Disclaimer lavamanos tipo Disney
Esta historia fue escrita desde el 2002 al 2004, por una piba y un pibe que, al comienzo de la historia, tenían 15 años, al igual que el protagonista.
Es probable que cada tanto encuentren chistes o comentarios homofóbicos, machistas, racistas y/o de mierda en general. Básicamente, éramos literalmente nenes y bastante boludes, como la gran mayoría de las personas lo es a esa edad. Esos comentarios NO reflejan la postura actual del staff de PA y francamente, son bastante vergonzosos. Pero decidimos dejar la historia exactamente tal cual fue escrita y no lavarnos las manos de nuestros errores.
Epílogo: Y Después…
Tres meses habían transcurrido desde los últimos acontecimientos, y las cosas finalmente habían regresado a su cauce. Las primeras aves comenzaban a cantar, aunque el sol aún no había salido. La ciudad de Ecruteak dormía envuelta en bruma fría.
La figura de una chica salió silenciosamente del templo más famoso de la ciudad, envuelta en un abrigo marrón. Guiaba a una criatura tras ella, un corcel de fogosas crines, pero que de momento parecían algo apagadas. Sus siluetas se detuvieron en la entrada, donde un cartel rezaba en letras tradicionales: “Pensión”. El equino soltó un leve relincho, el vapor de sus respiraciones era lo único que parecía tener movimiento. La chica flexionó una pata delantera de la bestia y comenzó a frotar la parte inferior del casco con un papel de lija, y al terminar repitió el proceso con las otras tres.
-Buen chico –le susurró, dándole unas caricias en la frente aterciopelada. Se subió las solapas del abrigo hasta las orejas y se descolgó una gran mochila de la espalda, acomodándola en el lomo del Pokémon, para después agarrarse de su cuello para subir, pero fue interrumpida bruscamente.
-¡Olvidas esto!
Un objeto alargado voló hacia ella a toda velocidad, pero la chica no tardó en reaccionar, atrapándolo con una mano sin dificultad.
-Abuelo –balbuceó sorprendida, viendo a un anciano de baja estatura y expresión ceñuda de pie en la entrada –pensé que dormías.
-¡Ja! Seguís siendo completamente transparente Reiko, tus intenciones son muy fáciles de leer.
-Y qué, ¿Pensás pedirme que me quede? –preguntó cautelosamente.
El anciano negó con la cabeza.
-Viajar es parte de vos, no puedo retenerte en esta ciudad por más tiempo. Aunque de la misma manera tengo la certeza de que vas a regresar.
Ella sonrió.
-¿A dónde tenés pensado ir? -inquirió el anciano.
-Voy a ver a algunos viejos amigos…
Reiko miró el objeto en su mano. Su vieja espada de madera, llena de cortes y cicatrices de batallas anteriores. Pasó una mano por sobre su rugosa superficie, y no pudo evitar ver frente a sus ojos escenas de combates pasados.
Repentinamente, se la arrojó de regreso a su abuelo.
-Guardala, ya no la necesito más.
-¿Estás segura?
-Claro. Además, si la guardas en este templo, voy a tener que regresar a recogerla algún día… ¿no? –y sonrió, con sus intensos ojos pardos.
-Nunca vas a cambiar, ¿eh? Vamos, vamos, andá, que las llanuras se extienden solo para que las recorras al galope.
Reiko montó ágilmente en su Rapidash, con el corazón ardiendo de entusiasmo.
-Voy a regresar –aseguró –así que no vayas a alquilar mi habitación, ¿está claro?
Su abuelo solo hizo señas de “andate de una vez” con la mano. Las flamas del corcel ardieron con ímpetu, entibiando el aire del amanecer.
-¡Heaa! –gritó la chica, mientras el Pokémon se paraba sobre sus patas posteriores, para después salir disparado hacia delante, dejando un rastro de brillantes ascuas a su paso.
El retumbar de los cascos se fue perdiendo lentamente hasta desaparecer.
En lo profundo de un valle de montañas nevadas, en algún lugar entre Mahogany y Blackthorn, dos bestias voladoras estaban sumidas en una intensa lucha en el cielo. Se golpearon duramente una contra otra, pero se separaron de inmediato. Una de ellas, de piel verdosa y alas que se agitaban como las de una libélula descomunal, abrió el hocico y dejó salir una potente bocanada de fuego color esmeralda. Gotas de sudor resbalaban por su cara; probablemente ya llevaba tiempo luchando. Su oponente, alado al igual que él, pero de aspecto más compacto y robusto, dio un brusco quiebre hacia abajo para esquivarlo, y reapareció a espaldas del dragón insectoide, rodeando su cuello con un brazo. Estaba aplicándole una llave con la cual esperaba terminar el encuentro, sin embargo, una llamarada similar a la del Flygon estalló de lleno sobre su lomo, quemándolo. Al volver la vista hacia atrás, vio un ave de alas algodonadas que, tras proteger a su compañero, se preparaba para regalarle una de sus privilegiadas canciones.
-Cuida mejor tu espalda, Haku –dijo su entrenadora, una chica de cabello corto y desordenado, y ojos negros llenos de una inesperada madurez. Una larga bufanda gris enrollada alrededor de su cuello flameaba al viento.
Tras dar un potente chirrido, Flygon consiguió liberarse de las garras que lo apresaban, y se preparó para el contraataque. Altaria se le unió, mientras que Dragonite se elevó por sobre las cabezas de sus oponentes, y comenzó a formar una bola de energía dentro de su boca.
-Bien, ya fue suficiente.
Los tres monstruos parecían decepcionados, pero obedientemente detuvieron toda actividad, y aterrizaron inmediatamente junto a su dueña. En pocos minutos esta se encontraba sentada junto a una fogata, comiendo un pescado asado clavado en una ramita. El invierno ya estaba avanzado, por lo que los pocos rayos del sol que conseguían atravesar la coraza de nubes del cielo apenas entibiaban un poco esas tierras áridas.
-“Ha pasado el tiempo, maestro… pero seguiré entrenando duro, tal y como me lo dijiste”.
Levantó la vista al cielo, y un pequeño copo de nieve cayó sobre su rostro.
-Bien, ya es hora –dijo poniéndose de pie repentinamente, su expresión cambió por una bastante animada, mientras inflaba una pokebola y la arrojaba hacia las alturas.
-Joven Shin-Tao, ¿Seguro que desea permanecer en este lugar? Pronto empezará a nevar… –un anciano encorvado y de voz cascada, vestido íntegramente de negro se acercó a un muchacho alto y sombrío que le daba la espalda, vestido con un traje chino azul oscuro. Estaba parado frente a un grupo de lápidas de piedra. A sus lados elaboradas formas que representaban animales monstruosos se erguían amenazantes, y sin duda hubieran sido consideradas tétricas por gente ajena a sus costumbres.
El lugar tenía varias hectáreas rodeadas por bosques de coníferas. En los centenares de tumbas descansaban varias generaciones de la familia Tao.
Interpretando la ausencia de respuesta de Shin como un asentimiento, el hombre hizo una profunda reverencia y se retiró por un sendero de hierba perfectamente cortada.
El viento sacudió las ramas de un pequeño grupo de fresnos cercanos, junto con la larga trenza negra del joven.
-El cementerio de nuestra familia… –dijo en voz baja –después de más de diez años, finalmente pude regresar a este lugar. Madre, padre, hermanos, he cumplido con mi juramento, ya no tengo que vivir con la carga de un vengador nunca más, pero… estas manos… –y al decir esto, se miró las manos, envueltas en sus guantes negros de entrenador –no volverán a estar limpias jamás.
Por un instante, fue como si sus ojos ambarinos se hundieran en un profundo océano de memorias.
Un pequeño monstruo oscuro apareció junto a su entrenador hincado sobre una rodilla, silencioso como una sombra. Fijó sus ojos violáceos en los de su amo, quien pareció salir de su ensimismamiento.
-El momento de lamentarse por el pasado ya terminó. Es hora de vivir el presente, y pelear por el futuro.
Dio media vuelta, enfundándose en una capa de viaje color verde musgo, e inflando una pokebola. Segundos después, un Pidgeot llevando a su dueño se alejaba con un elegante batir de alas del antiguo cementerio, tomaba altura y se desvanecía entre las nubes sin dejar rastro.
En una sala silenciosa, débilmente iluminada por el sol que se filtraba a través de gruesas cortinas, un chico de cabello rubio y grandes ojos azules se encontraba sentado en el suelo, con la espalda apoyada contra una estantería ridículamente alta y repleta de libros. Más libros se encontraban a sus lados, apilados en torres que desafiaban todo equilibrio.
El muchacho parecía estar muy concentrado en un enorme volumen de cubierta de cuero marrón, en la cual se leía en letras bordadas en hilo blanco: “Leyendas y Misterios Pokémon de Hoenn, volumen II”. Tan sumido en su lectura estaba, que la manzana mordida que tenía en la mano libre estaba resbalando peligrosamente hacia el suelo. A su lado descansaba una enorme criatura, hecha un ovillo como si se tratara de la más dócil mascota. Podría describirse como un cruce entre un oso y una comadreja, de pelaje negro en la parte superior del cuerpo y color canela en la inferior, diminutas orejas y extremidades cortas pero fuertes. Un Typhlosion por supuesto, o mejor dicho, una Typhlosion. El Pokémon seguía el lento movimiento de la manzana con ojos somnolientos, hasta que un grito proveniente de algún piso inferior hizo temblar todo el lugar.
-¡¡Harryyyyy!!
El chico se sobresaltó tanto que golpeó accidentalmente con el codo la pila de libros más cercana, que al caer golpeó otra, y esta a su vez hizo caer una tercera. Resultado: Harry y su Pokémon quedaron sepultados bajo varias decenas de kilos en libros.
-Uh… mierda –masculló, mientras ambos sacaban las cabezas de la montaña de texto
–Cindy… ¿crees que ya se haya enterado de…
-¿Pero cómo se te ocurre utilizar a la pareja de Munchlax que tenía en observación como sacos de boxeo para entrenar a tu Breloom? –sonó la estridente voz, sin duda, de su hermano mayor.
-Supongo que eso confirma mi teoría… -dijo el muchacho mientras se sacudía el polvo de la ropa.
-¡Voy a subir, y más te vale que tengas una buena excusa, o vas a barrer la biblioteca del faro todos los fines de semana de tu vida!
Los pasos de Bill sonaban cada vez más cercanos en la escalera. Al llegar, no encontró más que libros en el suelo y polvo en el aire. Enseguida divisó una ventana abierta, y no tardó en sacar la cabeza hacia afuera. Miró el cielo pálido: nada. Después, casi instintivamente, bajó la mirada hacia el mar, y entonces lo vio; un enorme y alargado dragón rojo con una diminuta mancha sobre su cabeza serpenteaba en el agua con elegancia, perdiéndose de vista rápidamente.
-Escapó de nuevo, tal y como lo esperaba… -suspiró Bill, cerrando la ventana.
-¡Rika, no te esfuerces demasiado! –una mujer advertía a su hija desde el umbral de su casa. Una vivienda sencilla, tal vez algo pequeña, pero aun así bonita y familiar, no muy diferente del resto de las casas de ciudad Viridian. La mujer resopló con desaprobación, con los brazos en jarra. Probablemente estaba en los finales de sus treinta, pero era dueña de una indiscutible belleza; alta, esbelta, de largo cabello negro recogido en un rodete, y deslumbrantes ojos azules, todo eso decorado con una expresión maternal.
La chica a la que se dirigía se detuvo y volvió la cabeza, tratando de ver por sobre la alta pila de cajas que cargaba con ambos brazos. Tras ella, un canino oscuro la seguía al trote en completo silencio, como una sombra.
-¡Mamá, ya te dije que estoy completamente recuperada! ¡Además no van a tardar mucho en llegar, tengo que tener todo listo!
-¡Aun así no deberías sobre exigirte, ya sabes lo que el doctor dijo de…
Rika soltó un largo suspiro. Sabía que le esperaba un largo sermón sobre el cuidado de su salud.
Más tarde, la chica preparaba el té y su madre sacaba un humeante pastel del horno, conversando.
-Claro que ya están todos bien, después de pasar tanto tiempo en el hospital… –dijo Rika -recuerdo que Harry fue quien más debió permanecer en observación, el ataque psíquico que recibió lo afectó mucho. Los médicos estaban asustados, creyeron que iba a traerle secuelas irreparables, pero se recuperó por completo. Harry no se rinde fácilmente –agregó sonriente, mientras vertía azúcar en dos tazas –Reiko tenía el hombro fracturado en dos partes, y al igual que todos los demás, estaba muy magullada, ¿Pero sabes? Reiko es la chica más fuerte que conozco. Debiste verla, mamá, no le tiene miedo a nada.
La mujer esbozó una sonrisa. Charly se tendió bajo la mesa y se desperezó.
-Me alegro mucho de que hayas hecho tan buenos amigos en tu viaje por Johto, pero cuando me enteré de que luchaste con ese monstruo… a tu padre y a mí casi nos da un infarto, de verdad.
-Y Hikari –continuó relatando Rika, tratando de obviar la mención del M11 –recibió un golpe muy fuerte en la cabeza cuando cayó con su Dragonite, tuvieron que hacerle muchas radiografías y estudios complicados, pero se quejó tanto que la dejaron salir antes de tiempo.
Hizo una pausa, en la que ambas soltaron una risita, la madre de Rika ya conocía de sobra el carácter de los compañeros de su hija, después de todo, había escuchado decenas de historias de sus aventuras.
-¿Y qué ocurrió con Shin? Pensé que regresarían juntos a Viridian, el profesor Oak ha estado con los pelos de punta desde que dejó la Convención Plateada sin avisar a nadie a dónde se dirigía.
-Aunque no lo aparentaba, Shin estaba muy mal. Tenía una herida muy profunda bajo un pulmón y perdió muchísima sangre… estuvo inconsciente por casi una semana, en el hospital pensaban que no iba a salvarse… pero no sabían que Shin es capaz de levantarse cuantas veces sean necesarias, y más aún si Reiko está con él.
-Esa chica fue quien lo salvó cuando todos creyeron que había muerto en esa explosión, ¿cierto?
Rika asintió con la cabeza.
-Ella lo salvó con su Scizor justo a tiempo, pero cuando estén acá no vayas a mencionarlo, porque se avergüenza mucho.
La madre asintió con una sonrisa cómplice, pero su expresión volvió a tornarse seria.
-Los Gym Leaders… en la televisión hace tiempo que no hablan de su estado, ¿ya se encuentran bien?
-Ninguno sufrió heridas graves, más que algún hueso roto. Tuvieron un mes para recuperarse y descansar, ahora ya están aceptando retadores en sus gimnasios como de costumbre.
-Me alegra oír eso, escuché que la Elite Four misma se encargó de su transporte, estaban muy preocupados por su condición.
-Les debemos mucho… de no ser por ellos…
Hubo un corto silencio.
-¿Y ese muchacho del que siempre me hablas, Touji era?
La mirada de Rika pareció apagarse durante un instante, como si un recuerdo oscuro hubiera surcado de pronto su cabeza.
Su madre la observó con preocupación, y algo dudosa, insistió:
-¿Qué pasó con él?
-Touji… de todos nosotros, él era el que peor estaba, tenía todas las costillas fracturadas menos una, daño en órganos internos y muchas contusiones, pasó mucho tiempo sin poder ni siquiera caminar. Su padre estaba histérico, pero ahora ya se encuentra bien… –al ver el rostro de alivio de su madre, Rika continuó –sin embargo… hay otras heridas, que no son tan fáciles de curar… ¿sabés? Todo lo que ocurrió con su hermano, su pueblo, el M11… no es algo que va a poder olvidar con facilidad. Lo que vivimos esa noche… ninguno de nosotros va a poder olvidarlo nunca… -la mirada azul de la chica parecía más y más ausente.
-Pero me dijiste que ese chico es muy fuerte, ¿no? –Dijo su madre de pronto, sonriendo, el parecido que tenía con su hija cuando hacía esto era sorprendente –Estoy segura de que va a estar bien.
-Sí, va a estar bien… porque ya no está solo. Nunca más volverá a estarlo -respondió Rika, de nuevo sonriente.
-Uhh… -un gruñido sordo fue emitido por un hombre de mediana edad que bajaba pesadamente las escaleras de una casa, rascándose el vientre y esquivando a su paso discos en el suelo y ropa sucia que se le enredaba en los pies.
La casa era un desastre, la capa de suciedad en el aire era tan espesa que parecía poder cortarse con un cuchillo, había objetos de todas las variedades en los lugares menos sospechados. Botellas de cerveza vacías en cada esquina, cajas humedecidas llenas de moho repletas de cosas viejas, montones de ropa diseminada por toda la casa, y un sofá tan repleto de envolturas de golosinas y papas fritas que era inimaginable que alguien fuera capaz de dormir, o incluso sentarse ahí. Definitivamente la vivienda carecía del toque femenino. El hombre ni siquiera había abierto los ojos del todo cuando gritó con voz ronca:
-¡Pibeee! ¡Haceme café!
Considerando normal el no obtener respuesta inmediata, fue al baño como de costumbre, y tras la breve sesión de higiene se dirigió a la cocina, esperando encontrar a su hijo con cara de zombie junto a la cafetera, pero no vio más que una aterradora montaña de platos sucios en la pileta, rodeada de moscas. Probablemente no se habían lavado en semanas.
Tras la completa destrucción del pueblo New Bark, la gente de la vecina ciudad de Cherrygrove se solidarizó con los sobrevivientes; los cientos de heridos (tanto humanos como Pokémon) recibieron tratamiento inmediato en el hospital y Centro Pokémon respectivamente, y los demás fueron recibidos en diversos hoteles y posadas de la ciudad, mientras conseguían un lugar apropiado donde pasar los largos meses, e incluso años que podía llevar la reconstrucción del lugar. Las cosas iban a más que buen ritmo; todos los escombros del área habían sido retirados y la tierra reparada y nivelada, lista para la construcción, que estaba en sus primeras etapas. Únicamente el laboratorio del profesor Elm y unas pocas casas se habían salvado. Las únicas personas que habitaban el pueblo eran las que trabajaban en su reconstrucción.
En cuanto a las víctimas fatales, sorprendentemente de Pokémon fueron escasas, la mayoría de los monstruos estaban simplemente inconscientes o lastimados, pero si se hablaba de los humanos, la cifra de cadáveres era escalofriante.
Touji y su padre no necesitaron hospedarse en un hotel: una vez que el primero se recuperó de sus heridas, se instalaron en la casa de un tío de Tim, que el chico estaba cuidando mientras su pariente estaba ausente en un viaje de negocios. Al ser tres hombres viviendo en la casa, (y para condimentar, los tres hombres más desordenados de Johto) la condición de esta era más que deplorable, aún peor que la de Touji en New Bark.
-Mierda… no de nuevo… -el padre del muchacho no tardó en divisar una hoja doblada sobre la mesa, y leyó para sí:
“No tuve tiempo de hacer el desayuno antes de irme, supongo que te lo podés hacer vos esta vez para variar. Voy a entrenar fuera de la ciudad, probablemente regrese en unos días. PD: decile a Tim que si pone uno de sus sucios dedos en mi Game Boy, se los voy a cortar y meter por el culo. Con mucho cariño, Touji (dibujo de carita sonriente).
-Pendejo de mierda… -masculló, haciendo un bollo la hoja –bueh, supongo que hoy puedo cocinar yo…
Un corto rayo de luz verde, que resultó ser un puñetazo, se dirigió a una gran masa azul. Sin embargo, la escamosa criatura que lo había recibido no se inmutó.
-¿A eso le llamas un buen golpe? Das lástima, ¡con eso no derrotás ni a un Caterpie!
Geroh-Kun apretó los dientes, ofendido, y golpeó con mucha más fuerza el pecho de Dandy, cuyo pie retrocedió unos centímetros.
Touji asintió con la cabeza, aprobando el intento de su monstruo.
-Tu velocidad es la más alta del equipo, y sos experto en ataques a distancia, pero si de casualidad te ves en un espacio en donde no puedas moverte libremente, no vas a tener más opción que un combate cuerpo a cuerpo. Sería demasiado peligroso que te enfrentes a una situación así con tu fuerza actual, especialmente si se trata de un oponente especializado en ataque. Necesitas aumentar tu potencia física y movimientos defensivos.
Touji había cambiado, su actitud irresponsable frente al entrenamiento se había modificado bastante, y aunque no era precisamente un fanático del trabajo duro, ahora practicaba con sus Pokémon casi a diario, ya sea organizando combates entre ellos o contra otros entrenadores. Cada varias semanas volaba a algún lugar lejano para que sus monstruos puedan usar toda su fuerza y no pierdan condición física.
El muchacho se cruzó de brazos, siguiendo con la mirada las tareas de cada uno de sus Pokémon; Denkeshi eludía lanzallamas de Volco con veloces saltos, Moro disparaba aire afilado a los árboles, derribándolos uno tras otro, mientras que algo más alejado, Kosuke estaba de pie frente a una roca de unos diez metros de altura, con los ojos cerrados.
Parecía muy concentrado, cuando los abrió de pronto y sacudió un puñetazo sobre la roca, que tembló entera, y tras unos segundos, se partió al medio limpiamente, cayendo ambos lados con un estruendo.
De pie sobre un peñasco, Smaug el Charizard tenía la vista perdida en el cielo pálido, tal vez solo entonces podía recordar los atardeceres junto a su antiguo entrenador… por supuesto, no necesitaba entrenar, hacía tiempo que había tocado sus límites. La relación con los Pokémon de Touji era de mutuo respeto.
El muchacho se limitó a sonreír ante la labor de su Tyranitar. ¿Qué tan fuerte tendría pensado volverse Kosuke? La idea de descubrir los límites del titánico monstruo parecía emocionarlo. Soltó un bostezo. Tal vez no había cambiado mucho después de todo.
Se sentó bajo la sombra de un árbol, con los brazos detrás de la cabeza, y se entretuvo viendo ondear en el viento el pañuelo rojo amarrado al brazo de Smaug. Una brisa muy agradable le acariciaba el rostro, y el canto de las aves daba al entorno un ambiente aún más pacífico. Todavía con la mirada perdida en el pañuelo, una serie de horribles imágenes comenzaron a cruzar frente a sus ojos como relámpagos. Vio por enésima vez a su hermano tosiendo sangre, la imagen de su pueblo en ruinas, el cuerpo ensangrentado del M11, y se vio a sí mismo ordenando la muerte de un hombre…
Se enderezó de golpe, sujetándose la cabeza y con el corazón a mil por hora. Cerró los ojos con fuerza, tratando de desvanecer esas espantosas visiones.
Cuando por fin consiguió regresar su respiración a la normalidad, miró a su alrededor y notó como cada uno de sus Pokémon lo observaba en completo silencio. No se había dado cuenta, pero tenía lágrimas en los ojos. Al notarlo, se enjugó la cara rápidamente y dedicó una mirada de enojo a sus monstruos.
-¿Cuándo les dije que podían detenerse? ¡Vamos, continúen!
Las seis criaturas tardaron un poco en acatar la orden, pero finalmente reanudaron su entrenamiento, mirando de vez en cuando a su entrenador, como si creyeran que volvería a sentirse mal de un momento a otro.
-Esto no va a ser ningún impedimento para mí. De ninguna manera voy a dejar que algo así me detenga, voy a ser fuerte hermano, te lo demostraré –dijo sonriendo al firmamento y apretando un puño con firmeza.
-¡Olvidé el sake, Reiko me va a matar! –exclamó Rika de pronto, tomando un abrigo y saliendo de la casa a la carrera.
El mediodía ya había pasado hacía rato, y a pesar de que estaban en pleno invierno, el cielo estaba despejado. Para ahorrar tiempo, decidió ir a la tienda sobre su Meganium. La criatura vegetal y su entrenadora bordeaban el río con un veloz trote que hacía vibrar el suelo, cuando Bronto se detuvo en seco, con la mirada clavada en la superficie del agua. Rika aguzó la vista y oído; sabía que la actitud de su Pokémon no podía significar más que la cercanía de un enemigo. Bajó de un salto de Bronto y este tensó todo su cuerpo, esperando.
Con un furioso rugido, una gigantesca serpiente marina emergió de las profundidades. El Meganium ya estaba disparando sus cepas hacia él cuando Rika lo detuvo al ver quién estaba parado sobre la cabeza de la bestia acuática, totalmente calado y tiritando.
-Mi-mierda… yo quería hacer una entrada espectacular, pero no fue tan buena idea… ¡Me estoy cagando de frío!
-¿Harry?
-Jeh, hola… -dijo el chico levantando una mano y acomodándose los lentes con la otra, sonriente –mucho tiempo, ¿eh?
Unos quince minutos más tarde, ya con una docena de las condenadas botellas de sake en su poder, los jóvenes se encontraban en la casa de Rika, Harry envuelto en una manta y bebiéndose un té caliente.
-¿Cómo se te ocurre aparecerte así? Casi me matas del susto –le reprochó Rika.
-No fue para taaan… ¡achu!
-La próxima deja las entradas impactantes a los profesionales –aconsejó Rika.
-¿Ah, sí? ¿Por ejemplo?
Un estruendo sacudió una de las paredes de la casa. Ambos entrenadores se pusieron de pie sobresaltados y salieron de inmediato.
Una chica pelirroja había estampado contra la pared de la casa a un hombre de apariencia aterrada, sujetándolo del cuello de la camisa, y por la expresión crispada de su rostro parecía que iba a golpearlo de un momento a otro.
-¡¿Es así como se tratan a las personas extranjeras que van a preguntar una dirección?! ¡Sucio pervertido! –gritó ella, preparando el puño. Unos metros más atrás, un impresionante Rapidash mordisqueaba el césped del jardín como si no hubiera nada más interesante que ver en el mundo.
-Eh… Reiko… -comenzó a decir Harry, levantando dudoso el dedo índice.
-¡Ustedes cierren la boca! –les gritó, volviéndose para verlos un instante, y enseguida se volvió a concentrar en su… ehm… víctima. Pero cuando iba a asestar su golpe, se detuvo, volviéndose nuevamente hacia los dos que la habían interrumpido. Parpadeó un par de veces.
-¡Harry, Rika! –exclamó sonriente, dejando caer al hombre, quien huyó a toda prisa.
Sendas gotas de sudor recorrieron las cabezas de los dos nombrados.
-Fue un viaje muy largo –dijo la pelirroja unos instantes más tarde, mientras guardaba a su exhausto Pokémon en su pokebola y se alisaba el cabello con una mano –esto de no tener un Pokémon volador se está volviendo una molestia, tuve que rentar un Pidgeot para cruzar el mar. Esos pájaros son ruidosos, histéricos, y agitan las alas demasiado, yo no sé cómo el Chino puede…
-Eso es porque esos Pidgeots no están bien entrenados –dijo una voz conocida desde las alturas. El gran halcón que todos conocían aterrizó frente al grupo abrupta pero silenciosamente.
-Hola Shin, empezaba a pensar que no ibas a venir –saludó Rika, Reiko solo dio un paso atrás, sorprendida.
-¿Siempre tenés que aparecerte así? –se quejó Harry.
-Lo aprendí de tu novia –respondió Shin con voz monótona.
-¿Eh? –Harry sintió algo tibio en la nuca y volvió la cabeza; la enorme cabeza de un Dragonite estaba a un palmo de él. El monstruo estaba ligeramente inclinado para facilitar bajar a su entrenadora, y miraba a Harry con sus grandes y amables ojos castaños. Al chico casi le da un infarto.
-El mismo gato asustadizo de siempre… -suspiró Hikari mientras de un salto se ponía a la altura de sus compañeros.
-¿Cómo esperás que reaccione si un dragón de más de dos metros de altura aparece de la nada detrás de mí? –se defendió Harry presionando el dedo índice contra el morro de Haku.
-Bah, un entrenador con agallas no se habría… -Hikari se detuvo, al parecer acababa de digerir las palabras de Shin. Harry tenía la misma expresión.
-¡¿Dijiste “tu novia”?! –gritaron los dos a la par.
-Bueno, ya solamente falta Touji –dijo Rika sonriente.
-Típico de ese pelotudo llegar tarde… -suspiró Harry.
-Podemos esperar adentro, vengan –Rika los invitó a pasar con su usual amabilidad.
-No hace falta, ahí viene –dijo Hikari sin entusiasmo, señalando hacia las alturas. Naturalmente todos miraron, y ahí estaba sobre su Skarmory, agitando la mano enérgicamente.
-¡Holaaaa! –gritó.
-Touji se ve muy alegre… pero no sé si es natural… -dijo Rika a Reiko en voz baja.
-Realmente no puedo imaginármelo fingiendo.
-¿Crees que… haya cambiado?
Mientras seguía agitando la mano, Touji no notó la rama de un árbol demasiado baja y se dio de cara contra ella, para después caer al suelo de espaldas junto al grupo.
Afortunadamente estaba a poca altura, así que el daño fue mínimo. Moro aterrizó a su lado, con una gota de sudor en la cien.
-No, definitivamente sigue siendo el mismo –aseguró Reiko.
La tarde se esfumó en tiempo récord. Entre el té y las galletitas, las peleas y platos rotos, y las disculpas generales y limpieza de la casa de Rika, el día había sido muy corto, y la noche llegó trayendo consigo vientos helados y estrellas que brillaban por su ausencia. A pesar del desastre que habían hecho en el living, la madre de Rika no permitió que las visitas limpiasen más de la cuenta, y literalmente los barrió hacia el jardín.
-Chino de mierda –masculló Touji mientras se pegaba una bandita autoadhesiva justo sobre un ojo, donde la taza de té que Shin le había arrojado lo había golpeado.
-Fue tu culpa, vos empezaste a decir; “¡Mierda, el Chino tiene una capa! ¡No pensé que existiera alguien tan ridículo como para usar una hoy en día!” -dijo Harry, quien como toda respuesta obtuvo miradas de asombro de sus compañeros. Su manera de imitar a Touji era tan exacta que daba miedo.
-¿Qué? –dijo el chico encogiéndose de hombros.
-Creo que pasaste demasiado tiempo con Touji… -expuso Reiko, al tiempo que pegaba una bandita en la mejilla izquierda de Shin.
-Y yo creo que el Chino tiene manos como para hacer eso solo… ¿No? –soltó Harry con una sonrisa tan amplia que parecía que alguien se la había extendido con un cuchillo.
Reiko y Shin dieron un respingo y se separaron, con los rostros enrojecidos. Touji se recordó mentalmente que debía felicitar a Harry luego.
-Bueno, están listas –anunció Rika, sacando unas cuantas salchichas del fuego.
-Hum… ¿es legal hacer una fogata en el medio de un jardín? –preguntó Touji antes de darle un mordisco a su salchicha y arrojar otra hacia atrás. Kosuke se la tragó como a un caramelo. Todos los Pokémon habían sido liberados y colmaban totalmente el lugar. Algunos en el suelo, otros posados sobre los pocos árboles. El patio de la casa de Rika tenía una apariencia que habría espantado hasta al vecino menos ortodoxo, con monstruos enormes diseminados por doquier.
-Es eso o morirnos de frío, mamá no va a dejarnos entrar hasta que pueda ver su cara reflejada en el suelo –suspiró Rika.
-Tu mamá está un poco obsesionada con la limpieza, ¿no? –comentó Reiko.
-No más que el promedio de las madres, creo –respondió Rika sonriendo.
-Yo creo que es genial –dijo Hikari, haciendo girar entre dos dedos el palito donde anteriormente había una salchicha.
Su comentario tomó a todos por sorpresa, tal vez porque había permanecido sin hablar por un largo rato, como de costumbre. Su Dragonite estaba enroscado en el suelo a unos metros del grupo, haciendo infructuosos intentos por dormir. Lunita revoloteaba alegremente junto a Altaria, ambas entonando bellas melodías.
-Me refiero a tu madre –continuó para quebrar el silencio –mi madre nunca hacía té ni galletas, ni limpiaba la casa…
Hikari nunca hablaba de su familia. No es que ellos le hayan preguntado mucho del tema, sino que simplemente ella parecía evitarlo, y sus compañeros se habían acostumbrado a eso. Debía haber una buena razón por la que no lo hacía, una muy buena razón.
-¿Hey, alguien tiene una guitarra? –Preguntó Harry precipitadamente –podríamos cantar una canción o algo…
-A ver, esperá –dijo Touji, levantó una piedra del suelo y miró debajo, después se estiró el cuello de la remera y miró adentro –Nop, mala suerte, no traigo ninguna.
-Muy gracioso, idiota –soltó Harry arrojándole una copa de sake en la cara.
-¿Qué haces con eso, pendejo? ¡Los menores no pueden tomar alcohol! –ladró Touji.
-¡Vos también sos menor, pelotudo!
-Hum… ¿cómo será un Pokémon borracho? –se preguntó Touji, viéndose tentado a llamar a Volco e invitarle unas copas.
-¡Ni se te ocurra! –bramó Reiko -¿Ya olvidaste lo que pasó en ese bar de la Convención Plateada? ¡Los bomberos no daban abasto!
-Escandalosos… -soltó Shin cruzándose de brazos.
-¿Y a vos qué te pasa, sos abstemio? –preguntó Touji.
-¡Dale, dale, tomá con nosotros! –agregó Harry con una sonrisa maligna, ambos se pusieron de pie, botellas de sake en mano.
-Uh… creo que no deberían… -comenzó a decir Rika, adivinando lo que estaba por ocurrir.
Demasiado tarde.
Volcaron todo el contenido de las botellas sobre Shin, quien quedó empapado de sake. Oni sintió la repentina urgencia de cortar los cuellos de ambos, lo más sangrientamente posible. Antes de que Shin pudiera ponerse de pie para tomar represalias, dos puñetazos se estrellaron contra las cabezas de Touji y Harry. Reiko estaba de pie, echando humo.
-¡Idiotas! ¡¿Cómo se atreven a desperdiciar el sake así?! ¡Merecen el peor de los castigos!
-Pero si vos ni siquiera lo pagaste –comentó Touji.
-Si tanto lo querés, ¿por qué no lo tomás del chino directamente? –agregó Harry.
Rika se agarró la cara con pesadumbre. Aquí iba a correr sangre.
-¡¡Los voy a matar!!
-¡Perdón, perdón! -exclamaron ambos mientras se inclinaban en la mejor reverencia que pudieron lograr.
Hikari no pudo evitar esbozar una sonrisa.
A medida que la noche avanzaba y la comida se terminaba, muchos y variados temas salieron a la luz. Hablaron de las diferentes ciudades y sus gimnasios, de los combates en la Convención Plateada, y ahora había brotado el tema de cómo fue que se conocieron.
-¡No mientas! Estabas todo cagado de esos entrenadores de cuarta, te estaban dando una paliza, allá en Goldenrod –dijo Touji, sonriendo al recordar la primera vez que se encontró con Harry.
Pum, pum, pum.
-¡No estaba asustado! –Rebatió el rubio –¿y si lo estaba qué? ¡Eran tres contra uno! Seguro que vos te meabas en los pantalones.
El Gengar de Shin volaba en círculos alrededor del grupo soltando ruidosas risotadas de cuento de terror, pero a nadie parecía molestarle. Charly estaba tendido junto a Rika, con la cabeza apoyada en su regazo.
-¡Jajaja! Si Rika y yo no hubiéramos aparecido en ese momento…
Pum, pum, pum.
-Cierto, nunca nos contaste, ¿Cómo fue que ustedes dos se conocieron? –preguntó Reiko.
-¡Ah, eso! Eso fue… -comenzó a decir Touji entusiasmado, pero entonces recordó que se había perdido, comido galletas prácticamente en descomposición, mordido por un Rattata, y desmayado en las afueras de Cherrygrove –eso… no es tan importante –concluyó rascándose la cabeza y sonriendo nerviosamente.
Rika soltó una risita.
Pum, pum, pum.
-La mejor entrada fue la de Reiko, ¿Quién golpea a un Scyther con una espada de madera en la cabeza al tiempo que unos veinte de esos bichos te están rodeando con ganas de jugar al carnicero? –dijo Harry.
-Bah, yo me cargué a tu Gyarados con un Dratini, ¿esa no es una entrada suficientemente buena? –dijo Hikari con la frente en alto.
-Fue pura suerte, ¿Quién ganó la batalla al final?
-¿Quién ganó la revancha usando solo dos Pokémon?
-Eso fue porque cierto hiper rayo disminuyó mis capacidades de entrenador…
-Excusas, excusas…
Pum, pum, pum.
-¿Qué son esos golpes molestos? –inquirió Reiko irritada –¡Harry, decile a tu Breloom que deje de practicar boxeo con los árboles!
Zangoose y Seviper se echaban miradas hostiles desde una distancia razonable, pero su relación parecía haber mejorado desde que combatieron juntos contra el M11. Al menos ahora no parecían desear con ansias la sangre del otro.
-Bueno… Shin estaba en el bosque Ilex peleando con un Pidgeotto… -empezó a decir Rika.
-¿Peleando? –repitió Touji –Eso no fue una pelea, ¡fue una carnicería!
-Tenés envidia porque lo capturé –dijo Shin cruzado de brazos.
-¿Por qué habría de darme envidia un simple Pidgeotto? ¡Yo atrapé un Bulbasaur y un Heracross en ese bosque!
-¿Tu Heracross puede derrotar a mi Pidgeot?
-Grrr…
Gotas de sudor recorrieron las cabezas de Tenshi y Moro, que estaban posados lado a lado, no muy lejos del grupo.
Antes de que pudieran seguir discut… charlando, precisamente un Pidgeotto llegó volando velozmente, posándose sobre el brazo extendido de Touji. Traía una carta amarrada a la pata.
-Un mensaje… -murmuró Touji, extendiendo la hoja y leyéndola para que todos pudiesen escuchar.
”¡Hey, pendejo boludo! ¿Cómo te trata la vida? A nosotros nos está sonriendo bastante. Aunque las cosas no son fáciles; ya tuvimos que escapar de cuatro ciudades diferentes cuando la policía nos descubrió, ¡argh! Me cago en la puta ley, ¿no se dan cuenta de que nada más queremos vivir honestamente?
Nuestros gimnasios de entrenamiento intensivo son bastante exitosos, ¿sabés? Aunque es difícil mantener una clientela si tenemos que estar escapando cada pocas semanas…
Tatewaki te manda sus saludos, está un poco molesto porque tuvo que dejar a una novia en cada ciudad, pero bueno, no se puede tener todo.
Más te vale que te vuelvas más fuerte, no quiero ver al sucesor de Kosuke convertido en un vago perdedor.
Ya tengo que irme, vino un tipo a reclamar… algo, así que voy a tener que dejarlo inconsciente para evitarme problemas.
Un saludo – Nabiki.
El grupo entero miraba la hoja con gotas de sudor en la cien.
-Nabiki y Tatewaki… ¿creen que vayan a estar bien? –preguntó Rika dudosa.
-Bah, hierba mala nunca muere –respondió Touji despreocupadamente.
En ese momento la madre de Rika salió de la casa y se les acercó.
-Hikari, tenés una llamada.
-¿Una llamada? ¿Para mí? –dijo la chica, sin poder ocultar su incredulidad. ¿Quién podría llamarla?
-Es tu madre –aclaró la mujer.
Sin borrar su expresión de sorpresa, la entrenadora de dragones se puso de pie y entró a la casa.
-¿Mamá? –preguntó al tubo con cautela. Tras unos instantes, se quedó helada, su madre estaba… llorando.
-¡Hikari, por dios! ¿Estás bien? ¿No te pasó nada? ¡No tenés idea de cómo te hemos buscado! ¡Tu padre puso a toda su empresa a rastrearte! Estábamos tan preocupados, desapareciste sin más… después de un tiempo, todos comenzaron a darte por muerta, hasta que vimos por TV la noticia del incidente de ese monstruo… y buscamos por cielo y tierra hasta que dimos con un entrenador camino a Mahogany que sabía a dónde te dirigías… -se detuvo, con la voz partida -¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te fuiste? Vos sos todo para nosotros… si fue por culpa nuestra…
La chica no sabía qué decir, estaba demasiado impresionada. Sus padres estaban preocupados por ella, ¡Realmente estaban preocupados!
-Lo siento, lo siento mucho, no llores más…
-Todo lo que tenemos, no tiene sentido si no estás con nosotros… por favor, regresa a casa.
-…
Afuera, Harry se preguntaba qué estaría pasando, pero a los pocos minutos, Hikari regresó. Se paró junto al fuego, estudiando las caras de las cinco personas que la miraban con un gesto interrogante imposible de ocultar.
-¿Y bien? ¿Qué pasó? –preguntó Reiko expectante.
Hubo unos instantes de silencio. Flygon se posó junto a su entrenadora.
-Dos enviados del Gimnasio de Blackthorn fueron a buscarme a mi casa… -empezó a relatar lentamente –Clair quiere tomarme como alumna.
De nuevo silencio, pero esta vez duró poco.
Touji, Rika, Harry, y Reiko se pusieron de pie de un salto y comenzaron a volcar sake sobre su compañera, la cargaron en alto y la llevaron a una vuelta por todo Viridian, escoltados por su ejército personal de Pokémon, sin dejar de gritar y festejar. Incluso Shin fue con ellos, y no hizo “tsk” ni una vez. En los brazos de todos sus amigos, Hikari sintió que no podía pertenecer más a un sitio.
Cuando regresaron, el fuego estaba casi apagado. Estaban cansados y pasados de alcohol, pero alegres. No recordaban haber pasado una noche tan alocada y al mismo tiempo amena en mucho tiempo. Continuaron bebiendo y charlando durante largo rato.
El amanecer estaba próximo. Hinari y Melfice dormían desde hacía rato, muy juntos, demasiado para el gusto de cierto Magmar. Kosuke permanecía despierto, como siempre, algo apartado del resto. Geroh-Kun estaba sentado sobre la rama de un árbol, contemplando la luna, mientras que Denkeshi no se había despegado de Touji en ningún momento.
-Uff… -voy a caminar un poco –dijo Reiko poniéndose de pie a duras penas.
Su Scizor apareció a su lado, siempre dispuesto a escoltar a su maestra.
-Esperá –dijo Shin –Es peligroso que una mujer camine sola a esta hora, te acompaño.
-¡Uhhhh! –gritaron Touji y Harry al unísono. Rika le dio un codazo al primero.
-Um… bueno, yo voy a… -Hikari pensó en la mejor excusa posible –devolver las botellas de sake a la tienda, venís conmigo, ¿no? –preguntó a Harry, aunque más bien aquello sonó como una orden que de no cumplir lo pagaría caro. El chico asintió repetidamente con la cabeza, aterrado.
Finalmente, Touji y Rika se quedaron solos, sentados junto al fuego.
Ninguno de los dos emitía palabra, con la vista perdida en las llamas.
-¿Estás bien? –preguntó Rika finalmente.
-Claro, ¿Por qué no habría de estarlo?
Los ronquidos de Dandy, que estaba tendido panza arriba sobre la hierba, eran el único sonido audible.
-Sabés, todas las noches pienso… “¿habré hecho lo correcto?” pero nunca sé cuál es la respuesta… ¿No hay manera de saberlo?
-Solo el tiempo podrá decir si hiciste lo correcto o no, nadie puede asegurarlo… pero sabés… posiblemente los peores errores de nuestra vida son aquellos que no cometemos.
Touji sonrió débilmente.
-Siempre sabes qué decir, ¿eh?
-Con práctica vos también vas a poder –respondió ella risueña.
-Me pregunto si mi hermano habrá pensado lo mismo que yo la primera vez que mató a alguien… Debe sentirse decepcionado de mí…
-¡No, no por supuesto que no!
-¿Y por qué? Después de todo, hice precisamente lo que él no quería que hiciera.
-Él no quería que te dejes consumir por el odio y el deseo de venganza. Y no lo hiciste, Touji.
-¿No lo hice? ¡Maté a esa basura de Giovanni! ¿Cómo podés decir que no lo hice?
-Puedo decirlo porque estás sentado conmigo junto al fuego. Porque hoy recordamos viejos tiempos, reímos y nos divertimos. Y eso no puede hacer más que confirmar que seguís siendo el mismo… y si no perdiste tu esencia, entonces creo que tu hermano debe sentirse orgulloso.
Touji se quedó sin palabras, con una expresión de asombro dibujada en su rostro. Era increíble, realmente increíble, no importaba qué tan mal se sintiera, Rika siempre exponía una verdad alentadora frente a él.
-Rika… yo… -se detuvo, tratando de controlar sus nervios. Pudo sentir como las gotas de sudor resbalaban por su cara, a pesar del frío. Juntó todo el valor que tenía, y continuó –Vos… vos sos alguien muy especial para mí…
Ella lo miró con la misma expresión que él tenía antes.
-Lo que quiero decir es que yo… yo… yo te… ¡yo te amo! –gritó finalmente, con el rostro enrojecido a más no poder.
La chica no pudo hacer más que permanecer en silencio, y pasado el shock inicial, bajó la vista al suelo.
Touji sintió su corazón convertirse en arena.
-¡N-no te preocupes! –dijo sonriendo y rascándose la cabeza –yo entiendo, es normal, alguien como vos… con un perdedor como yo… es comprensible que…
-Touji… -lo interrumpió Rika.
Al despegar la mirada del suelo, auténtica tristeza podía leerse en ella.
-Una persona tan cruel como yo… que ignoró tus sentimientos durante tanto tiempo… ¿Realmente podés amar a alguien así? ¿Vale la pena proteger a alguien así? –la imagen de lo ocurrido durante el combate contra el M11 surgió con claridad en su cabeza.
Rika no pudo seguir hablando, porque al igual que aquella vez, Touji la estrechó con fuerza entre sus brazos.
Y de nuevo, los hechos reemplazaron a las palabras, porque al verlos unidos en ese abrazo, no podía caber duda de lo que ambos sentían.
Finalmente amaneció cuando Reiko, Shin, Harry, y Hikari regresaron. Con rostros y pies cansados pero innegablemente alegres. Todos los Pokémon dormían a pierna suelta, excepto claro, Yami, quien seguía volando en círculos y riéndose a carcajadas. Nunca le den sake a un Gengar.
Tres horas más tarde, después de dormir un poco y lavarse las caras somnolientas, los seis entrenadores se encontraban de pie reunidos en las afueras de Viridian, formando un círculo, mochilas en espaldas. Las aves trinaban como nunca.
Touji fue el primero en hablar.
-Bueno y… ¿qué es lo que tienen pensado hacer de ahora en más?
-Yo regresaré a Blackthorn y empezaré mi entrenamiento en el Gym de Clair, además… mi familia me está esperando –dijo Hikari, con una sonrisa. Harry también sonrió.
-Bueno, yo no estoy lista para regresar a casa aún –dijo Reiko haciéndose tronar el cuello –tengo pensado viajar algún tiempo más, ya saben, conocer lugares nuevos y todo eso…
-Yo voy a regresar a Cerulean, me fui sin avisar, mi hermano debe estar histérico… además, hay muchas cosas que quiero aprender aún –dijo Harry.
-Gary se va de viaje a una región lejana la semana entrante, y tal vez no regrese en años, así que me pidió que me encargue de su Gimnasio por él –dijo Rika sonriente.
-¿O sea que vas a ser Gym leader? ¡Wow! Compadezco a tus retadores… -exclamó Harry con admiración.
-¿Y vos, Shin? –preguntó Rika.
-Tengo pensado pedir permiso para entrenar en el Mt. Silver durante algunos años… me parece un buen lugar para fortalecerme.
-¿No te parece que eso es excesivamente antisocial, incluso tratándose de vos? –lo provocó Touji.
-No vas a opinar lo mismo cuando regrese y te dé una paliza.
-Touji, ¿vos que vas a hacer? –preguntó Reiko rápidamente, sabiendo lo que pasaría si no cambiaba de tema.
El muchacho se puso los brazos detrás de la cabeza.
-No estoy muy seguro… creo que el Chino tiene algo de razón, me estoy acostumbrando demasiado a la vida fácil en Cherrygrove… tal vez ya es hora de empezar un nuevo viaje, de luchar contra los mejores entrenadores, de conocer nuevos estilos de combate…
Todos se quedaron boquiabiertos.
-¿Te sentís bien? –preguntó Harry.
-¿Qué tal Hoenn? Me contaron que la Elite Four de ahí es realmente fuerte, podría darles una visita y de paso conocer esos rumbos… -pensó Touji en voz alta.
-No suena nada mal, ¡andá y enseñales de que estamos hechos los entrenadores de Johto! –lo animó Reiko alzando un puño.
Una brisa fresca les agitó ropas y cabello. El silencio se adueñó del grupo durante unos instantes.
-Bueno… entonces creo que es hora de despedirnos –dijo Harry en voz baja.
-Oigan… nos volveremos a ver, ¿cierto? –preguntó Touji, a quien inevitablemente se le estaba formando un nudo en la garganta.
-¡Por supuesto que sí! –dijo Reiko animada.
-¡Ya sé! Hagamos una promesa –propuso Rika.
-¿Una promesa? –preguntó Hikari.
-Sí, prometamos que pase lo que pase, nos encontraremos todos en este mismo lugar, a esta misma hora, este mismo día, dentro de un año, ¿está bien? –Rika extendió la mano hacia el centro del grupo. Touji, Harry, y Reiko colocaron las suyas encima inmediatamente, Hikari también, tras unos segundos.
Todos miraron a Shin.
-¿Qué? A mí no me gustan esas cursilerías –soltó este, cruzándose de brazos.
-Bien que cuando fuiste a salvar a Reiko no te importó mucho eso… -comenzó a decir Touji.
-¡Callate idiota!
Y así, cada quien tomó su camino.
-“Sí, nos volveremos a ver… sin ninguna duda” –pensó Touji mientras oía al viento llamándolo para iniciar nuevas aventuras.
La gente anda diciendo...