndoom es el más fuerte! —exclamó Linus, mientras una expresión aterradora invadía su rostro.
—Así será —respondió Danot, al parecer emocionado por el reto que representaba tal batalla—; ¡Ataque Lanzallamas!
—¡Usa tu Lanzallamas también!

Los dos Pokémon, siguiendo las órdenes de sus Entrenadores, presionaron sus cuatro patas sobre el frío suelo y lanzaron sus respectivos torrentes de fuego, los cuales chocaron en un punto equidistante de ambos; el aumento de temperatura generado por ambas llamas fue tal que la arena que circulaba a los alrededores comenzaba a cristalizarse; finalmente, los dos Pokémon cesaron sus ataques, viendo que sus fuerzas se equiparaban.

—¡Ataque Triturar! —ordenaron Danot y Linus al unísono.

Con esas indicaciones, comenzó la persecución mutua entre los dos Pokémon, ambos con sus fauces abiertas, intentando morder los costados del otro —por ser, quizá, sus zonas más desprotegidas—, cosa que apenas lograron, pero sin daños considerables para ninguno de los contrincantes; Danot y Linus parecían algo intranquilos, ya que la batalla no se decantaba para el lado de nadie, por lo que el segundo decidió arriesgarse.

—Houndoom, hora del estallido final… ¡Hiperrayo!
—Eso es —pensó Danot, sabiendo que debía hacer—; ¡ya sabes qué hacer Houndoom!
—¡Jee! —asintió la Pokémon de Danot.

El Pokémon de Linus se inclinó un poco hacia atrás, mientras abría sus fauces y acumulada energía de los alrededores para lanzar su devastador ataque, en tanto la Houndoom de Danot inclinaba su cuerpo hacia delante, presionando el suelo con sus patas y sin perder de vista a su oponente; finalmente, el Houndoom macho lanzó el devastador ataque que su oponente no se dispuso a esquivar, para regocijo del Comandante Rocket; sin embargo, grande fue su sorpresa al darse cuenta que el flujo de energía estaba regresando hacia su propio Pokémon, golpeándolo con más potencia de la que había liberado —la Houndoom de Danot había usado su Contraataque—; a pesar de los golpes recibidos, ambos Pokémon aún continuaban en pie, aunque ambos se encontraban al borde de la extenuación, tanto por el esfuerzo hecho como por la tormenta de arena que continuamente les dañaba, aunque ésta ya había amainado, mejorando mucho la visibilidad en la caverna.

—Admirable, pero... ¿qué harás ahora? —preguntó Linus con tono burlón—; tu Pokémon no soportara otro ataque como ese.
—Tienes razón…
—Entonces, ¿has decidido rendirte?
—No... simplemente, porque no habrá siguiente ataque... ¡Houndoom! ¡Inversión!
—No lo creo... —musitó apenas el Comandante Rocket.

Ante la incrédula mirada de Linus, la Pokémon de Danot se abalanzaba velozmente sobre su oponente, mientras era rodeada por una gran aura rojiza —señal del ataque Inversión, cuyo poder variaba de manera inversa a la energía restante del Pokémon que la usara—, y el indefenso Houndoom de Linus sólo pudo observar como se acercaba el momento de su derrota; el preciso momento en que el Pokémon de Danot golpeaba a su congénere y le noqueaba fue observado por los subordinados de Linus, quienes acababan de llegar al lugar.

—No lo creo... —apenas pudo decir una sorprendida Rubí.

Aún sorprendidos por el hecho de que el mejor Pokémon de su superior había sido derribado, los tres Rockets se dirigieron hacia donde se encontraba Linus —procurando no acercarse mucho a Danot—, quien estaba aún de pie, aunque con la cabeza gacha, lamentándose en sus adentros por la derrota que acababa de sufrir; sus subalternos solo le pueden contemplar así, miserable como se veía, sin saber que decir o hacer, al menos hasta que Rubí decidió acercarse a él.

—Linus...
—Estoy bien, no te preocupes... aunque creo que es tiempo de retirarnos... —respondió Linus, mucho más tranquilo.
—Entiendo... ¡Jade! ¡Gort! ¡Retirada!
—¡Sí! —respondieron al unísono.

Así, siguiendo las órdenes de su superior, los tres miembros del Equipo Rocket emprenden el rumbo hacia la salida del Camino de Hielo; mientras, Linus, habiendo recuperado su semblante confiado, hacía volver a su Houndoom, acción que imitó su oponente, para evitarle más daño a su Pokémon; guardados los monstruos, ambos contendientes volvían a enfrentarse con la mirada, aunque ésta no era de odio, sino quizá de respeto, aunque ninguno de los dos fuera a admitirlo.

—La próxima vez te venceré... —le dijo Linus, para proceder a retirarse a paso veloz.

Ante la mirada de Danot, la silueta de Linus se desvanecía paulatinamente en medio de lo que aún quedaba de la tormenta de arena causada por el Tyranitar de éste; Danot simplemente esperaba a que la tormenta se disipara por completo, ya que con ésta, quizá los Rockets le podrían tender algún tipo de trampa si realmente no se estaban retirando.

—Lo mejor será esperar… aunque…

No pasó mucho tiempo para que Linus por fin llegara a la salida, una abertura semiovalada en la pared rocosa, de una altura máxima de quizá dos metros y medio; en dicho umbral, Gort se encontraba de cuclillas al lado de uno de sus pilares, al parecer perforando la pared con algún propósito que Linus desconocía, lo cual le enfureció, ya que sentía ignorada su autoridad.

—¿Qué rayos haces, Gort?

Gort volteó a su superior después de enterrar una varilla en la pared, pero notó que a lo lejos, Danot venía corriendo a toda velocidad, pues por alguna razón, el joven tenía un mal presentimiento.

—Vamos jefe…

El forzudo soldado Rocket tomó el brazo de su superior, jalándole fuera de la caverna, mientras con su mano libre, sacaba del bolsillo de su pantalón lo que parecía ser el interruptor de algún sofisticado artefacto.

—¡Gort! ¡Déjate de estupideces!
—Espere jefe, que primero me desharé de un gran estorbo —respondió, mientras una enfermiza sonrisa invadía su normalmente aciago rostro.

Dichas esas palabras, el musculoso hombre presionó el pequeño botón del interruptor que tenía en su mano derecha, causando que la varilla insertada en el umbral —que en realidad era un avanzado explosivo plástico desarrollado por los científicos del Equipo Rocket— estallara de manera estruendosa; Danot, a pocos metros del lugar, sólo pudo observar como la salida se desmoronaba por la fuerza de la explosión, sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

—¡Adiós Bisel! —exclamó Gort a modo de burla

Ante la derrumbada salida de la cueva, un satisfecho Gort reía por haber logrado lo que consideraba su venganza, mientras los otros se acercaban al lugar, cada uno con un pensamiento disímil al de su colega.

—¿En qué rayos estabas pensando, Gort? —le recriminó Linus, quien por poco no había salido de sus cabales.
—Si le hubiéramos quitado sus Pokémon, no estarías quedando como un completo idiota —añadió Rubí sarcásticamente, quizá represalia de un comentario anterior de Gort hacia su persona.
—Pues... yo...
—Comandante Linus, ¿no podríamos reportar qué no hubo otra opción?... considerando que Bisel le venció a usted, que se supone es el más fuerte entre nosotros —le comentó una persuasiva Jade, tratando de salvar el pellejo de Gort.
—Qué me queda —suspiró una resignado Linus, por el hecho de qué le recordaran su reciente derrota—; vámonos de aquí —ordenó.

Algo intranquilos por haber fallado en su misión, el Comando Rocket se enrumbó hacia ciudad Blackthorn, para luego regresar a alguna de sus bases de operaciones; mientras, y aún dentro del Camino, Danot se encontraba frente a los escombros, dándose cuenta que el panorama no era muy alentador en esta ocasión.

—Esto no será nada fácil —suspiró el joven, con resignación—, pero no puedo quedarme aquí... no hasta que encuentre a ese ángel...

El joven se extrañó por las palabras que acababa de pronunciar, como si no hubiera pensado decirlas y éstas vinieran de lo profundo de su ser, pero por más que intentaba recordar, no encontraba el porqué.

—Ya me preocuparé por eso después... ahora debemos salir de aquí...

Así, con el objetivo de encontrar una salida lo más pronto posible, nuestro amigo Danot comenzó a recorrer el interior del Camino de Hielo, buscando en cada recoveco, hasta que, después de media hora de búsqueda, ingresó a una cámara rocosa, y al observar el techo de la misma, algo le llamó sobremanera la atención.

—¿Musgo? ¿Aquí?

Danot, extrañado por el extraño descubrimiento, tomó una pequeña roca y la arrojó contra el techo; el sonido producido por el impacto y luego por la posterior caída de dicho objeto —que Bisel se apresuró en recoger—, le sirvieron para confirmar su sospecha: la piedra había quedado embadurnada con el musgo del techo.

—Si este musgo crece aquí, entonces...
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Round 5 — Pasos en falso

Montañas al norte de ciudad Blackthorn, 17 de Octubre, 2:27 PM

Cuidad Blackthorn, la ciudad más septentrional en la región Johto, cuna de reconocidos Entrenadores de dragones Pokémon a través de la historia, y rodeada por un sistema montañoso que, a modo de murallas, protege toda la ciudad, a excepción de la zona meridional; el sistema norte, cuyos picos son recorridos por un helado viento, y en el que, a pesar de su agreste topografía, se respira un aire de paz es el siguiente escenario de nuestra historia, cuando dicha paz fue interrumpida por un potente torrente de fuego que atravesó la pared rocosa —cubierta de hielo y nieve— de una pequeña elevación; del agujero de calcinados bordes, se asomaron dos figuras, la más alta era una persona, y la otra, un Pokémon cuadrúpedo de piel negra; se trataba de Danot y su Houndoom, quienes exhaustos, se tendieron a descansar sobre la nieve.

—Eso estuvo cerca —resoplaba el joven, mientras su Pokémon le lamía el rostro, intentando reanimarle—; gracias Houndoom, tú debes estar más cansada que yo —le dijo a su Pokémon mientras se sentaba y le acariciaba la cabeza—; mejor regresa y descansa —dijo el joven, mientras la devolvía a su receptáculo.

El joven se puso de pie lentamente, y comenzó el camino de descenso hacia ciudad Blackthorn, al sur de su ubicación actual —según se lo indicaba su Pokégear—; mientras caminaba, recordó la manera en que había logrado salir de su encierro: como el musgo crecía dentro de la caverna, debía tener cierto contacto con el oxígeno del exterior, por lo que alguna de las paredes del lugar no debería ser tan gruesa, y cuando encontró tal pared, le ordenó a su Skarmory debilitarla con su ataque Pico Taladro, para que luego su Houndoom terminara el trabajo concentrando su Lanzallamas en la zona debilitada; sin embargo, tal esfuerzo había dejado a sus Pokémon sumamente agotados —cosa que Houndoom había intentado disimular—, y considerando a sus otros Pokémon debilitados por sus batallas, lo único que llenaba la mente del joven Entrenador era la preocupación por sus compañeros.

—Debo apresurarme —se dijo a sí mismo, para darse ánimos y llegar lo más pronto posible a la ciudad.

Mientras Danot continuaba su ruta de descenso, cerca del lago al norte de la ciudad —que gozaba de un clima más benigno que el de las frías montañas al norte—, una mujer de tez clara, cabello celeste largo —amarrado en una típica cola de caballo, con tres peculiares flecos, dos bastante largos a los lados de su rostro, y otro más corto que cubría su frente—, expresión confiada, y una altura poco mayor al metro setenta contemplaba las cristalinas aguas frente a sí; la mujer en cuestión llevaba un traje azul marino de medio cuerpo —en apariencia, confeccionado con lycra— que dejaba notar lo firmes que eran ciertas zonas de su curtida anatomía, botas bajas, guantes del mismo color que el traje —aunque la zona que cubría las muñecas era negra en cada uno—, un par de pendientes dorados en forma de media luna, y una capa roja que ondeaba elegantemente con el viento.

Con determinación, tomó una de las Pokébolas en su cinto —el cual también sostenía un flexible látigo de cuero negro y mango algo alargado— y libero a un dragón alado de larga y musculosa cola —en cuya punta ardía una gran flama—, de piel roja anaranjada y un poco más alto que ella; dos cuernos cubiertos de piel se extendían hacia la dirección opuesta de su confiada mirada, mientras las afiladas garras en sus cortos brazos relucían al sol.

—Bien Charizard, sé que hace poco evolucionaste de un Charmeleon, pero es hora de ponerte a prueba —dijo la mujer, mientras subía a la espalda del dragón de fuego—; ¡ve al frente! —ordenó.
—¡Guaar! —rugió Charizard, mientras desplegaba sus magníficas alas.

Así, el dragón escupe fuego alzó el vuelo, planeando sobre el lago de cristalinas aguas, en tanto su Entrenadora fijaba su mirada hacia el que era su destino, o al menos ello parecía; cuando el Pokémon de fuego finalmente se acercaba a la orilla, su Entrenadora le hizo una señal para que volteara hacia la izquierda y se elevara un poco más, volando al ras de una pared rocosa, y luego, poder ver su verdadero lugar de aterrizaje desde lo alto: una especie de bahía interior, rodeada de un muro de roca de quizá diez a quince metros, con una estrecha entrada que comunicaba sus aguas con las del lago; la mujer ordenó a su Pokémon aterrizar en la orilla, bastante amplia —con algunos arbustos que crecían en dicha superficie—, y cerca de la cual se levantaba imponente la entrada de una gruta, más conocida como el Refugio Dragón, lugar que da cobijo a los dragones Pokémon.

—Bien Charizard, has superado con éxito tu primera prueba —le dijo, mientras bajaba elegantemente de la espalda de su Pokémon—; pero esa fue la parte fácil —exclamó mientras tomaba otra Pokébola de su cinto, y liberaba en el agua a otra criatura: una serpiente marina azul, de alargado y musculoso cuerpo, de enormes fauces y afilados colmillos, ojos pequeños e intimidantes, y dos alargados bigotes y aletas, cada uno de ellos a ambos lados de su cabeza.
—¡¡¡Gyaaa!!! —rugió la criatura de manera aterradora, dando a entender a su Entrenadora que estaba listo para lo que le ordenaran.
—¡Bien! ¡Este será el entrenamiento de hoy! ¡Charizard, intentarás esquivar las Hidrobombas de Gyarados con tu Danza de Espadas! ¿Entendido?
—¡Guar! —asintió el Pokémon bípedo.
—¡Gyarados! ¡Comienza! —ordenó su Entrenadora, azotando el suelo con su látigo.

Así dio inició el que sería un riguroso entrenamiento: Gyarados abrió sus fauces y lanzó un potente chorro de agua hacia su compañero, quien alzó el vuelo al tiempo que su cuerpo comenzaba a girar respecto a su eje sagital, esquivando así el primer ataque.

—¡Continúen así! —les animó su Entrenadora, nuevamente azotando el suelo con su flexible látigo.

La sesión de práctica duró quizá cuarenta y cinco minutos; como resultado, un agotado Charizard jadeaba, sentado en la orilla, mientras Gyarados, aún en el agua, no parecía estar tan cansado como su compañero de entrenamiento, aunque algunas gotas de sudor recorrían su cuerpo; la Entrenadora de ambos no mostraba signos de agotamiento, aunque los intensos rayos del Sol parecían incomodarle un poco.

—Charizard, regresa —le ordenó al dragón escupe fuego.

La mujer tomó la Pokébola de su recién regresado monstruo y la colocó en su cinto; luego, tomó el pequeño maletín que había traído consigo y había colocado sobre una roca plana al lado de un gran matorral, del que extrajo una botella llena de agua cristalina, que abrió y comenzó a beber ávidamente.

—Este calor no es normal —pensó, al tiempo que se refrescaba el rostro con el remanente de agua de la botella que tenía a la mano—; por suerte, está el lago...

Luego que el envase quedará vacío, la Entrenadora de Charizard y Gyarados lo guardó en su maletín, del cual extrajo una prenda que parecía ser la parte superior de un bikini negro; asegurándose de que nadie le observara, lo primero que hizo la mujer quitarse las botas y la capa que llevaba —las que colocó sobre su maletín—, para luego desatarse el cabello y no enredarse al pasar su cabeza por el cuello de su traje, el cual deslizó lentamente por su nívea piel —dejando a la vista sus bien proporcionados y algo sonrosados senos, y sus abdominales planos y firmes—, hasta que por fin se lo quitó al hacerlo bajar por sus gráciles piernas, quedando sólo con lo que parecía ser la prenda complementaria del bikini que había sacado del maletín; con prisa, la mujer se colocó el sujetador para cubrir sus evidentes atributos, para después retirar cuidadosamente los pendientes que llevaba, los que colocó junto a sus demás prendas; así, se acercó al agua y se sumergió lentamente, lo que pareció aliviarle, dada la expresión de tranquilidad en su rostro, mientras su Gyarados se sumergía totalmente en el agua, para poder refrescarse también.

—Esto era lo que necesitaba...

Mientras, ajeno a lo que sucedía fuera del alcance de su vista, Danot continuaba descendiendo de las montañas, en su ruta hacia ciudad Blackthorn; conforme se acercaba a su destino, la temperatura de su entorno aumentaba paulatinamente, evidenciado ello en el hecho que ahora el paisaje nevado había cedido lugar a un agreste pasaje de montaña; el joven se quitó el abrigo que llevaba encima y lo guardó en su mochila, para seguir con su caminata por el escarpado camino que le llevaría a ciudad Blackthorn.

—Según el Pokégear, después de bajar esta montaña, deberé cruzar un lago y llegaré a la ciudad...

Entusiasmado, el joven continuó su recorrido, sin notar que el peligro le acechaba, representado por una enorme roca que comenzó a desprenderse desde lo alto de la pared rocosa al lado de Danot, quien recién la notó cuando el estrepitoso sonido de ésta al desprenderse y rodar cuesta abajo le llamó la atención.

—¿Qué rayos? —exclamó mientras notaba como la roca se acercaba hacia él.

Con presteza, el joven comenzó a correr para escapar de la mole de casi dos metros de diámetro —en una muy mala imitación de alguna película que seguro había visto en su niñez—, carrera que duró quizá diez minutos cuesta abajo, hasta que el joven se encontró frente a un barranco, en cuyo fondo se encontraba el lago al que el mapa se refería; estando entre la espada y la pared, Danot se quedó de pie, inmóvil, esperando a la inminente llegada de la roca, quizá porque estaba paralizado de miedo, o quizá porque esperaba algo... lo cierto es que, unos segundos antes que la roca le pasara por encima, el joven se lanzó rápidamente hacia un lado, dejando que ésta cayera, mientras se ponía de pie y continuaba su recorrido.

—Eso estuvo cerca...

Mucho más tranquilo que hacía unos minutos, Danot se apresuró en seguir el camino al lado de la pared montañosa, con tan mala suerte, que unos segundos de comenzar a andar, el suelo bajo él se colapsó, haciéndole caer hacia lo que parecía ser el fin seguro de su viaje.

En el lago, la Entrenadora de Charizard y Gyarados nadaba tranquilamente, bastante cómoda por las frescas aguas que diezmaban la sensación de calor que había tenido hacía unos minutos; junto a ella, numerosos Pokémon pisciformes —de piel naranja, ojos distraídos, largos bigotes amarillos a ambos lado de su cabeza, aletas dorsal y ventral amarillas, mientras que la caudal y las laterales eran blancas— nadaban también en dicho lugar, aventurándose de cuando en cuando a explorar la superficie del agua; uno de ellos, bastante travieso, se acercó por detrás a la humana que le había llamado la atención, sin que ésta lo notara.

De un momento a otro, toda esa tranquilidad del lugar se vio perturbada por el sonido de algo enorme que se acercaba rápidamente: se trataba de una enorme roca que rodaba desde la parte superior de la pared norte que rodeaba el lugar; la mujer, aún en el agua, se apresuró en salir, pero notó que algo le jalaba hacia atrás: un Magikarp se había aferrado a su sujetador —y era bien sabido que, a pesar de no ser muy fuertes, los Magikarp no soltaban fácilmente lo que tenían entre sus dientes—, así que la mujer decidió salir con todo y Pokémon encima, mientras llamaba a su Gyarados.

—¡Gyarados! ¡Quiebra esa roca con tu Mordisco!
—¡Gyaa! —rugió la poderosa serpiente marina, mientras emergía de las cristalinas aguas.

Con una facilidad pasmosa, el intimidante Gyarados atrapó la mole rocosa en sus mandíbulas y la trituró, como si fuera un caramelo que se deshace en la boca; mientras, sin que nadie lo notara, algo, o más bien alguien, cayó pesadamente sobre el gran matorral cercano; bastante aliviada porque el peligro ya había pasado, la mujer decidió que era hora de solucionar un problema menor, y acercándose al lago, soltó el seguro de su sujetador, y tras ello, lo sacudió un poco con una mano mientras que con la otra tomaba a Magikarp de su aleta dorsal, cosa que al pez parecía gustarle, ya que con una expresión de felicidad, soltó su “presa” y regresó al agua.

—Vaya travieso —dijo con resignación, mientras regresaba a donde estaba su maletín.

Tranquila porque todos sus problemas estaban resueltos, la mujer decidió que ya era hora de regresar a la ciudad, por lo que fue hacia donde se encontraban sus cosas, sin colocarse el sujetador —al fin y al cabo, no había nadie cerca, además que iba a colocarse nuevamente su traje de lycra—; para su sorpresa, el matorral al lado de sus cosas comenzó a moverse extrañamente, del cual salió a duras penas un joven de cabello castaño, con muchos raspones en los brazos y la ropa, además de uno que otro en el rostro; se trataba de Danot, quien parecía haber tenido mucha suerte, ya que el matorral le había salvado de estrellarse en el duro suelo.

—Eso dolió... —exclamó el joven, mientras abandonaba el matorral.

Algo desorientado, Danot intentó reincorporarse colocando sus manos en el suelo y alzando la mirada para intentar saber donde había llegado; sus ojos se abrían paulatinamente conforme elevaba la mirada, aunque al principio no distinguía nada, cuando por fin recuperó totalmente la vista, se dio con la Entrenadora de Gyarados, prácticamente como había venido al mundo —sólo llevaba la parte inferior del bikini—, quien le miraba entre sorprendida y enojada; tal espectáculo generó que el rostro de nuestro amigo se enrojeciera como la piel de un Charmeleon en plena batalla, y qué la mujer lanzara un estentóreo grito.

—¡¡¡Aaaahhhh!!! ¡¿Qué rayos haces aquí?! —exclamó, casi al punto de la histeria.

Un muy apenado Danot cambió rápidamente la dirección de su mirada, en tanto la mujer se colocó rápidamente su sujetador —maldiciendo el hecho de no haberlo hecho antes—; era obvio que la situación era demasiado incómoda para ambos Entrenadores.

—Yo... comenzó Danot, quizá en un fútil intento de pedir disculpas.
—¡¡¡Maldito pervertido!!! ¿¡Cómo te atreves a espiarme?!
—No, no es lo que imaginas —insistió Danot mientras volteaba, aún sonrojado, quizá por el hecho de que la mujer era bastante atractiva para él, sobre todo considerando el hecho de que estaba vestida con un bikini—; lo que sucedió...
—¡Cállate!!! —exclamó coléricamente— ¡¡¡Gyarados!!! ¡¡¡Ve por él!!!
—¿Gyarados? —pensó Bisel, preocupado (obviamente, por su seguridad), mientras volteaba a observar al Pokémon que se encontraba en el agua, aún deshaciendo la roca con sus mandíbulas.

Con las órdenes dadas por su Entrenadora, el enorme Gyarados dejó los fragmentos de la roca y salió intempestivamente del agua, acercándose amenazadoramente hacia Danot, quien entendiendo que la cosa iba muy en serio, emprendió carrera con Gyarados persiguiéndole por todo el lugar, sin que su Entrenadora le ordenara que se detuviera.

—Parece que salí de la sartén para caer directo al fuego... —pensó, no muy feliz por la situación que estaba enfrentando—; ¡espera, por favor! —le pidió, en un intento de apelar a la razón de la mujer que acababa de conocer.

Pero la mujer siguió impasible ante las palabras de Danot, aún enojada por lo ocurrido hacía unos minutos; así, después de algunos minutos de persecución, el atroz Pokémon arrinconó a Danot contra la pared rocosa, esperando la orden de su ama para dar el ataque final.

—¡Espera! ¡Soy un Entrenador y acabo de salir del Camino de Hielo! —exclamó Bisel, en lo que pensó sería su último intento de apelar a las palabras, pues el único Pokémon que le quedaba en perfectas condiciones era su Starmie, con el que pensaba cruzar el lago.

Danot había quedado de espalda a la fría pared rocosa, mientras un sudor frío recorría su rostro, en tanto la mujer se acercó hacia Gyarados y le lanzó una fría mirada al joven; sin embargo, esa mirada cambió un poco al notar las Pokébolas en su cinturón, por lo que el joven que tenía enfrente no estaba mintiendo del todo, aunque de todos modos algo no cuadraba en dicha situación.

—Si tiene Pokémon, ¿por qué no se defiende con ellos? —se preguntaba extrañada, mientras se acercaba con el látigo a la mano, en caso ello fuera una treta—; ¿y eso? —pensó, notando algo particular en la ropa de Danot.

Con curiosidad y prisa, la mujer se acercó a un nervioso Danot —quien había decidido quedarse quieto y en ese lugar, para evitar otro posible lío—, y con rapidez tomó un objeto pegajoso que se había impregnado en el chaleco de nuestro amigo.

—¡Este musgo! —exclamó, mientras recordaba algo—; ¡Gyarados! ¡Ve al agua! —le ordenó su Entrenadora.
—¡Gya! —asintió diligentemente el Pokémon acuático.
—Pensé que iba a ser el fin del viaje —apenas pudo decir Danot, mientras le secaba el sudor frío de su frente con su brazo derecho.
—Bien, ahora quiero algunas respuestas —exigió amenazante la mujer, mientras tensaba su látigo—; ¿por qué no llegaste directo a la ciudad si viajabas por el camino?
—Es una historia un poco complicada...
—¡No me vengas con rodeos ahora! ¡Gyarados!
—¡Gya! —rugió la serpiente marina, mientras se erguía fuera del agua.
—Verás... —Danot comenzó a relatar lo que le había sucedido ese día.

Mientras Danot le contaba lo sucedido, ambos se sentaron sobre el tibio suelo de roca; la mujer intentaba controlar el enojo que sentía por lo que consideraba una ofensa grave a su persona conforme Danot le relataba su difícil pelea en el Camino de Hielo y como había sido encerrado ahí; así, pasaron quizá quince o veinte minutos, con la mujer mucho más calmada que al principio.

—Y así llegué hasta aquí... —dijo Danot, culminando lo que tenía que decir.
—Tu historia no parece del todo creíble, pero confiaré en que sea cierta —dijo, mientras la expresión en el rostro de Danot se llenaba de tranquilidad—; sin embargo, no creas que te perdonaré lo que sucedió —le recriminó al notar esa expresión, al tiempo mientras se ponía de pie y se dirigía hacia donde estaban sus pertenencias.
—Entonces, ¿puedo irme ya? —preguntó, algo intranquilo.
—Haz lo que quieras... con tal de que me dejes en paz —dijo gruñendo.

Sin que lo notara hasta ese momento, una extraña sensación había copado los pensamientos de Danot; a pesar de lo enojada y gruñona que parecía ser su interlocutora, extrañamente le agradaba mucho, incluso algo más que eso; al parecer, el joven había caído en lo que el común de la gente denominaba “amor a primera vista”, y dándose cuenta de tal cosa, quería hablarle, aunque sentía dudas, ya que se sentía apenado por lo ocurrido, además que no sabía como reaccionaría la mujer de la que aún no conocía su nombre si es que le hablaba en esos momentos, considerando su enojo mayúsculo.

—Di... disculpa... —masculló apenas.
—¿Qué quieres ahora? —le respondió al voltear, casi con una mirada asesina.
—No debí abrir la boca —se lamentó, aunque sabía que debía continuar, ya que había comenzado—; ¿sabes cómo puedo llegar al Centro Pokémon? Es de suma urgencia...
—Mira, debes salir por esa abertura de allá —le dijo, indicando el estrecho pasadizo que daba acceso al lugar donde se encontraban— para llegar al lago principal; dirígete al sur, y en la orilla encontrarás un gran complejo, que es el Gimnasio local; el centro Pokémon está seis o siete cuadras al sur de dicho lugar —respondió con resignación.
—Bien, muchas gracias —le dijo el joven, mientras se apresuraba en recoger su mochila de entre los matorrales.

Apenas aseguró bien su mochila a su espalda, el joven se acercó a la orilla del lago y tomó una de las Pokébolas en su cinturón, liberando a su Starmie y subiendo a su espalda, para comenzar su apresurado viaje.

—¿Tenía un Pokémon y no se defendió? —pensó extrañada la mujer.

Así, mientras el joven iba desapareciendo de su campo visual, la Entrenadora de Gyarados cavilaba el motivo por el que el joven de cabello castaño no había usado ese Pokémon para defenderse, a pesar del inminente peligro... quizá estaba más preocupado por sus Pokémon que por él mismo y lo guardaba para poder dirigirse al un lugar donde pudiera curarlos, o simplemente había tenido tanto miedo que olvidó que le quedaba un Pokémon en buenas condiciones; fuera la razón que fuera, mientras pensaba ello, un inesperado sonrojo le invadió el rostro, aunque éste desapareció rápidamente, cuando se percató finalmente de en que estaba pensando.

—¿En qué rayos estoy pensando? Debería estar cumpliendo mis obligaciones, y si fuera posible, desquitarme de algún modo, claro, si vuelvo a verlo... —pensó dubitativamente.

El silencio se apoderó del lugar, al igual que la duda de la mujer, al menos hasta que un peculiar sonido interrumpió los pensamientos de la mujer, quien lo reconoció como el timbre de su Pokégear, el que se apresuró en contestar.

—Disculpe que la interrumpa, maestra Clair...
—Dime qué ocurre —le dijo con tono serio.
—Ha llegado un retador al Gimnasio y le está dando muchas dificultades a Vince... es probable que le venza...
—Entiendo... iré enseguida...

Algo apresurada por la llamada que acababa de recibir, la Líder de Gimnasio se colocó en segundos su traje habitual y montó sobre su Gyarados, para dirigirse a toda velocidad a enfrentar a su retador.

—Ahora que lo recuerdo, él es un Entrenador... así que podría retarme alguno de estos días, y esa será la oportunidad perfecta...
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Ivanobich
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Re: Pokémon: Advance Tournament

Mensaje por Ivanobich »

Esta historia definitivamente ha mejorado mucho desde el primer capitulo, espero que sigas con ella Danot.
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Danot Okino
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Re: Pokémon: Advance Tournament

Mensaje por Danot Okino »

bueno, gracias Ibanovich, intentaré seguir mejorando entonces ^^U

[font="Verdana"]Round 6 — Calentamiento

Ciudad Blackthorn, 17 de Octubre, 5:38 PM

Un atardecer anaranjado dorado se apoderaba poco a poco de la ciudad de templado clima de Johto, dándole un marco adecuado para la tranquilidad que mostraban sus calles, las cuales combinaban de manera peculiar ese aire místico de sus construcciones más antiguas y la modernidad de las más recientes; dicha tranquilidad copaba cada rincón de la ciudad, incluso el Centro Pokémon local, donde la enfermera Joy de ciudad Blackthorn no había tenido que atender a muchos Entrenadores en ese día particular; sin embargo, dicha paz se vio interrumpida cuando nuestro amigo Danot llegó a dicho lugar, cansado y con parte de su ropa húmeda, para poder hacer que curaran a sus preciados Pokémon.

—¿Estás bien? —le preguntó una preocupada Joy, mientras se apresuraba en auxiliarle.
—Sí... no es nada grave... ¿puedes curar mis Pokémon, por favor? —le dijo, mientras tomaba sus Pokébolas y se las entregaba.
—Claro —respondió apenas, algo sorprendida.

Así, mientras Joy llevaba a la sala de tratamiento las Pokébolas recibidas por Danot, éste, más calmado ahora que sus Pokémon estaban en manos competentes, se sentó en una de las muchas bancas de la sala de espera; a pesar de que ya se encontraba seguro, no podía dejar de pensar en sus Pokémon, aunque se dio cuenta que también debía pensar un poco en sí mismo, ya que parte de su ropa estaba empapada y eso podría causarle un resfriado.

—Lo mejor será que me cambié de ropa ya...

Danot se dirigió rápidamente al baño de caballeros del Centro y rápidamente cambió su pantalón beige, su camiseta negra y chaleco rojo por un pantalón negro y una camiseta azul —los que normalmente usaba para los entrenamientos con sus Pokémon—, y regresó a la banca, simplemente para esperar; quizá media hora después, Joy se acercó hacia donde se encontraba el joven, aunque la expresión en su rostro no era muy alentadora.

—¿Pasa algo malo con mis Pokémon? —preguntó Danot, con la preocupación notándose en todo su rostro.
—La verdad... de los cinco Pokémon que tenías, solo tu Starmie está en buenas condiciones... los demás necesitan mucho descanso...
—Ya veo...

Joy iba a decir algo más, pero el sonido de la puerta del Centro Pokémon abriéndose violentamente captó toda su atención, por lo que se apresuró en ver que sucedía, mientras Danot le seguía; un Entrenador, de poco más de catorce años, cabello negro y traje celeste, acababa de llegar; sus ojos se empapaban en lágrimas —quizá de miedo, quizá de frustración— mientras se acercaba a Joy para pedirle que se encargara de sus Pokémon.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras así? —le dijo Joy, mientras le acariciaba el cabello, en un intento de tranquilizarle.
—Es mi Pikachu, señorita Joy —dijo entre sollozos—; le han lastimado terriblemente en el Gimnasio...
—¿En el Gimnasio? —pensó Danot, atraído ya a la conversación de ambos.
—Deja que yo me encargue de él, ¿sí? —le dijo con una gran sonrisa, lo cual pareció reconfortar un poco al Entrenador de Pikachu.
—Sí —respondió ya más tranquilo.
—Bien... ahora ve a descansar —le dijo amablemente.

El niño se retiró raudamente del lugar, pasando al lado de Danot, quien no pudo evitar escuchar un débil “terrible, esa Líder es terrible” de parte del sollozante Entrenador; apenas éste se retiró, Danot se acercó a conversar con Joy.

—Ah, Danot; justo iba a decirte que tus Pokémon requieren algunos días de descanso, sobre todo Skarmory, Jolteon y Houndoom.
—Lástima... por lo que veo, el Gimnasio de esta ciudad es muy rudo...
—¿Ibas a retar a la Líder? Pues con tus Pokémon en ese estado, hubiera sido peligroso... parece ser que esta vez se excedió —dijo la enfermera, mientras su rostro tomaba un semblante serio.
—¿Esto pasa a menudo? —preguntó preocupado.
—Sólo cuando enfrenta batallas muy encarnizadas... bueno, me retiro, que ahora debo atender a este Pikachu y los demás Pokémon de ese chico —le dijo, mientras se retiraba a la sala de tratamiento.
—Buenas noches entonces...

Así, un pensativo Danot se dirigió a la cafetería para tomar su merienda, intentando hacer un plan que le ayudara a afrontar la incómoda situación que tenía ante sí.

—No me queda más que cambiar mis Pokémon con los que tiene Yamen en casa... pero eso será mañana... —pensó, mientras llevaba un bocado de comida a su boca y lo masticaba lentamente.

Después de acabar su cena, el joven se dirigió raudamente hacia la habitación que Joy le había indicado podía ocupar, a la que accedió con un simple giro de perilla; ya dentro, se despojó de su vestimenta y tomó un muy reparador duchazo, tras lo cual se dispuso a revisar detalladamente sus cosas, para ver como habían quedado después de su caída... el resultado: todas las pociones y curas arruinados o rotos, una buena parte de su ropa manchada con los primeros, y su laptop y sus discos a salvo dentro de su estuche —lo que le tranquilizó mucho, ya que los primeros eran recuperables, los segundos se podían llevar a una tintorería, pero los terceros eran datos invaluables, aunque de todos modos lamentaba el hecho de que tendría que hacer una fuerte inversión—; no amilanándose ante la perdida sufrida, el joven decidió prepararse para su importante batalla del día siguiente, para lo cual tomó su intacta computadora portátil, se sentó en su cómoda cama y comenzó a revisar los datos que tenía sobre el Gimnasio de ciudad Blackthorn.

—No pensé que tuviera tan poca información sobre ese Gimnasio —dijo, algo desalentado.

Aún en las cavilaciones por la escasez de datos que requería, repentinamente su Pokégear comenzó un molesto ruido, lo cual indicaba que la batería del artefacto estaba a punto de descargarse; el joven, ya bastante frustrado, se levantó, tomándolo e intentado averiguar el porqué de esa baja de energía.

—Lo que me faltaba... se acabó la batería... ¿y esto? —se preguntó, al notar algo inusual en el artefacto—; ¿la cámara estaba encendida?

Aún extrañado por el hecho que la cámara de su Pokégear se encontrara encendida, el joven extrajo del estuche de su laptop un delgado y alargado cable USB —siglas de Puerto Serial Universal, en inglés—, con el cual conectó los dos artefactos, curioso de saber en qué momento se había encendido la cámara.

—Veamos que grabaste...

Con diligencia, el joven de ciudad de ciudad Cherrygrove presionó algunas teclas, con lo que se accionó el programa de administración de datos de Pokégear, tras lo cual el joven usó el touchpad de la computadora portátil para seleccionar el menú “Vídeo”, con lo que comenzó con una grabación hecha por la cámara, empezando por un cielo diáfano, para girarse un poco y enfocar un suelo rocoso, y luego, a la mujer que Danot había conocido en las montañas (evidentemente, en la grabación ella aparecía tal como Danot le había visto).

—Parece que se activó con la caída —dijo, mientras su rostro se ruborizaba casi tanto como en su encuentro con Clair.

Aclarado el misterio del Pokégear, Danot volvió a centrar su atención en el análisis de los escasos datos que poseía sobre el Gimnasio de ciudad Blackthorn, pero al cabo de una hora lo dejó, quizá porque sin más datos no podía armar una buena estrategia, y peor aún, algunos de sus Pokémon más confiables estaban inhabilitados para combatir.

—Bueno, ya sé que en el Gimnasio local se especializan en el uso de Pokémon tipo dragón, así que necesitaré de mi Sneasel de todos modos... creo que mañana en la mañana deberé conseguir más datos...

Habiendo decidido un plan de acción provisional, el joven plegó su computadora, dejando que por fin sus cansados dedos reposaran, aunque se sentía algo intranquilo, pues era la primera vez que iba a enfrentar a un Líder de Gimnasio sin tener claro que le esperaba; aún con esas preocupaciones, pero con confianza en que saldría adelante, Danot se recostó en su cama, planeando cada cosa que haría el día siguiente.

—Después de averiguar lo que necesito, ganaré esa medalla y luego... iré a buscarla... aunque espero que ya no este tan enojada como lo estuvo hoy —dijo, algo apenado—; bueno, hora de dormir, que mañana será un día muy atareado...

Mientras Danot seguía pensando en aquella mujer (que se podía afirmar a ciencia cierta, le había robado el corazón), ella se encontraba en el campo de batalla principal del Gimnasio —una amplia habitación de cuyo piso y cielo raso sobresalían estructuras cónicas de mármol, que simulaban colmillos de algún dragón Pokémon—, en medio del cual se desplegaba una piscina (de quizá 30 metros de largo y 15 de ancho, más pequeña apenas que un campo de batalla oficial), en la cual reposaban Gyarados y otro Pokémon, también de cuerpo alargado — aunque más pequeño que el primero, su cuerpo apenas alcanzaba los 4 metros de longitud — azul y de vientre blanco, cuya pequeña cabeza albergada dos ojos de pupilas rojas como rubíes, un pequeño cuerno y gráciles orejas blancas que simulaban elegantes alas; además, curiosas esferas azules estaban alojadas en su cuello y cola, las cuales se veían diáfanas de cerca.

—No sé como fue que Vince tuvo tantos problemas con ese niño —refunfuñó Clair, mientras veía a sus dos Pokémon, quienes no habían recibido mucho daño en su pelea contra el Entrenador que desafió a su Entrenadora—; en fin, esperaré a que venga... aunque no por hoy... —dijo, mientras regresaba a ambos dragones a sus Pokébolas y se retiraba a descansar.

A la mañana siguiente, en el Centro Pokémon, un descansado y muy mejorado Danot, después de levantarse y asearse, se dirigió a la recepción para recoger sus Pokémon, donde el niño que había visto llorando el día anterior estaba esperando, aunque su rostro lucía algo adormilado —seguramente había pasado la noche en vela, preocupado por su Pikachu—; antes que Danot pudiera dirigirle palabra alguna, Joy salió de la sala de emergencia, mientras empujaba una camilla en la que estaba recostado un pequeño roedor amarillo, de largas orejas, mejillas rojas y una cola que simulaba un rayo; la expresión del niño repentinamente se iluminó, mientras se apresuraba en alcanzar a su Pokémon.

—¡Pikachu! ¡Me alegra tanto verte! —le dijo, mientras le miraba de cerca.
—¿Pi... ka? —Pikachu acababa de despertar, siendo su Entrenador lo primero que vio—; ¡Pika! —dijo a modo de saludo.
—Ya estás bien —le dijo su Entrenador, mientras le cargaba y le abrazaba.

Danot les observaba sin mencionar palabra alguna, mientras una duda se formaba en su mente, pensando que tipo de Pokémon pudo haber dejado tan mal al Pokémon que ahora se veía tan contento al ser abrazado por su Entrenador.

—Danot —le llamó Joy, interrumpiendo sus pensamientos—, aquí están tus Pokémon; tu Starmie están perfectamente, pero los otros requieren como un mínimo de tres días de descanso.
—Gracias Joy; los cambiaré por otros de mis Pokémon entonces...
—Bueno, suerte en tu batalla de Gimnasio —le dijo la enfermera, con una gran sonrisa.
—¡¿Vas a retar a la Líder?! —le preguntó el Entrenador de Pikachu, entre sorprendido y asustado.
—Así es... —le dijo Danot, con toda la tranquilidad del mundo.
—Entonces cuídate de su Dragonair... ese Pokémon es muy fuerte —le dijo.
—Lo haré... gracias —replicó, mientras se dirigía a los videoteléfonos.

Así, con sus preciados Pokémon de vuelta, Danot se dirigió tranquilamente a los videoteléfonos cercanos a la recepción; cinco artefactos dispuestos el uno al lado del otro, de los cuales tres estaban disponibles, por lo que nuestro amigo se sentó en el de la extrema derecha, y ya sentado, marcó el número de su casa en ciudad Cherrygrove, siendo Yamen el que apareció en pantalla.

—Danot, ¿despierto tan temprano? —le dijo a modo de broma.
—Yamen... en estos momentos no estoy de humor para tu humor barato —replicó, no precisamente con cara de muchos amigos.
—¿Sucede algo? ¿Acaso perdiste en el Gimnasio de Mahogany?
—Gané... pero lo que sucedió después es lo que me tiene preocupado...

Danot comenzó a narrarle a Yamen lo acaecido en el Camino de Hielo (aunque obviando su encuentro con Mew, quizá porque su hermano pensaría que se estaba mofando de él, y claro, su encuentro con la mujer que le tenía encandilado); conforme avanzaba su relato, la expresión de Yamen se hacía cada vez más seria.

—Y como ves, necesito hacer algunos cambios a mi equipo...
—Entiendo... no te preocupes, me aseguraré que descansen lo necesario...
—Gracias...
—Y bueno, ya que estás en Blackthorn, suerte en tu batalla —le dijo, antes de iniciar con el intercambio de Pokébolas.

Acabada la transferencia, Danot se despidió de su hermano y tomó las recién recibidas Pokébolas, colocándolas en su cinturón, para dirigirse a su cuarto, recoger un bulto y luego salir del centro Pokémon, rumbo al centro de la ciudad.

—Lo primero será buscar una tintorería... y después, necesitaremos conseguir más datos y un buen calentamiento, ya que esta batalla será la más difícil...

Así, Danot se dirigió al centro de la ciudad a buscar una tintorería, la cual ubicó después de una breve caminata, entrando al establecimiento y dejando ahí su ropa (para que pasará a recogerla el día siguiente); cumplido el primer punto de su itinerario, el joven se aprestó a buscar Entrenadores para alistar a sus Pokémon y poder obtener información de ellos; conforme recorría los rincones de la ciudad, nuestro amigo quedaba admirado de cómo las edificaciones más modernas convivían armoniosamente con las más antiguas, que transmitían una mística muy particular, como si el pasado y el futuro se mezclaran (además que, Blackthorn, junto a Ecruteak, eran las ciudades con más historia en todo Johto); Danot pasó toda la mañana y parte de la tarde combatiendo retadores que encontraba en las plazas, aunque no muchos tenían una idea clara de los Pokémon que albergaba el Gimnasio (aunque que pudo averiguar que el nombre de la Líder era Clair), por lo que el joven decidió que ya era suficiente práctica y que sabía lo suficiente para poder tener una batalla equilibrada contra esa persona.

Sin embargo, Danot no podía retar ir al Gimnasio con el estómago vacío, por lo que primero fue al Centro Pokémon, para que sus Pokémon y él pudieran comer algo y descansar brevemente; ya cuando las agujas del reloj marcaban las cuatro de la tarde, el joven de ciudad Cherrygrove partió rumbo hacia la que sería su batalla más encarnizada.

—Bien, aquí estamos... —dijo al llegar a su destino.

Danot se encontraba frente al famoso Gimnasio de ciudad Blackthorn, ubicado al norte de la ciudad, prácticamente a orillas del lago; el edificio en cuestión tenía una apariencia similar a una catedral antigua, con dos torres en su estructura (una en cada ala, este y oeste); después de contemplar admirado el lugar donde podría obtener su octava medalla, el joven de cabello castaño se dirigió a quien cuidaba la puerta principal del Gimnasio: un muchacho que no superaba los dieciséis años, de cabello negro lacio y algo largo, vestido con una casaca —con un diseño de Pokébola— y pantalones rojos, y un polo blanco debajo de la primera (quizá era, como en la mayoría de Gimnasios Pokémon, un aprendiz de bajo rango).

—Buenas tardes, vengo a retar a la Líder... —dijo Danot, en tono serio.
—¿Vienes a retar a nuestra maestra? ¿No sabes lo qué te espera, verdad? —le preguntó el portero, con una mueca de escepticismo.
—Vengo a averiguarlo —le respondió con mucha confianza.

Con esa respuesta, ambos Entrenadores ingresaron al gran patio de todo el complejo, para luego traspasar una puerta que les condujo a un pasadizo —de quizá quince metros de extensión—, al final del cual se encontraba el campo de batalla principal del gimnasio (que en esos momentos, mantenía cubierta la pileta rectangular); en el centro de dicha habitación, se encontraba un joven de dieciocho años, de cabello castaño crispado, que llevaba un atuendo similar al del portero (aunque llevaba la casaca cerrada); se trataba de Vince, el mejor aprendiz del Gimnasio de ciudad Blackthorn, quien parecía tener una batalla para desquitarse de la derrota que había tenido el día anterior.

—Oye Vince, aquí tienes un Retador para evaluar —le dijo el portero, sin ocultar un pequeño tono de sorna en aquella frase.
—¿En serio? Ya era hora de que llegara uno...
—¿Tan impaciente estabas de qué alguien viniera a vencerte? —preguntó Danot, de manera socarrona.
—Ya verás qué no será así —replicó, evidentemente fastidiado, ya que esas palabras le hicieron recordar su humillante derrota del día anterior.
—Vince, ven un momento —le pidió el portero.

Mientras el portero llevaba al animoso Vince a cierta de Danot, comenzó a hablarle de cerca, para evitar que su contendiente les escuche.

—Iré a llamar a la maestra... —le dijo el portero, no con un tono muy alentador.
—No te molestes... acabaré rápido con él... —respondió, bastante confiado.
—Eso dijiste ayer y ya ves que sucedió... además, la maestra me dio instrucciones específicas de avisarle apenas llegara un Retador...
—Eso es extraño... bueno, en todo caso, creo que acabaré con el antes que puedas avisarle... —dijo con una gran sonrisa.

Ambos aprendices comenzaron a reír exageradamente, mientras Danot les veía extrañado y algo preocupado de que les podía estar causando tanta gracia.

—¿Qué es tan gracioso para éstos? —pensó Bisel, sintiéndose como alguien que no había entendido un chiste.

Después de su breve conversación, Vince regresó tranquilamente al campo de batalla, mientras el portero se apresuraba en buscar a su maestra, para evitar que ésta le aplicara un castigo, tal como lo había hecho con Vince por perder contra un oponente que no le pareció para nada difícil de vencer.

—¿Estás listo? ¡Usaremos dos Pokémon cada uno! —sentenció Vince.
—¡Comencemos entonces! —replicó Bisel.

Danot y Vince se colocaron cada uno a un lado del campo —el cual era, por ahora, un rectángulo imaginario—, viéndose fijamente el uno al otro, mientras la tensión llenaba la habitación; repentinamente, ésta se rompe al liberar cada uno su Pokémon inicial.

—¡Vamos Dratini! —ordenó Vince.
—¡Quagsire! ¡Hora de pelear!

En el lado de Vince fue liberado un Pokémon alargado, muy similar al Dragonair de Clair, aunque su cuerpo no superaba la mitad del largo del otro dragón, además que sus orejas eran más pequeñas y sus ojos eran de un color lila —que le daban una apariencia tierna—; frente al pequeño dragón, se materializó otra criatura, de poco menos de metro y medio de altura, de mirada despreocupada, patas cortas y una gruesa y algo curvada cola; su piel celeste parecía cubierta por una viscosa cubierta, que le daba una apariencia resbalosa.

Sin estar al tanto que la batalla estaba comenzando, el portero finalmente había ubicado a su maestra, quien se encontraba en la terraza del Gimnasio, que daba hacia el norte de la instalación; la Líder bebía una taza de café mientras contemplaba el lago que separaba al gimnasio de las montañas al norte de la ciudad.

—Maestra, disculpe que le interrumpa...
—¿Qué sucede? —preguntó, dejando de lado su taza de café.
—Ha llegado un retador, y en estos momentos está peleando con Vince...
—¿En serio? Bien, iré enseguida —respondió con peculiar ánimo.

De vuelta en el campo de batalla, ambos Entrenadores parecían medirse, ya que ninguno había ordenado a su Pokémon atacar, intentando de ese modo desconcentrar al contrario.

—Vince se ve calmado... quizá... ¡Quagsire! ¡Rayo de Hielo! —ordenó.
—¡Quag! —asintió la Pokémon salamandra, mientras había su gran boca para atacar.
—¡Pantalla de Luz! —ordenó Vince rápidamente.
—¡Nii! —gruñó el pequeño dragón, mientras un muro de luz parecía formarse alrededor de él.

Para desazón del Entrenador de ciudad Cherrygrove, la técnica defensiva de Dratini impidió que éste recibiera mucho del daño del rayo congelante; aún así, la batalla recién comenzaba, por lo que no era momento de desesperarse.

—¡Quagsire! ¡Usa tu Golpe de Cuerpo! —le ordenó Danot.
—¡Esquívalo y envuélvelo! —fue la respuesta de Vince.

No con mucha velocidad, Quagsire intentó golpear al Dratini de Vince con todo su peso, pero éste pudo esquivarlo con relativa facilidad, para luego envolverlo apenas (dado que su cuerpo no era muy largo y Quagsire no era precisamente un Pokémon pequeño), pero para su sorpresa, su agarre no fue efectivo al resbalar su piel al contacto con la de su oponente.

—¡Ahora! ¡Rayo de Hielo! —ordenó Danot.

Quagsire nuevamente abrió sus fauces y disparó el cúmulo de partículas heladas hacia el pequeño dragón, liberándose de su infructuoso agarre y mandándole casi al otro lado de la habitación; aunque la Pantalla de Luz le protegía de ataques especiales, dada la corta distancia del último ataque, el daño había sido considerable esta vez.

—¡No debemos arriesgarnos! ¡Dratini! ¡Hora de tu ataque Enfado!
—¡Niii! —gruñó el dragón, mientras su cuerpo comenzaba a emitir una gran cantidad de energía, la cual se manifestaba como un aura naranja brillante que le rodeaba completamente.
—¿Enfado?

Ante la total sorpresa de Danot y Quagsire, el pequeño Pokémon frente a ellos lanzó una poderosa descarga de energía hacia su oponente, quien la recibió sin poder defenderse de manera efectiva ante tal poder destructivo.

—¡Demonios! —soltó un insatisfecho Danot.

No con mucha prisa, Clair llegó a un palco sobre el campo de batalla, no muy alto respecto al nivel del suelo, justo en el momento en que Quagsire era golpeada por el ataque Enfado del Dratini de Vince; a pesar del golpe, la expresión despreocupada de Quagsire no había cambiado, aunque su estado era bastante lamentable, por decirlo menos.

—Después de todo, si vino... veamos que puede hacer contra Vince... —pensó Clair, quizá con curiosidad o con deseos de ver vencido a Danot.

Pero lo peor no había pasado, ya que apenas había lanzado su primer ataque, Dratini estaba cargando nuevamente energía para lanzar el siguiente; ante tal situación, Danot pensó que, dada la escasa velocidad que Quagsire tenía respecto a su oponente, lo mejor era desaparecer.

—¡Quagsire! ¡Usa tu Niebla!
—¿Qué? ¿Te estás acobardando? —preguntó Vince, mostrándose arrogante ante su oponente—; ¡Rápido Dratini! ¡Atácalo!

Antes que Dratini pudiera lanzar siquiera su ataque, Quagsire liberó de sus fauces una espesa niebla negra que cubrió toda la habitación, obstruyendo la vista de todos los presentes, y como lógica consecuencia, haciendo que Dratini fallara el blanco de su ataque.

—¡Maldición!
—¡Hora de acabar! ¡Terremoto! —ordenó Danot.
—¿Qué dijo?

Para pesar de Vince, la visión de Quagsire no era afectada en gran medida por la niebla que cubría el campo de batalla, por lo que la onda expansiva generada por Quagsire al golpear el suelo impactó directamente a Dratini, y cuando por fin la niebla se disipó, el Pokémon de Vince yacía inconsciente en el suelo, en tanto Quagsire estaba algo agitada, cansada por el daño recibido.

—Dratini... —apenas pudo decir el aprendiz de Clair mientras regresaba a su Pokémon.
—¿Quagsire? ¿Puedes continuar? —preguntó Danot, preocupado por el lamentable estado de su Pokémon.
—Quag... —asintió la salamandra, aunque respiraba de manera agitada.
—Bueno, tú me obligaste a esto... ¡vamos! ¡Totodile!
—¡Toto!

El segundo Pokémon de Vince era un lagarto de piel azul, de poco más de medio metro; sus rasgos más distintivos eran su enorme quijada —que albergaba filosos dientes listos para morder— y sus ojos vivarachos, además de escamas rojas que sobresalían de su espalda y una banda de piel amarilla que cubría todo su pecho, hasta llegar al comienzo de sus cortos brazos, los cuales eran rematados por pequeñas pero afiladas garras.

—¡Vamos a acabarlo de una vez! ¡Ataque Cuchillada!
—¡Usa tu Niebla de nuevo! —ordenó Danot.

Pero para la total sorpresa de Danot, el Totodile de Vince fue más veloz de lo que pudo imaginarse, arañando con sus pequeñas, aunque afiladas garras a la salamandra, que poco podía hacer para defenderse —era obvio que el combate cuerpo a cuerpo no era su especialidad—; después de un par de ataques más, Quagsire quedó rendida ante tan feroz ofensiva.

—Quagsire, regresa... nunca pensé que ese tipo de Pokémon pudiera ser tan veloz... pero tengo al Pokémon ideal... ¡Vamos Raichu! —ordenó Danot, liberando su segundo Pokémon.

En reemplazo de Quagsire fue liberado un Pokémon poco más alto que Totodile, de pelaje naranja en todo su cuerpo —a excepción de su vientre, en el cual era blanco, y sus extremidades, que eran de un marrón algo oscuro—; su cola parecía un largo cable eléctrico cuya punta parecía un relámpago, además que sus vivarachos ojos negros, pequeñas boca y nariz, orejas alzadas y cortas y sus mejillas amarillas le daban una apariencia algo tierna; se trataba de Raichu, un Pokémon eléctrico que era la forma evolucionada de Pikachu.

—¡Rai rai! —exclamó alegre la ratona eléctrica.
—No, Raichu no... — se lamentaba Vince.
—Justo como lo había planeado... —pensó Danot, satisfecho—; ¡Raichu! ¡Rayo!
—Rai —asintió mientras la electricidad comenzaba a recorrer su pelaje.
—¿Rayo?... Totodile, esquívalo y dispara tu Chorro de Agua —ordenó Vince rápidamente, recuperándose de la impresión.

Mostrando nuevamente su poco usual velocidad, el Pokémon anfibio esquivó con cierta dificultad la descarga eléctrica y disparó su ataque de agua, el cual impactó a Raichu, dañándole un poco, aunque no tanto como Vince hubiera deseado que lo hiciera.

—¡Totodile! ¡Ataque Mordisco!
—¡Totou! —gruñó el pequeño reptil, mientras le abalanzaba con las fauces abiertas hacia donde se encontraba su oponente.
—¡Esquívalo con tu Ataque Rápido y luego lánzale otro Rayo!
—¡Rai!

Usando su veloz ataque, Raichu logró esquivar apenas la feroz dentellada que Totodile iba a darle —aunque le quedaron unas pequeñas marcas en su espalda—, y ya a una distancia de quizá 5 metros de su posición original, le lanzó un Rayo que golpeó directamente al Pokémon de gran quijada; algo aturdido, logró reincorporarse cuando el ataque contrario cesó, pero se notaba el cansancio en su normalmente vivaz rostro.

—¡Raichu! ¡Termínalo con tu Mega Puño!
—¡Ataque Mordisco!

Con gran velocidad, Raichu se lanzó contra Totodile mientras su puño derecho se iluminaba con un fulgor blanco, y desplegó un poderoso golpe, mientras Totodile se lanzaba contra la ratona con las fauces abiertas, buscando morderle alguna zona vulnerable; el resultado de esto... el puño derecho de Raichu quedó atrapado dentro de las mandíbulas de Totodile, quien le miraba de manera no muy amistosa.

—¡Aumenta la presión Totodile!
—Raichu... Rayo —ordenó Danot, sin perder la compostura.
—Rai... —asintió, girándose a ver a su Entrenador.

Dada la orden, Raichu se giró nuevamente para ver a quien le tenía sujeta del puño, con una mirada menos amistosa aún que la que le lanzaba Totodile, como si disfrutará lo que iba a hacer a continuación, lo que causó que el pequeño lagarto comenzara a sudar frío; acto seguido, la ratona eléctrica liberó una gran descarga eléctrica que noqueó totalmente al cocodrilo, dándole la victoria a Danot, confirmado esto por la caída de un inconsciente Totodile.

—Totodile... ¿cómo pudimos perder contra él? —se lamentaba Vince, mientras regresaba a su Pokémon.
—Bien, eso fue interesante, pero ahora iremos a derrotar a la Líder... ¿Dónde podrá estar? —se preguntaba Danot, mientras buscaba con la vista cualquier posible lugar donde la maestra de Vince pudiera estar observando la batalla.

Motivada quizá por las últimas palabras que había escuchado de parte de Danot, y quizá para causarle una gran sorpresa que le diera una ventaja en batalla, Clair se colgó con una mano del palco y se dejó caer, para hacer un aterrizaje elegante, casi perfecto.

—Si tanto me buscas, aquí estoy —exclamó Clair, viendo con desagrado a su futuro Retador.
—¡¿Tú eras la Líder?! —preguntó Danot en voz alta, al haber quedado sorprendido no tanto por el aterrizaje, sino por el hecho que la terrible Líder de Gimnasio de la que había escuchado y la chica que le había prendado eran la misma persona.
—Sí, soy yo... ¡y ahora podré desquitarme por lo que sucedió!
—¿Qué me perdí? —preguntó Vince repentinamente, causando que Clair se pusiera toda roja al recordar lo acaecido el día anterior.
—¡¡¡Eso no es de tu incumbencia!!! ¡¡¡Ve y llama al Réferi, antes que me enoje de verdad!!!
—Sí maestra —respondió apenas un intimidado Vince, quien corrió a toda prisa para informarle al Réferi que se necesitaba su presencia para una batalla de Gimnasio oficial.

Así, mientras Vince corría, Clair y Danot se veían a los ojos fijamente, viéndose en ambos el mismo fervoroso deseo de combatir, aun cuando sus motivaciones, por esas cosas raras que suceden a menudo, eran diametralmente opuestas.[/font]
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Mensaje por Danot Okino »

bueno, el round 7 listo... debo decir que es de mis favoritos (además de mi orgullo como pseudo-escritor xD)

Round 7 — Confrontación — Sentimientos antitéticos

Gimnasio de ciudad Blackthorn, 18 de Octubre, 5:59 PM

Habían pasado unos pocos minutos desde que Danot lograra vencer a Vince, el mejor aprendiz de Clair, Líder de Gimnasio de ciudad Blackthorn; por órdenes de su maestra, Vince fue a buscar al Réferi para que arbitrara la batalla de Gimnasio oficial que sostendría con Danot, a quien veía fijamente a los ojos, con deseos de vencerlo de manera humillante por lo que ella consideraba una grave ofensa a su persona; irónicamente, el joven Retador le veía y sentía deseos de vencerle para después poder expresar lo que sentía por la Líder... una ironía del destino, si gustan de llamarlo así; viendo que Vince tardaba un poco, el joven de ciudad Cherrygrove decidió aprovechar la oportunidad de siquiera poder iniciar una conversación amistosa con la Entrenadora que le había cautivado, aunque consideraba que no sería fácil, al recordar las palabras que hace poco minutos había dirigido hacia su persona.

—Nunca pasó por mi mente que tú fueras la Líder de este Gimnasio... y yo que pensaba ir a buscarte luego de esta batalla...
—¿Y para qué rayos ibas a hacerlo?... ¡Prepárate, porque voy a masacrarte en el campo de batalla! —le gritó, para luego dirigirse hacia su lugar, al ver que Vince ya había regresado con el Réferi oficial.
—Qué orgullosa —se lamentaba Danot, al pensar que con esas palabras había metido la pata.

Con el Réferi presente, y Clair ya en su lugar, Danot se apresuró en entregarle al primero su tarjeta, y luego de la revisión, ambos se dispusieron a tomar su posición correspondiente; en ese ínterin, la Líder de Gimnasio le ordenó a su aprendiz descubrir la piscina debajo del suelo, y con el campo de batalla adecuado a lo que Clair requería para el desafío, el Réferi dio el visto bueno para comenzar la batalla.

—¡Este será una batalla de Gimnasio oficial por la medalla Rising del Gimnasio de ciudad Blackthorn, entre la Líder Clair Fusube y el Retador Danot Bisel de ciudad Cherrygrove! ¡Ya conocen las reglas, así que pueden comenzar! —decretó, mientras levantaba los banderines que llevaba en cada mano.

—¡Esta será tu derrota, Danot! ¡Ve Dragonair!
—¡Iu! —exclamó el dragón al ser liberado, para luego sumergirse en el agua.
—¿Eso crees? ¡Vamos por esa medalla, Sneasel!
—¡Snii! —chilló la pequeña criatura de color lila, quien se paró al filo de la piscina, observando con malicia a su oponente.
—¡Rayo de Hielo! —ordenó Danot de forma repentina.
—¡Esquívalo con Agilidad y dispárale tu Llamarada!
—¡Cuidado!

A gran velocidad, la Sneasel shiny de Danot lanzó el rayo congelante hacia el agua, ataque que Dragonair esquivó con su técnica de aumento de velocidad —que cubrió su cuerpo con una intensa aura celeste—, tras lo cual disparó una potente descarga de fuego —mientras sus ojos tomaban una coloración similar a ese elemento— que tomó una forma particular, de cinco apéndices de fuego provenientes de un pequeño centro, la cual fue evitada apenas por Sneasel cuando ésta se lanzó al agua de la piscina.

—¡Ese fue un gran error! ¡Dragonair! ¡Envuélvela!
—¡Iu! —asintió el dragón, lanzándose a envolver a su oponente.
—¡Sal del agua con tu Ataque Rápido!
—¡No dejes que escape! —ordenó Clair.

Con mucha dificultad, Sneasel inició su Ataque Rápido, pero el incremento de velocidad de Dragonair le permitió atraparla antes que saliera del agua; así atrapada, no parecía tener muchas posibilidades de ganar.

—¡Ahora llévala bajo el agua! —le indicó una inmisericorde Líder de Gimnasio.
—¡Sneasel, libérate como puedas! —le animó Danot, quien no podía pensar una manera de ayudar a su Pokémon.

Así, ambos Pokémon siguieron sumergiéndose en el agua, con Dragonair aumentando poco a poco la presión ejercida sobre su presa; Sneasel sentía que poco a poco se quedaba sin aire, quizá porque no estaba habituada a pasar largo tiempo bajo el líquido elemento, a diferencia del dragón, quien parecía muy cómodo en dicho ambiente.

—Será riesgoso, pero... ¡Sneasel! ¡Rayo de Hielo!
—¿Qué? —Clair no había pensado que Danot se atrevería a ordenar tal cosa con su Pokémon bajo el agua.

Juntando fuerzas de flaquezas, la Pokémon oscura abrió sus finas fauces y disparó su Rayo de Hielo como pudo, con tan buena suerte que pudo golpear a Dragonair y lograr que aflojara su agarre, cosa que la Pokémon oscura / hielo aprovechó para escapar y salir a la superficie, jadeando; Dragonair también emergió a la superficie, visiblemente afectado por el último ataque recibido.

—¡Dragonair! ¡Acábala con tu Hiperrayo!
—¡Iuuu! —gruñó el dragón, mientras cargaba energía para su devastador ataque.
—¡No le dejes! ¡Rayo de Hielo!

Una menos agitada Sneasel se colocó en posición de ataque, disparando nuevamente su helado ataque, el cual se dirigió rápidamente hacia Dragonair; cuando el ataque iba a impactarle, el dragón disparó su Hiperrayo, el cual colisionó con el Rayo de Hielo de Sneasel; así, ambos Pokémon comenzaron a potenciar sus pulsaciones de energía, que pugnaban cada una por superar a la otra, cosa que logró el Hiperrayo de Dragonair.

—¡Esquívalo y Bola Sombra! —pudo ordenar apenas Danot, ante el inminente peligro que corría su Pokémon.
—¡Dragonair! ¡Cuidado!

Haciendo gala de su gran velocidad, Sneasel esquivó el Hiperrayo de Dragonair —el cual impactó lugar donde se encontraba Sneasel, muy cerca de Danot, quien se cubrió el rostro para no respirar la polvareda generada por tal impacto—, y corriendo por los bordes de la piscina hasta llegar a una posición adecuada, lanzó un cúmulo de partículas oscuras —generadas entre sus garras— hacia Dragonair, quien cansado por el uso de Hiperrayo, poco pudo hacer para defenderse, quedando así inconsciente.

—¡Dragonair no puede continuar! —decretó el Réferi, ondeando su banderín verde hacia el lado de Danot.
—Maldición... —masculló la Líder de Gimnasio, mientras regresaba a su Dragonair.
—¡Bien hecho Sneasel!
—¡Snii! —asintió la Pokémon de afiladas garras, con una expresión alegre, inusual en ella.
—Ya verás... ¡Rhydon, hora de acabarlos! —exclamó la Líder de Gimnasio, liberando a su segundo Pokémon.
—¿Rhydon?

Frente a los ojos de un sorprendido Danot fue liberado la segunda Pokémon de Clair: una criatura bípeda de piel rocosa, similar a una armadura, de poderosos brazos cortos, masiva y musculosa cola, en una cuyo fiero rostro se alzaba orgullosamente un largo cuerno —que a toda vista parecía hecho del metal más resistente—; dicha Pokémon —cuya altura no sobrepasaba los dos metros— golpeaba insistentemente el suelo con su pierna izquierda, quizá impaciente por comenzar la batalla.

—¡Continúen la batalla! —ordenó el Réferi.
—¡Lanza tu ataque Pedrada!
—¡Guaoo! —gruñó Rhydon, mientras abría su gran boca y comenzaba a disparar una lluvia de piedras del tamaño de pelotas de tenis.
—¡Sneasel! ¡Esquívalo y Rayo de Hielo!

Intentando usar nuevamente su gran velocidad, la Sneasel shiny de Danot intentó esquivar la andanada de pétreos proyectiles, lo que logró al principio, pero su cansancio le traicionó, recibiendo así mucho impactos, con el consecuente daño producto de ellos; aún dispuesta a pelear, la Pokémon oscura se colocó frente a su Entrenador, quien le veía preocupado.

—¡Rayo de Hielo!
—¡Snii!

Con la poca fuerza que le quedaba, Sneasel lanzó su ataque de hielo ante la invariable expresión de autoconfianza de Clair, cosa que no parecía encajar con la posibilidad de que Rhydon recibiera un ataque que le podría lastimar sobremanera.

—¡Ventisca! —ordenó Clair repentinamente.
—No lo creo...

Ante la atónita mirada de Danot, el Rayo de Hielo de su Sneasel se vio detenido y absorbido por ataque de viento y nieve que la Pokémon oponente liberaba de sus enromes fauces; en cuestión de segundos, tan poderoso ataque impactó a Sneasel, dejándole fuera de combate.

—¡Sneasel no puede continuar!
—Sneasel... regresa... —Danot parecía algo afectado por la derrota de su Pokémon.
—¡Vamos! ¡Manda a tu siguiente Pokémon! ¿O has decidido rendirte?
—Buen trabajo... ¡Starmie! ¡Vamos por ellos! —exclamó Danot, mientras liberaba al Pokémon misterioso.
—¡Mii! —apenas fue liberado, Starmie se lanzó a la piscina de claras aguas, quizá para usarla como un escudo contra su oponente.
—¡Continúen la batalla! —solicitó el Réferi.
—¡Rhydon! ¡Repite tu ataque Ventisca!
—Starmie... ya sabes que hacer... —le comandó Danot, mientras chequeaba en sus lentes los datos del Rhydon de Clair.

La gran Pokémon taladro volvió a abrir sus fauces para lanzar su helado ataque, pero antes que un solo cúmulo de nieve fuera liberado, el núcleo de Starmie comenzó a brillar en un resplandor azul, señal del uso de su poderoso Ataque Psíquico, el cual paralizó totalmente a Rhydon, dejándole a merced de su oponente.

—¡Libérate Rhydon!
—No le dejes... haz que se dé un chapuzón —ordenó Danot, no sin algo de sarcasmo en esa orden.

A pesar de la resistencia de Rhydon a ser manipulada por los poderes psíquicos del Pokémon misterioso, poco o nada pudo hacer para evitar que Starmie le arrojara violentamente hacia el centro de la piscina; sin embargo, para total sorpresa de Danot y Starmie, Rhydon emergió intacta, y no parecía molestarle para nada estar rodeada de agua.

—¿Pero cómo?
—No te lo esperabas, ¿verdad?... ¿Creíste que sólo liberé a Rhydon porque tenía ventaja contra tu Sneasel, sin qué me asegurara que el agua no le dañaría?
—Y eso significa que conoce el ataque Surf... pero eso no significa que el agua no le vaya a dañar... ¡Starmie! ¡Usa tu ataque Surf!
—¡Rhydon! ¡Atraviesa esa olita con tu Megacuerno!
—¡Guaoo! —asintió el tipo roca, mientras su largo cuerno se iluminaba en un fulgor verdoso.

Mientras Rhydon nadaba velozmente hacia la posición de Starmie, éste conjuraba una gran ola con el agua de la piscina, la cual impactó contra la Pokémon de Clair, frenando parcialmente su avance; empero, la gran fuerza del ataque de la Pokémon taladro le permitió atravesar la maza de agua, impactando de manera violenta a su oponente, y mandándole a volar.

—¡Remátalo con tu ataque Pedrada!
—¡Rápido! ¡Rayo de Hielo!

Aún estando en el aire, Starmie logró girar su cuerpo de tal manera que le apuntó directamente a Rhydon el rayo lanzado desde su núcleo, además de congelar gran parte del agua de la piscina, incluyendo la parte inferior del cuerpo de Rhydon —que aún permanecía sumergida—; tras esto, la colosal Pokémon taladro quedó fuera de combate, mientras Starmie, algo cansado, aterrizaba en la ahora congelada superficie de la piscina.

—¡Rhydon ha sido derrotada!
—¡Rhydon, regresa! —ordenó Clair, amargamente.
—¡Vamos Starmie! ¡Una victoria más!
—¡Eso será sólo si puedes vencer a este Pokémon! ¡Kingdra! ¡Hora de pelear!
—¿Kingdra? —se preguntó Danot, algo extrañado, pues conocía a ese Pokémon sólo por lo que había escuchado de otros Entrenadores, pero nunca había visto uno.

Así, en el agua de la piscina que aún permanecía en estado líquido fue liberado el último Pokémon de Clair: un Pokémon de quizá un metro ochenta de altura —aunque lo que sobresalía del agua era poco menos de un metro—, cuyo cuerpo estaba cubierto mayormente por gruesas escamas azules y celestes; de boca alargada y ojos rojos, en su cabeza se mostraban orgullosos cuernos de similar composición a su piel y elegantes aletas laterales, además de una fina aleta dorsal blanca; su mirada calmada hacía ver que dicho Pokémon tenía gran confianza en sus propias habilidades, al igual que su Entrenadora.

—¡Tuuu! —gruñó el dragón más confiable que Clair tenía bajo su mando.
—Ese Pokémon se ve muy fuerte, así que primero... ¡Starmie! ¡Sácalo del agua con tu Ataque Psíquico!
—¡Nada de eso! ¡Kingdra! ¡Hidrobomba!

Con algo de esfuerzo —dado el cansancio que había significado su feroz batalla con Rhydon— Starmie logró elevar un poco a Kingdra, pero éste aprovechó el ángulo que le había dado su oponente para hacerlo un mejor blanco para dispararle su poderoso ataque tipo agua, el cual impactó fuertemente en Starmie, haciéndole perder su concentración y dejar libre a Kingdra de las ataduras psicokinéticas a las que le había sometido; se hacía evidente que Starmie estaba llegando a sus límites.

—Rayos... ¡Starmie! ¡Trata de sacarlo de nuevo del agua!
—¿Crees qué eso funcionará dos veces? ¡Kingdra! ¡Usa tu Ciclón!
—¡Tuuu! —exclamó el dragón, mientras movía las aletas de su cabeza.
—¡Esquívalo!

Con gran velocidad, el Kingdra de la Líder de Gimnasio conjuró una gran tromba de agua que se dirigió velozmente hacia Starmie —la dirección del ataque parecía ser controlada por las aletas laterales que Kingdra agitaba insistentemente—, atrapándole y haciéndole despegarse de la capa de hielo, para girar inmóvil en medio del impresionante ataque de su oponente.

—¡Libérate con tu Ataque Psíquico!
—¡Hiperrayo! —ordenó Clair, decidida a finalizar esa batalla a la brevedad posible.

El núcleo de Starmie nuevamente adquirió ese brillo cerúleo característico de ese ataque, con lo cual pareció paralizar a Kingdra —con la consecuente disminución de velocidad del Ciclón—; sin embargo, nadie notó que Kingdra estaba cargando las partículas energizadas en su alargada boca, y en un momento que sintió que Starmie debilitaba su restricción psíquica, Kingdra lanzó su devastador ataque, impactando directamente a Starmie y estampándole contra la pared tras Danot.

—¡Starmie! —exclamó Danot, corriendo a auxiliar a su Pokémon.
—¡Starmie es incapaz de continuar! —decretó el Réferi, levantando su banderín rojo hacia el lado de Clair.
—Bien hecho Kingdra —le felicitó la Líder de Gimnasio.
—¡Tuu!

En tanto Kingdra recuperaba el aliento por el uso del Hiperrayo, Danot se apresuró en regresar a su Starmie, y en el camino de regreso a su lugar —el cual le pareció que duró siglos, dada la derrota de su Pokémon más fuerte— pensaba que conseguir la victoria sería bastante difícil ahora; no obstante, no podía rendirse, no frente a la mujer que le tenía embelesado... “no puedo mostrarme débil, no ante ella”, pensó, tras lo cual, tomó la Pokébola de su último Pokémon, quizá no el más fuerte de todo su equipo, pero sí uno de los más confiables.

—Retador Danot, mande su Pokémon o será descalificado —le advirtió el Réferi.
—Eso haré... ¡Adelante! ¡Charmeleon!
—¡Chaar! —gruñó el lagarto shiny al ser liberado.
—¿Un Charmeleon?... Ja —le despreció la Líder en sus pensamientos.
—¡Continúen la batalla!
—Kingdra aún está recuperándose... ¡Charmeleon! ¡Hora de la Danza Dragón!
—¡¿Danza Dragón?! —Clair había quedado totalmente desconcertada por tal orden por parte de su contendiente.
—¡Char! —asintió el tipo fuego.

Charmeleon comenzó a correr —casi patinando— sobre el agua congelada de la piscina, ejecutando piruetas acrobáticas mientras su áureo cuerpo de poco más de un metro se iluminaba con un aura azulada; conforme ejecutaba su técnica, su velocidad se incrementaba más y más.

—¡Kingdra! ¡Detenlo con tu Hidrobomba!
—¡Tuu! —asintió el dragón, para después desplegar su mortífero disparo de agua.
—¡Esquívalo y sigue usando tu Danza Dragón!

Con gran destreza, el Pokémon tipo fuego logró esquivar cada ataque que Kingdra le lanzaba; cuando el dragón cesó su ofensiva para tomar un respiro, Clair pudo notar que el aura alrededor de Charmeleon se había incrementado de manera considerable, además que su masa muscular parecía haberse engrosado y estar muy tensa, a la espera de desplegar un gran poder; incluso, llegó un momento en que la Líder de Gimnasio pareció ver que el aura azulina se transfiguraba en pequeños dragones que recorrían el cuerpo del Pokémon de Danot.

—¡Ahora Charmeleon! ¡Cuchillada!
—Rayos... ¡Kingdra! ¡Repite tu ataque Ciclón y detenlo de una buena vez!

Charmeleon levantó su garra derecha y se lanzó directamente hacia Kingdra a toda velocidad, en tanto éste comenzaba a formar nuevamente una tromba con el agua que le rodeaba, tras lo cual lanzó frontalmente dicho ataque; no obstante, Charmeleon lo esquivó con un derrape en el hielo, y se lanzó nuevamente contra un ya indefenso Kingdra, golpeándole con sus afiladas garras en su antebrazo derecho —las cuales, al momento de lacerar el pecho de Kingdra, parecieron ser rodeadas por un par de pequeños dragones formados por el aura azul que circulaba dicho antebrazo—; dada la fuerza de tal ataque, el Pokémon agua / dragón salió despedido fuera de la piscina, tal como Danot había planeado; sin embargo, para su total sorpresa, el algo maltrecho Kingdra de Clair aterrizó sobre su cola, con la cual parecía sostenerse en el suelo sin muchos problemas.

—De verdad qué sus Pokémon son excepcionales... —pensó Danot, dándose cuenta que su plan no había sido del todo adecuado, pero aún así debía seguir—; ¡Charmeleon! ¡Acábalo con otro ataque Cuchillada!
—¡Agilidad! —ordenó Clair repentinamente.
—¡Tuu! —asintió el dragón.

Para sorpresa y desazón de nuestro amigo, la Agilidad de Kingdra le permitió esquivar apenas la mortal Cuchillada de Charmeleon; era obvio que, a pesar que Kingdra estuviera fuera del agua, no iba a ser fácil de vencer.

—Charmeleon no soportaría un incremento más de la Danza Dragón... debemos atacar como sea... ¡Lanzallamas!
—¡Char!
—¡Sigue con tu Agilidad y luego dispara tu Hidrobomba!
—¡Tuu!

El Pokémon flama abrió sus fauces para disparar su torrente de fuego, el cual fue esquivado con cierta facilidad por un Kingdra ahora envuelto en una aura celeste —dado el incremento de velocidad de su Agilidad—; luego, el gran hipocampo disparó nuevamente su ataque de agua, el cual golpeó parcialmente a Charmeleon, dañándole y ocasionando que el aura que le rodeaba disminuyera notablemente.

—Rayos, el efecto de la Danza Dragón está desapareciendo... ¡Charmeleon! ¡Danza Dragón una vez más!
—¡No lo hará! ¡Kingdra! ¡Atrápalo con tu Ciclón!
—¡Tuuuu! —exclamó el dragón, mientras conjuraba nuevamente su poderoso ataque.

Un Charmeleon algo cansado comenzó a moverse nuevamente de manera acrobática sobre la capa de hielo bajo él, rodeándose nuevamente de esa aura azulada; sin embargo, al estar cansado, el lagarto de fuego no pudo evitar ser atrapado en el vórtice, siendo dañado por el ataque y desvaneciéndose totalmente el aumento de poder de la Danza Dragón.

—¡¡¡Charmeleon!!! —exclamó Danot, mientras veía impotente como su Pokémon era arrastrado por la poderosa tromba de aire.
—Regresa al agua y acábalo con tu Hiperrayo —ordenó sin misericordia la Líder de Gimnasio.
—¡Trata de liberarte con tu Lanzallamas! —ordenó Danot en su desesperación.

Kingdra regresó rápidamente al agua —mientras el aura celeste alrededor de él se desvanecía también— y apuntó su mirada hacia el tornado, en la zona en la que se encontraba Charmeleon, para disparar su devastador rayo de partículas cargadas, el cual se dirigió velozmente hacia su objetivo; cuando tal ataque estuvo a pocos metros de impactar la tromba, una cegadora luz blanca iluminó el interior de ésta, para que después, un torrente de fuego proveniente del interior —uno de mayor intensidad que los previos—, el cual atravesó la tromba y colisionó con el Hiperrayo, para luego hacerlo retroceder, al punto que obligó a Kingdra a cesar el ataque; cuando el Ciclón terminó de deshacerse por el efecto del Lanzallamas, se develó la figura de un gran dragón alado, un Charizard sin duda, aunque su piel era negra como el ébano más puro y la piel de sus alas se teñía en un rojo muy intenso.

—¡Charizard! —exclamó un emocionado Danot.
—¿Evolucionó? No puede ser... —dijo apenas una patidifusa Clair.
—¡Guaaaaaar! —rugió el dragón de piel negra, contemplando extasiado a su oponente, seguramente ansioso por continuar su batalla.
—¡Rayos! ¡Kingdra! ¡Acábalo con tu Hidrobomba!
—¡Esquívalo con tu Danza Dragón!

Ahora que poseía la habilidad de volar, el Charizard de Danot logró esquivar con mayor facilidad el disparo de agua de su oponente con una elegante pirueta aérea, mientras todo su cuerpo era rodeado por el aura azulada característica de la Danza Dragón.

—¡Tu Ciclón! ¡Ya! —ordenó Clair, quien sentía que la victoria se le estaba escapando de las manos.
—¡Tuuu! —exclamó Kingdra, algo cansado aunque aún dispuesto a luchar.
—¡No lo dejes! ¡Usa tu Lanzallamas contra ese Ciclón!
—¡Cuidado Kingdra!

Ni bien el Pokémon agua / dragón culminó la formación de su ataque Ciclón, un veloz Charizard disparó su Lanzallamas contra la base del mismo, generando una explosión que Kingdra hubiera recibido en pleno rostro de no haberse sumergido en la poca agua líquida de la piscina.

—¡Ahora! ¡Danza Dragón otra vez!
—¡Maldición! ¡Kingdra! ¡Tu Hidrobomba! —ordenó con desesperación.
—¡Esquívala! —ordenó el Entrenador de Cherrygrove, chequeando el estado tanto de Charizard como de Kingdra con sus lentes.

Como hizo antes, el dragón ígneo esquivó la Hidrobomba de Kingdra, quien ya mostraba signos de extenuación —el sudor recorría su piel y respiraba de manera agitada—; no obstante, su orgullo de dragón y el deseo de no defraudar a su Entrenadora le motivaba a seguir luchando, sin importarle las consecuencias, así que se decidió a disparar otra Hidrobomba, la que Charizard también la esquivó —apenas esta vez—, al tiempo que el aura que le rodeaba había alcanzado el nivel dos, con sus músculos ya tensados.

—¡Hiperrayo!
—¡Ataque de Ala!

Haciendo gala de su aumento de velocidad, el Pokémon de fuego apresuró el vuelo mientras sus majestuosas alas tomaban un fulgor blanco al extenderse a toda su envergadura; así, esquivó el Hiperrayo de su oponente, para luego golpearlo con su ala izquierda, siendo el golpe tan contundente por el aumento de ataque, que noqueó a Kingdra en el acto, mientras una indefinible expresión se formaba en el rostro de Clair al presenciar tal cosa.

—¡Kingdra no puede continuar! ¡El retador Danot gana la batalla! —decretó finalmente el Réferi, al levantar el banderín verde en su mano derecha y ondearlo hacia donde se encontraba el Retador, quien apenas salía de su asombro por haber conseguido la victoria de manera tan dramática.
—¡Bien hecho Charizard! —exclamó Danot, mientras se acercaba y abrazaba a su recién evolucionado Pokémon.
—¿Cómo pude perder? ¿Por qué justo contra él? —se lamentaba la Líder mientras regresaba a su Pokémon, al tiempo que lágrimas de amargura comenzaban a brotar, para luego recorrer su níveo rostro.

Declarada formalmente la victoria, Danot regresó a su cansado Charizard para que tomara un buen descanso, y decidió acercarse hacia la Líder de Gimnasio —quizá para felicitarle por tan excelente batalla, pero apenas notó esto, la Líder de Gimnasio, aún soltando lágrimas, se marchó corriendo hacia la salida más próxima, la cual daba al lago; viendo esto, el joven de Cherrygrove decidió seguirle lo más rápido que pudo.

—¡Espera! —fue lo único que pudo decir antes que Clair atravesara el umbral.
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Danot Okino
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Mensaje por Danot Okino »

[font="Verdana"]Round 08 — ¿Tregua?

Ciudad Blackthorn, 18 de Octubre, 7:03 PM

La noche había cubierto ya a ciudad Blackthorn con su manto de oscuridad, aunque las estrellas, que le hacían más llamativo, cuales lentejuelas en una tela fina; aquel hermoso cielo estrellado era testigo del amargo llanto de Clair —Líder de Gimnasio de ciudad Blackthorn—, quien de rodillas frente al lago iluminado por la luz de la Luna, no se perdonaba a sí misma el hecho de perder un desafío precisamente contra quien consideraba la persona más despreciable que había conocido en toda su vida; segundos después, esa persona, Danot Bisel de ciudad Cherrygrove, llegó al lugar donde se encontraba ella, y si bien sentía que era su oportunidad para poder decirle lo que sentía, algo le decía que quizá ese no era el momento adecuado.

—¿Estás bien? —preguntó Danot, tratando de ser lo más amable posible.
—¡¿Esto es lo qué quieres, verdad?! —le recriminó la mujer, mientras le lanzaba a Danot con mucha furia una de las medallas que llevaba en su cinto, para luego secarse las lágrimas.

El objeto golpeó el pecho del joven y cayó al suelo, así que éste se dispuso a recoger la prenda y observarla con detenimiento, tras lo cual observó a Clair a los ojos; al parecer, nuestro amigo ya había tomado una decisión.

—Sí, pero esto no es lo más importante para mí —dijo en tono suave, mientras guardaba la medalla en uno de los bolsillos de su chaleco.
—¿De qué hablas? —preguntó Clair, desconcertada por el extraño comportamiento de Danot.
—La verdad es que... —Danot se detuvo un momento para tomar aliento— ¡me gustas mucho, desde el primer momento en que te vi!

Las últimas palabras de Danot fueron para Clair como la gota que rebalsó el vaso, y en un arranque de cólera, la Líder de Gimnasio tomó su látigo y en un rápido movimiento, rodeó el cuello de Danot con éste, presionándole bastante.

—No estés jugando conmigo... no voy a aceptar que te burles de mí por lo que sucedió... —le recriminó Clair, mientras aumentaba la presión.
—No... no me referiría... a eso... —dijo apenas, sintiendo que, con cada segundo que pasaba, se le hacía más difícil respirar.

Notando que si seguía así terminaría asfixiando a Danot, Clair soltó su látigo y se alejó un poco de él, quizá porque quería escuchar todo lo que iba a decir o para evitar cargos policiales por intento de homicidio.

—No creas que voy a perdonarte... ya te lo he dicho...
—Eso fue un accidente y tú lo sabes... además ya me disculpe contigo... ¿no bastaba con eso? —replicó con un poco de dificultad, mientras se frotaba el cuello para mitigar el dolor.
—Pero no es tan simple como eso... ¿acaso tú quisieras qué cualquiera te viera así cómo tú lo hiciste conmigo? —le preguntó, mientras sus puños se cerraban, dejando escapar un sonido de constricción.
—Sólo para una persona que fuera especial para mí —respondió apenas Danot, quizá por primera vez entendiendo el porqué de la actitud de Clair.

Escuchar esas palabras de Danot pareció causarle un leve sonrojo a la Líder de Gimnasio, talvez por el hecho que alguien a quien consideraba un ser despreciable tuviera una idea similar respecto a su persona que la que tenía ella; sin embargo, no podía mostrarse débil ante el joven que tenía enfrente, por lo que decidió seguir hablando.

—En todo caso, me parece ridículo que esperaras terminar la batalla y decirme tales palabras; eso no es para nada original, sabes.
—Bueno, yo... —Danot intentaba esbozar una respuesta para tan contundente afirmación.
—¡Y mírate! ¡Eres un niño comparado conmigo! ¿Qué diría la gente?
—Ese tipo de cosas no me importan en lo absoluto... —respondió fríamente Danot.

Ese repentino cambio de tono sorprendió un poco a Clair, quien presentía había tocado una fibra sensible de alguien que tenía toda la apariencia de llevar una vida despreocupada; esto le intrigaba, pues quizá podía aprovecharlo a su favor para tener su tan ansiada revancha personal.

—Debo decir que fue tonto de tu parte pensar que por el hecho de vencerme iba a lanzarme a tus brazos apenas dijeras palabras de ese tipo...
—¿De verdad piensas eso? —preguntó, casi resignado.
—Incluso en el remoto caso que yo aceptara tener alguna relación de ese tipo contigo, como soy Líder de una Gimnasio con tanta historia en todo Johto, también deberías contar con la aprobación del Líder del Clan Dragón, mi abuelo...
—¿Qué es el Clan Dragón? —Danot había quedado intrigado por esas palabras.
—Ese es el nombre con que es conocida mi familia, cuyos miembros son usuarios de dragones Pokémon y administran este Gimnasio... yo pertenezco a la octava generación —declaró con orgullo.
—¿Sólo tu familia pertenece a ese clan? —preguntó el joven, aún sorprendido.
—Cualquiera que se una a mi familia forma automáticamente parte del clan... o quien llegue a ser Líder de Gimnasio aún sin pertenecer a la familia...
—Ser parte del Clan Dragón es muy rudo, por lo que veo...
—¿Estás asustado?... Es una lástima, porque pensaba darte una oportunidad... —le dijo Clair, con una actitud un tanto altanera.
—¿Y a qué se debe ese cambio? —preguntó Danot, extrañado.
—Perder contigo me ha demostrado que aún debo mejorar mis habilidades, así que no me vendría mal un compañero de entrenamiento, si estás dispuesto a ello; de ese modo, podría conocerte mejor y tomar una decisión...
—Entonces quieres que entrenemos juntos... pero si me quedo, quizá no pueda participar en la liga Johto que se realizará en unos meses... —dijo con tono pesimista.
—¿Qué es más importante para ti? ¿Competir en esa Liga o yo? —le preguntó Clair, con algo de malicia.
—Tú lo eres —respondió Bisel, mientras miraba a los ojos a la Líder de Gimnasio.
—Entonces regresemos al Gimnasio —le dijo la Líder, con tranquilidad.

Así, ambos Entrenadores se dispusieron a regresar al Gimnasio; en el camino, Clair pareció recordar algo importante, un rumor acerca de las Ligas regionales.

—Sabes... escuché hace poco un rumor... que no habría Liga Johto este año...
—¿De verdad? —preguntó Danot, a quien esa afirmación le había tomado totalmente desprevenido.
—Escuché de uno de mis Retadores, que estaba recolectando medallas para algo que llamaba Torneo Nacional...
—¿Torneo Nacional? —preguntó otra vez, cuando ambos ya habían atravesado el umbral norte del Gimnasio.
—Sí, una especie de Torneo que comprende a las regiones de Hoenn, Johto y Kanto, y se realizará en algunos meses... en todo caso, creo que hacen ese tipo de cosas más por motivos de lucro que por hacer un torneo competitivo...
—Eso parece...
—Y si quisieras participar, este entrenamiento conmigo te ayudaría mucho...
—Sin duda...

Después de ingresar al Gimnasio y disculparse ambos con el Réferi por abandonar repentinamente el campo de batalla y hacer oficial ante éste la victoria de Danot; después que el representante de la Liga Pokémon se retirara, Clair y Danot se dirigieron a un cuarto al lado del campo de batalla principal —donde estaba alojada la computadora principal del Gimnasio—; la Líder de Gimnasio tomó una silla cercana y se sentó frente al aparato, para crear un registro de su reciente batalla.

—Necesito tu Tarjeta de Entrenador... —dijo, mientras se giraba hacia donde se encontraba el joven.

Rápidamente, el Entrenador de Cherrygrove le entregó el objeto plástico a Clair, quien la colocó en uno de los dispositivos periféricos del computador, el cual comenzó a leer el chip insertado en la tarjeta, para luego certificar la victoria de Danot y el depósito de efectivo por tal logro; acabado el proceso, el dispositivo expulsó la tarjeta, la cual Clair tomó y le devolvió a Danot, además de tomar un pequeño disco guardado en un cajón cercano.

—Ahí tienes tu tarjeta, y también esta MT de Dragoaliento...
—Gracias —respondió, mientras recibía ambos objetos.
—Terminado esto... es tiempo de ponernos de acuerdo respecto a nuestro entrenamiento...
—Bien.
—A partir de mañana te alojarás en el Gimnasio, junto con mis aprendices; llega a primera hora con todas tus cosas y todos tus Pokémon.
—Eso haré.
—Pero te advierto, el entrenamiento que tendremos será muy duro; si quieres retractarte, esta es tu última oportunidad.
—No, nunca me retractó de nada... continuaré con esto —dijo con seguridad.
—Es tu decisión entonces... en todo caso, se hace tarde...
—Cierto... bueno, nos veremos mañana... adiós —se despidió el joven.
—Adiós —dijo parcamente la Líder de Gimnasio.

Con la seguridad de haber conseguido su objetivo (o al menos una buena oportunidad para hacerlo), Danot se retiró raudamente del Gimnasio, rumbo al Centro Pokémon; mientras, aún en el Gimnasio, Clair se puso de pie y apagó el computador, tras lo cual colocó en una máquina restauradora las tres Pokébolas que había usando en su batalla, para luego retirarse a sus aposentos a descansar.

—Pobre... si supiera que planeo usarlo para entrenar y luego rechazarlo... esa será mi revancha perfecta...

Mientras la Líder de Gimnasio se dirigía al ofuro a tomar un relajante baño, Danot llegó a la tintorería que encontró en la mañana y recogió su ropa limpia, para después dirigirse al Centro Pokémon, y ya en la recepción, dejó a sus monstruos al cuidado de Joy, al tiempo que averiguaba la condición de sus otros Pokémon; después, sabiendo que sus Houndoom y los demás estaban mucho mejor, Danot se dirigió hacia los videoteléfonos y después de insertar una moneda, marcó rápidamente el número de su casa para hablar con Yamen.

—¡Danot! ¿Cómo te fue en tu batalla? —preguntó entusiasmado el mayor de los Bisel.
—Gané la medalla Rising; ¿qué esperabas?
—Modesto como siempre... y bueno, ya que tienes tus ocho medallas, espero que regreses pronto a casa, antes de que participes en la liga Johto...
—Pues no... me quedaré a entrenar aquí por un tiempo... quizá un par de meses...
—¿En serio? ¿Y qué pasó con ese ferviente deseo por competir que mencionaste la última vez qué estuviste aquí?
—En realidad, he tomado esta decisión porque hay un rumor... algo de un Torneo Nacional...
—Yo también escuché acerca de eso, pero no le tomé mucha importancia —admitió Yamen, algo apenado.
—En todo caso, no estaría mal que lo averigües entre tus amigos científicos...
—Entiendo... déjalo en mis capaces manos —dijo con orgullo.
—Y tú dices qué peco de falta de modestia... como sea, también necesito que transfieras aquí todos mis Pokémon.
—¿Todos tus Pokémon? ¿Entonces lo del entrenamiento iba en serio?
—¡Claro! ¡En qué estabas pensando! —exclamó Danot, algo apenado.
—En nada, en nada —se excusó mientras hacía un ademán con ambas manos, quizá para mitigar la reacción de su hermano menor—; bien, te los mandaré enseguida —dijo, mientras se levantaba de su asiento, seguramente a buscar las Pokébolas que Danot le había encargado.

—Así, Danot fue recibiendo, una a una, todas las Pokébolas que contenían a los monstruos que había capturado durante su viaje, hasta qué, pasados unos minutos, la transferencia concluyó exitosamente; acto seguido, Danot colocó cuidadosamente cada esfera en su mochila, para poder estar listo para a primera hora, aunque después debería comprar algunas cosas en el Mercado Pokémon local.

—Bien Danot, eso es todo; ¡buena suerte en tu entrenamiento!
—Gracias; te llamaré en unos días... salúdame a Mina, por favor...

Finalizada la llamada telefónica, Danot regresó a la recepción, donde Joy le hizo saber que los Pokémon que habían peleado en la tarde estarían en perfectas condiciones para la mañana siguiente, y que los otros requerían algo más de descanso; sabiendo eso, el joven se dirigió a su alcoba a descansar, para poder recoger sus Pokémon temprano y dirigirse al Gimnasio de Clair.

—Sí, mañana será un gran día —pensó, ya recostado en su cama.

A la mañana siguiente, después de haber recogido sus Pokémon y desayunar algo ligero, Danot se dirigió directamente al Gimnasio Pokémon local, y tras ser recibido por el portero del lugar, se encontró con Clair —quien llevaba una larga chaqueta celeste de cremallera y mangas blancas, pantalones cortos ajustados y guantes de color negro, además de zapatillas deportivas azules—; al parecer, la Líder de Gimnasio le llevaba esperando ya un buen rato.

—Llegas tarde... pensé que te habías acobardado a último momento —dijo irónicamente la mujer—; ¡Vince! ¡Trae un uniforme para él!
—¡Sí maestra! —exclamó el aprendiz, mientras corría al almacén cercano, para regresar unos minutos después, con una caja, la cual le entregó a Danot.
—Tienes diez minutos para alistarte —le dijo al joven al Cherrygrove—; los demás, hoy practicaran batallas entre ustedes.
—¡Sí maestra! —respondieron los cinco aprendices al unísono.

Así, mientras Danot se cambiaba de ropa en los vestidores, los aprendices de Clair se dirigieron juntos a uno de los campos de batalla auxiliares para cumplir con la tarea que les había encomendado su maestra; unos pocos minutos después, Danot, ya ataviado con la casaca y pantalones rojos de los aprendices del Gimnasio, se reunió con Clair.

—Comenzaremos con algo básico... daremos veinte vueltas alrededor del Gimnasio... —dijo Clair, con mucha tranquilidad.
—¿Veinte vueltas?
—Vamos, qué eso será solo el calentamiento —dijo, para luego comenzar su recorrido.
—Bien, ahora comienza lo difícil —pensó Danot, algo apenado.

Con la meta acordada, los dos Entrenadores comenzaron a trotar alrededor del complejo del Gimnasio de ciudad Blackthorn; conforme daban vuelta tras vuelta, una duda acerca de tal entrenamiento surgió en la mente de Danot.

—¿De verdad esto es tan necesario para tu entrenamiento Pokémon?
—En realidad, es algo básico... la preparación física es fundamental para los Entrenadores que se especializan en dragones, ya que para entrenarlos adecuadamente, debes tener siquiera un físico adecuado y preparado para grandes esfuerzos...
—Por eso dicen que entrenar dragones es rudo... —comentó Danot, mientras algunas gruesas gotas de sudor recorrían su rostro.
—Exacto... ahora deja de hablar y sigue corriendo —le recriminó Clair.

De ese modo pasó aproximadamente una semana tranquila —en la que Clair tuvo apenas 3 desafíos de Gimnasio, de los cuales no perdió uno solo, para sorpresa de Danot, aunque no de sus demás aprendices—; Danot ya se había adaptado al ritmo del acondicionamiento físico —como le llamaba Clair—, el cual había consistido en sesiones enteras de ejercicios variados (planchas, abdominales, saltos y demás cosas que son la pesadilla de quienes detestan esa materia en la escuela); ese día en particular, después de hacer toda la rutina, Clair y Danot se encontraban en uno de los campos auxiliares, para poder iniciar la segunda parte del entrenamiento que había planeado la Líder de Gimnasio.

—Danot, ya que has hecho el acondicionamiento físico durante toda una semana sin flaquear, a partir de mañana, desde que despiertes hasta la hora del almuerzo, te dedicarás a hacerlo solo, siempre que yo tenga alguna obligación en el Gimnasio, ¿entendido?
—Entendido... y luego nos dedicaremos a las batallas Pokémon, ¿cierto?
—Captaste rápido la idea... así que comencemos —dijo, mientras tomaba una Pokébola.

Con su plan de entrenamiento totalmente definido siguieron pasando las semanas, con Clair y Danot entrenando en el aspecto físico y el relacionado a las batallas Pokémon; conforme avanzaban se podía notar la mejora en ambos, sobre todo en Clair, quien desde que había empezado tal entrenamiento, no había perdido un solo desafío, causando que sus aprendices si se sorprendieran por la racha de victorias de su maestra.

En uno de los días posteriores a la quincena noviembre, ya pasado el mediodía, Clair y Danot se encontraban descansando de su entrenamiento en el campo auxiliar número tres del Gimnasio; ambos conversaban acerca de sus propias experiencias como Entrenadores Pokémon, mientras bebían refrescante agua de sus cantimploras.

—De verdad; no creí que alguien con tu complexión pudiera soportar este tipo de Entrenamiento...
—Pero tampoco veo que tú tengas un biotipo adecuado a tanto esfuerzo —comentó Bisel, quizá a modo de coqueteo.
—Eso es porque llevo mucho tiempo haciendo este tipo de entrenamiento... desde que tenía 10 años...
—Entonces mi caso es algo similar... hace ya dos años, cuando inicié mi viaje, hice un pesado entrenamiento con un leñador del bosque Ilex... desde entonces, para no perder la forma, procuraba al menos hacer una caminata de tres horas diarias.
—Ajá...

Así continuó la conversación; sin haberlo notado hasta ese momento, Clair había pasado de sentir un gran encono a algo de aprecio sincero por Danot, no más que eso, y aunque la Líder de Gimnasio ya había desechado su plan de venganza, esto le había generado una sensación de duda, de no estar ya tan segura de tomar una decisión acerca de ese asunto; mientras, desde lo alto de la torre en el ala oeste del Gimnasio, un hombre de edad avanzada —ataviado en un traje negro ornamentado, a la usanza china— les observa con su dura mirada; otro hombre, mucho más joven, de cabello largo y un traje similar al otro —aunque con muchos menos arreglos— le acompaña en la oscura habitación; su postura, hincando una rodilla en el suelo ante el anciano, hacía ver que el joven era su asistente.

—¿Quería verme, señor?

El anciano no respondió inmediatamente a esas palabras; parecía inmerso en sus propios pensamientos, mientras contemplaba a lo lejos a su nieta junto con ese extraño en el campo de entrenamiento; pasados unos segundos, el anciano al fin habló, pero lo hizo en un idioma incomprensible para la mayoría, no así para su joven asistente.

—¿El joven qué acompaña a su nieta? Creo que se llama Danot Bisel... es un Entrenador que venció a la señorita Clair hace ya un mes, si no me equivoco...

Ante tal respuesta, el anciano frunció un poco el ceño al observar nuevamente, a la distancia, a los dos Entrenadores; luego, se volvió nuevamente hacia su asistente, y continuó hablando en ese idioma ajeno a la mayoría, lo que generó que en el joven una expresión de duda.

—El entrenamiento fue por petición de la señorita Clair; lo más parecido que recuerdo son a los jóvenes Kee, Amy y Rex, quienes solicitaron permiso para entrencar en el Refugio Dragón...

El anciano asintió ante esa respuesta, y continuó hablándole al joven de largo cabello negro, quizá dándole algún tipo de indicación (aunque, de todo lo que decía, se podía diferenciar una palabra en particular, Shen, que quizá era el nombre de su asistente).

—Sí, señor Ryuu; vigilaré a ambos de cerca, sin interferir en lo que planee la señorita Clair...

Sin darse cuenta qué eran vigilados tan atentamente por el abuelo de Clair, ésta y Danot continuaron con su entrenamiento en batallas Pokémon, aunque ese día sólo lo hicieron hasta las tres de la tarde (y no las seis, como solía hacer), por decisión de la Líder de Gimnasio.

—Bien Danot, eso será todo por hoy —dijo Clair, mientras recogía sus Pokébolas.
—¡Genial! ¡Hoy podré descansar un poco más! —exclamó Danot, emocionado.
—Espero qué así sea, porque mañana tendremos una sesión especial...
—¿Sesión especial?
—Sí... mañana temprano nos internaremos en el Refugio Dragón; cuando estemos en camino te daré más detalles, pero te recomiendo llevar tus seis Pokémon más fuertes, sobre todo uno que te pueda llevar a través del agua.
—Entiendo.
—Entonces me retiro... quizá llegue algún Retador...
—Bien, entonces nos veremos mañana... —se despidió el joven de Cherrygrove.

Con el entrenamiento diario terminado, Clair se dirigió al interior del Gimnasio —seguro para asearse y esperar algún Retador—; Danot se tumbó sobre el suelo, mientras el Sol calentaba con sus rayos todo lo que éstos alcanzaban, aunque esa no parece ser la preocupación de nuestro amigo.

—¿Qué pensará de mí ahora? —pensaba, mientras algunas gotas de sudor recorrían la mayor parte de su cuerpo.

El joven continuó observando el diáfano cielo que se extendía ilimitadamente sobre él, hasta que decidió levantarse para ir a asearse también, mientras sus pensamientos se expresan claramente en la expresión de determinación que asume su rostro.

—A partir de mañana deberé esforzarme más —pensó, decidido a continuar dicho Entrenamiento como sea, por razones obvias.

Después de tomar tal decisión, el joven se dirigió a los vestidores para tomar una refrescante ducha, tras lo cual se cambió de ropa y salió a la ciudad a conseguir un par de medicinas y pociones para sus Pokémon, ya que quizá las necesitaría para su viaje al interior del Refugio Dragón.

Al día siguiente, poco después que rayara el alba, Clair y Danot —ataviados con su ropa de entrenamiento— partieron del Gimnasio con dirección al norte, hacia el Refugio Dragón; al llegar al lago, ambos Entrenadores liberaron a sus Pokémon —Clair a su Dragonair y Danot a su Starmie—, los cuales les ayudaron a atravesar el precioso lago que les separaba de su destino, hasta que después de algunos minutos, llegaron al lugar donde se habían visto por primera vez —lo cual ciertamente pareció incomodarle un poco a la Líder de Gimnasio—; dejando de lado ese hecho, Clair y Danot se adentraron poco a poco en la oscura cueva, hasta que al segundo se le hizo muy difícil ver, para lo cual comenzó a buscar la linterna que había traído.

—No te molestes —le dijo la Líder de Gimnasio al liberar a su Dragonair, quien hizo brillar las esferas en su cuello y cola, iluminando un poco su paso con una tenue luz.
—Genial...
—Esto será para cuando de verdad necesitemos las linternas; en todo caso, nuestro objetivo es llegar al templo ubicado en lo más profundo del Refugio... así que continuemos —le instó la Líder de Gimnasio.
—¡Sí!

Conociendo ahora ambos el objetivo a alcanzar, siguieron su camino con la asistencia que les daba el dragón; siguieron así por quizá cuarenta minutos, hasta que se toparon con lo que parecía ser un lago interior; como hicieron antes, Clair y Danot montaron sobre sus respectivos Pokémon para cruzar el cuerpo de agua, siendo un viaje tranquilo, al menos hasta que el dúo se topó con un gran remolino que obstaculizaba su paso.

—¿Y ahora qué haremos? —preguntó Danot, mientras veía impresionado el gran remolino.
—Eso no será problema —contestó la Líder de Gimnasio, con mucha confianza, mientras liberaba a su Kingdra—; ¡deshaz ese remolino!
—¡Tuu! —asintió el hipocampo, mientras se sumergía en las oscuras aguas.

En cuestión de segundos, el Pokémon de Clair se encontró frente a la masa de agua de rápido movimiento, y sin dudarlo, se acercó para soltar un gran bostezo que desestabilizó el movimiento giratorio de ésta, calmando así las aguas en la superficie —casi como si nunca hubiera habido un remolino ahí—, para que su Entrenadora y Danot pudieran seguir su camino.

—Sorprendente...
—Vamos rápido, que pronto se formará otro remolino —le apuró Clair.

Así, ambos Entrenadores, seguidos por Kingdra, cruzaron raudamente el lago interno del Refugio Dragón, hasta que por fin llegaron a la otra orilla, la que recién se iluminó un poco por la luz que emanaba Dragonair cuando éste estuvo ya en tierra; después de regresar a Kingdra y Starmie a sus Pokébola, el dúo continuó el recorrido en tierra a paso de trote.

—Clair... ¿qué haremos después de llegar al templo?
—Necesito meditar sobre unos asuntos que últimamente han estado perturbando mi calma...
—¿Entonces yo también tendré que meditar? —preguntó, seguramente pensando que ya se había liberado del pesado entrenamiento que había estado siguiendo.
—No... yo voy a meditar y tú te las arreglaras para entrenar mientras tanto.
—Entiendo...
—En todo caso, si el tiempo nos lo permite, te enseñaré algo de meditación... seguro estás pensando que meditar es sólo sentarte ahí sin hacer nada... —le increpó.
—Pues yo... —Danot definitivamente no supo que responder.

Después de esa pequeña charla, Clair y Danot continuaron el que, según la Líder de Gimnasio, era el tramo final del viaje, marcado por el barranco al que acababan de llegar; Clair guardó a Dragonair y sacó una pequeña linterna al igual que Danot, las que ambos colgaron de sus brazos para comenzar el descenso.

—Danot... sé que has entrenado bastante, pero de verdad este recorrido no te causa problemas —preguntó Clair con curiosidad, mientras se colgaba de la pared rocosa.
—Quizá sea porque este recorrido es similar al Camino de Hielo... ahí entrené por quizá seis meses, antes de iniciar mi viaje por las medallas... —contestó el joven de ciudad Cherrygrove, mientras hacía lo mismo.
—Ya veo... en todo caso, continuemos...

De esa manera, el dúo se aferró a rocas firmes para llegar al fondo del barranco de manera segura; sin embargo, la Líder de Gimnasio no notó que había sujetado una roca floja, y cuando soltó su apoyo superior para seguir bajando, cayó... o al menos eso hubiera sucedido si Danot no le hubiera sujetado del brazo.

—¿Estás bien?
—Sí.

Con algo de esfuerzo, Danot intentó acercar a Clair a la pared para que se sujetara nuevamente a la pared rocosa; para mala suerte de ambos, la roca de la que Danot estaba sujeto se resquebrajó por el peso de ambos Entrenadores, quienes cayeron hacia la oscura profundidad.
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