Made in PAPokémon: El Mundo con Otros Ojos

Pokémon el Mundo Con Otros Ojos – Capítulo 60: Espejismo de la victoria. Seis velas sofocadas por el viento

Disclaimer lavamanos tipo Disney

Esta historia fue escrita desde el 2002 al 2004, por una piba y un pibe que, al comienzo de la historia, tenían 15 años, al igual que el protagonista.
Es probable que cada tanto encuentren chistes o comentarios homofóbicos, machistas, racistas y/o de mierda en general. Básicamente, éramos literalmente nenes y bastante boludes, como la gran mayoría de las personas lo es a esa edad. Esos comentarios NO reflejan la postura actual del staff de PA y francamente, son bastante vergonzosos. Pero decidimos dejar la historia exactamente tal cual fue escrita y no lavarnos las manos de nuestros errores.

Capítulo 60: Espejismo de la victoria. Seis velas sofocadas por el viento

Hikari se apartó unos pasos de su bestia resplandeciente. Una serpiente hecha enteramente de luz, que no tardó en empezar a perder longitud y compactarse. Fue cambiando hasta que su silueta adquirió la forma característica del dragón más famoso; un enorme corpachón de más de dos metros de altura, mirada serena, y alas desproporcionadamente pequeñas.

Su pequeña entrenadora lo contemplaba con ojos húmedos.

-Haku…

El Dragonite asintió con la cabeza y gruñó con su extraña voz, para después inclinarse frente a la chica. Hikari subió a su espalda de un salto.

-¡Vamos a enseñarle lo que pasa cuando se meten con la mejor entrenadora de dragones!

La criatura extendió sus cortas alas y salió despedida del suelo como un jet hacia M11.

Los demás entrenadores solo tenían ojos para ver esta nueva lucha, cuyo resultado decidiría su destino.

El Pokémon psíquico lo vio acercarse, a pesar de su abrumadora velocidad, como en cámara lenta. Vio llegar el primer puñetazo; “Derecha” –supo antes de que la bestia tensara los músculos, y efectivamente, esquivó un enérgico derechazo, “Izquierda”, “Derecha”, “arriba”. Cada golpe era eludido con sorprendente exactitud, los movimientos del M11 estaban ligados a la perfección. Y precisamente eso es lo que era; una perfecta máquina de combate. Pero Haku seguía atacando con fría constancia, sin dejarse intimidar.

-¡Hiper rayo!

El dragón y su contendiente se separaron, y mientras el primero formó una bola de luz, el segundo hizo lo propio con una esfera negra.

Ambos ataques colisionaron con estrépito, Dragonite se estaba dejando la piel en su ataque. Su nuevo poder lo sorprendía incluso a sí mismo, pero no parecía ser igual con el monstruo psíquico, quien mantenía su esfera oscura compitiendo con el hiper rayo usando tan solo una mano. Los poderes lucharon entre sí unos segundos.

Hikari apretaba los dientes como si fuera ella misma la que estaba atacando, y de alguna manera pareció transferirle fuerza a su Pokémon, el ataque aumentó su intensidad, y el M11, sorprendido, tuvo que usar ambas manos para mantenerlo a raya, y aun así no le estaba resultando tarea sencilla.

-¡Un poco más Haku, un poco más! –animó la chica a su dragón, que sudaba copiosamente a causa del esfuerzo, y comenzaba a debilitarse.

Es inútil.

La bola de energía en las manos del Pokémon psíquico creció hasta tener casi tres metros de diámetro, y al extender ambos brazos hacia delante, simplemente se tragó el hiper rayo, y al Dragonite tras él.

-¡¡Hikari!! –gritó Harry desesperado, y al ver al Dragón estrellarse contra el suelo, corrió hacia ahí, jadeando. Se detuvo en el borde de un profundo boquete en la tierra, donde distinguió entre el polvo al Dragonite, tendido de costado. Harry saltó hacia abajo, deslizándose por la pared interna del cráter. Al llegar vio a Hikari, quien aún estaba sobre el lomo de su dragón, inconsciente, o muerta. El chico la sacó de ahí e intentó reanimarla:

-Reaccioná por favor, ¡reaccioná!

-Harry, perdón… no pude…

-Shh… hiciste más que suficiente. Ahora vamos, tenemos que salir de acá, ¿Podés caminar?

-Creo que sí…

Pero cuando quiso ponerse de pie, sus piernas flaquearon. Harry le dio la espalda y se agachó.

-Subite.

-¿Qué?

-Que subas, yo te llevo –y ante el silencio de Hikari, agregó –vamos, ¡hay que salir!

La chica finalmente asintió, algo avergonzada.

-Te voy a sacar de acá, vas a ver –le aseguró Harry, y sonrió, a pesar de que estaba magullado y agotado. Comenzó a escalar la cuesta arriba del cráter, sujetándose con la única mano libre de la superficie rocosa. El ascenso era extremadamente difícil, sus zapatillas deportivas resbalaban sobre el pedregullo, pero seguía subiendo. Empezó a transpirar mucho, ya casi llegaba a la cima. Aferró una roca que sobresalía, pero esta se desprendió y se deslizaron casi dos metros hacia abajo.

-Voy a sacarte –repitió Harry, emprendiendo nuevamente la escalada. Cada paso representaba un esfuerzo extraordinario, cada avance era muy doloroso.

Ya casi estaban ahí, casi estaban… se detuvo un momento para recuperar el aliento. Afirmó el pie derecho en una hendidura, pero la roca se deshizo bajo su pie, y volvieron a caer, casi tanto como antes.

-Voy… a sacarte… -dijo una vez más Harry, con mechones de cabello rubio empapados en sudor cayéndole sobre los ojos. Continuó trepando, sus brazos le pesaban muchísimo, esta vez iba a lograrlo, sabía que estaba cerca, lo sabía, pero solo se concentraba en subir, su mano buscó instintivamente algo de que agarrase, y halló una raíz, se ciñó a ella, pero esta comenzó a aflojarse…

Harry tenía lágrimas en los ojos.

-«No puedo… no soy capaz de hacerlo…»

La raíz terminó de desprenderse, caían nuevamente.

Pero algo los detuvo de golpe; una mano sujetó firmemente la del chico. Harry subió la mirada, y vio a Touji, en un estado no mejor que el suyo, sonriéndole.

-Idiota, no estás solo –le dijo, halando con fuerza. Esas palabras, tan simples como sonaban, retumbaron en la cabeza de Harry como hacía mucho que nada lo hacía. Llegaron arriba.

Hikari bajó de la espalda de Harry.

-Gracias… -murmuró.

Rika y Reiko no tardaron en llegar. Los cinco cruzaron miradas entre ellos, miradas apagadas, incluso resignadas. Ya no tenían ni un solo Pokémon que los separase de la muerte segura que el M11 representaba. Estaban heridos, extenuados tanto física como mentalmente, estaban tocando los límites de su muy limitada resistencia humana.

-¿Acaso creyeron que ese Dragonite podría tener éxito después de que el Tyranitar de nivel y poder superior fracasó?

El Pokémon psíquico descendió frente al grupo, con los pies a centímetros del suelo.

-Bien, si nadie más va a llegar a rescatarlos –esta última palabra la pronunció despacio, con toda la intención de resaltar lo inútiles que habían sido todos los intentos hasta ahora –Voy a tomar sus insignificantes vidas, o… lo que queda de ellas.

-¡Pues lamento decirte! –una voz potente, fría y femenina quebró el abrumador silencio que los envolvía.

-¡Que todavía hay algunos dispuestos a rescatarlos! –continuó otra voz, esta vez masculina y serena.

El grupo de entrenadores subió la mirada hacia el cielo, y sus ojos se iluminaron, se llenaron de aliento, de una renovada esperanza.

Ahí estaban: Un Dragonite con una mujer de cabello azul en su lomo; Clair, y un anciano, Pryce. A su lado volaba un Dragonair, y sobre él un hombre corpulento y de expresión ceñuda, Chuck de Cianwood. A tan solo unos metros pudieron ver a un joven rubio y de semblante despreocupado, levitando como por arte de magia con las manos hundidas en los bolsillos; junto a él se encontraba toda una legión de criaturas fantasmagóricas; Gengar, Haunter, Misdreavus, Banette, y Dusclops, y otra persona más, una chica de largo cabello castaño, Jasmine, flotaba a su lado. Un ave inmensa surcó velozmente el firmamento enrojecido, Falkner era su jinete, junto con Whitney. Un poco más atrás, pero acercándose a toda prisa, una mancha verde. Un Scyther enorme llevaba a su amo, Bugsy, colgado de sus garras.

Los ocho Gym leaders de Johto, entrenadores reconocidos por la mismísima Elite Four como superiores entre el resto, estaban allí para ayudarlos.

Pronto una veintena de luces salieron despedidas de los líderes, y no eran otra cosa que el resplandor emitido por las pokebolas al abrirse.

Morty y Jasmine aterrizaron con elegancia, y esta última liberó a su terrible serpiente de acero; Steelix, a una pareja de Magnetons resplandecientes, y a un Ampharos.

Pryce y Chuck enviaron a sus monstruos aún antes de aterrizar; un Machamp, un Machoke, un Hitmonlee, un Primeape, y un Poliwrath eran los guerreros del líder peleador. Las cinco bestias adoptaron posturas de combate. Por su parte, Pryce liberó a sus bestias heladas; Piloswine, Cloyster, Jynx, Glalie, y Sneasel. 

Una serie de aves de todos los tamaños emergieron alrededor del Pidgeot de Falkner: Fearow, Skarmory, Swellow, y Dodrio (este último en tierra).

Whitney a su vez dejó salir a sus más confiables criaturas; Miltank, Snorlax, Blissey, y Clefable.

Bugsy aterrizó junto a su insecto, y envió al resto de sus bestias a secundarlo, una pareja de abejas zumbantes, un escarabajo con un enorme cuerno, y una mariposa.

Como último detalle, Clair liberó a su Kingdra.

Lo que se hallaba ante el hasta ahora imbatible Pokémon psíquico era un ejército compuesto por las bestias más temibles de todo Johto, algo que nadie en sus cabales se atrevería a enfrentar jamás…

-Oigan, ¿se encuentran bien? –preguntó Chuck con su tosca voz.

Touji se limitó a asentir con la cabeza.

-No se preocupen, terminaremos con esto en un momento –dijo Clair resueltamente.

-Pero, ¿qué diablos es esto? –dijo Falkner sin disimular su asombro.

-Interesante –Oyeron todos en sus mentes –Más personas extrañas… veamos que pueden hacer.

La invitación no fue rechazada. Ocho dedos índices señalaron al M11, y la legión de Pocket Monsters se lanzó sobre él, cubriéndolo como una extraña maraña multicolor.

Touji sintió un alivio inmenso. Todo el asunto estaba bajo el control de los Gym leaders, ya no tenía que preocuparse por nada. Tuvo deseos de dejarse caer al suelo y dormir, dormir mucho tiempo, y despertar cuando todo hubiese terminado. La cabeza le estallaba, el dolor de las costillas era insoportable, apenas le permitía respirar, y sentía el cuerpo exageradamente pesado. Estaba tan cansado… 

Sin embargo, mientras el combate continuara, no podía relajarse. Era un momento demasiado importante como para perdérselo, y esa criatura no había dejado de sorprenderlo. No vio a su alrededor, pero sabía que sus amigos estaban en su misma situación; Todos estaban pendientes de los movimientos de los monstruos.

Aún con la vista borrosa pudo distinguir como los fantasmas de Morty bombardeaban al M11 con sus bolas sombra, como Dragonite y Dragonair lo asediaban con sus hiper rayos, como los insectos de Bugsy lo picaban y cortaban cada vez que podían, como Steelix intentaba apresarlo con su enorme cuerpo para triturarle los huesos, como los Pokémon de Pryce disparaban ráfagas heladas desde el suelo, como los pájaros de Falkner lo atacaban como rayos desde cada ángulo imaginable, como los luchadores y normales de Chuck y Whitney intentaban conectar toda clase de golpes…

Los gritos de las bestias se entremezclaban con las órdenes de sus entrenadores y el rugido de las explosiones. No se podía distinguir quién iba ganando, si los Gym Leaders o M11.

Aguzó la vista, entrecerrando los ojos, y distinguió claramente una enorme y redonda figura asestándole un mega puño en la espalda. El Pokémon psíquico se volvió y le sacudió una patada en la enorme barriga, que bastó para mandar a la bestia a volar y a aplastar a un Pokémon delgado y de largas piernas (Hitmonlee, le pareció) al caerle encima.

Notó como dos veloces criaturas amarillentas revoloteaban a su alrededor, y descendían empuñando sus agujones como lanzas, pero eran repelidas por la sola energía que rodeaba al M11, y no conseguían tocarlo. 

Dos grandes pájaros lo atacaban en combinación, con gran sincronía, aunque desde esa distancia Touji no pudo distinguir que ataques empleaban. Lo que si saltaba a la vista eran los múltiples rayos de luz blanca que asediaban a la criatura desde tres puntos diferentes. El agredido decidió cortar por lo sano y concentrarse en deshacerse primero de los dragones de Clair; aprovechó la cercanía de Dragonair para tomarlo de la cola y arrojarlo contra su compañero evolucionado, quien descendió bruscamente para evitarlo, pero después de que Misdreavus se cruzara en su camino velozmente, todo lo que pudo ver fue el extraño puño del monstruo psíquico, que fue a darle un monumental golpe en el morro. Perdió el control del vuelo y comenzó a caer. Clair lo guardó en plena caída y fue rescatada por el Gengar de Morty, que la hizo levitar hasta el suelo y posteriormente se lanzó al ataque junto con sus colegas fantasmales, con su infaltable sonrisa. 

Un deslumbrante rayo de hielo, producto de las fuerzas combinadas de Jynx, Piloswine, y Glalie dio de lleno en la pierna derecha del M11, envolviéndola en un bloque de hielo. Este pareció desequilibrarse, inclinándose hacia abajo por el peso. Touji abrió mucho los ojos al ver como la mayor parte de las bestias se arrojaban sobre él, aprovechando ese momento de flaqueza.

***

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo es posible?!

-¡No lo sé, pero se está resistiendo, sus signos vitales no disminuyen!

-No puede sobrevivir sin oxígeno, eso no tiene sentido, ¡tiene que haber un error en los medidores, revisa de nuevo!

«Esas voces… ásperas, torcidas, terroríficas…»

-Lo he verificado catorce veces, no puedo explicarlo… solo… se rehúsa a morir.

-¡No me importa lo que esa cosa quiera, nos dieron órdenes de eliminarlo, y eso es lo que haremos!

”Quiero que… se vayan…”

-¿Pero cómo…? la única manera es…

”Quiero que se vayan.”

-Si tenemos que hacerlo de la manera tradicional… que así sea.  

-¡Su actividad cerebral aumentó 550 por ciento! ¡1000! ¡2000! ¡¡Sigue aumentando!!

-¡Rápido! ¡¡Activa el modo de hibernación!!

”¡¡¡Quiero que desaparezcan!!!”

-¡Ensegui… –Una explosión, y silencio.

***

-Esta vez sí… -murmuró el muchacho, viendo como la legión de monstruos formaba un inmenso montículo en torno al Pokémon psíquico, dejándolo prácticamente invisible –esta vez tiene que caer… no puede defenderse de eso…

Apenas medio minuto había transcurrido desde el comienzo del ataque múltiple, cuando Touji notó como diminutas piedrecitas del suelo saltaban a sus pies. Cruzó una mirada con sus compañeros. El suelo comenzó a temblar.

-Oh… mierda…

Cientos de finísimos rayos de luz se filtraron por entre la maraña de Pokémon, como si fuera un sol lo que se encontraba allí aprisionado. Los monstruos no tuvieron tiempo de alejarse, y un inmenso estallido luminoso sacudió toda el área. Touji y sus compañeros se protegieron como pudieron de la explosión.

-¡No puede ser! –gritó Reiko una vez que dejaron de llover rocas, buscando a los sobrevivientes (¿los habría?) entre el polvo.

Una vez que consiguieron ver, empezaron a distinguir a los Pokémon diseminados por toda el área, inertes, y lo que era aún más preocupante; también a sus amos.

-No… esto no… -murmuró Touji, recorriendo con la mirada en cada uno de los caídos Gym leaders. Ninguno de ellos daba señal alguna de vida. Sintió la urgencia de correr hacia ellos, pero después miró al autor de esa masacre…

Levitaba a escasos metros del suelo, sobre un inmenso cráter provocado por su último ataque. Por primera vez, Touji tuvo la certeza de que la criatura estaba seriamente fatigada. ¿Pero acaso eso tenía importancia ahora que sus últimas esperanzas se habían esfumado?
Los líderes de gimnasio… ¿estarían…? Touji tragó saliva para aflojar el nudo en la garganta.

Suficiente –incluso su voz, aunque solo hablaba en sus mentes, sonaba cansada –He tenido suficiente de todos ustedes… terminaré con este juego. Ahora mismo.

Y tras esas palabras, giró hacia el grupo, con los ojos fulgurantes. Ráfagas circulares envolvieron a los cinco entrenadores, levantándolos del suelo con suavidad. Sensación que no duraría mucho, ya que con un simple movimiento de mano, los envió al suelo con fuerza abrumadora. El golpe fue tan violento que varios huesos se quebraron. Touji intentó ponerse de rodillas, pero escupió un poco de sangre y volvió a caer. Ninguno de ellos dio muestras de intentar incorporarse después de eso. Dolía demasiado.

¿Eso fue todo? Humanos patéticos, solo mírense; arrastrándose como gusanos… me encargaré de que todos se arrastren… todos los humanos como ustedes, se arrastrarán, y después morirán, todos –El tono del monstruo psíquico seguía sonando agotado, pero al mismo tiempo, mostraba una determinación alimentada por un odio insondable.

Su mirada se posó en cada uno de ellos, y se detuvo sobre una cabellera rojiza.

Serás la primera –sentenció, inexpresivo. Con sus huesudos dedos la sujetó del cuello de la ropa y la levantó hasta la altura de sus ojos.

Desde los brumosos rincones de su inconsciencia, Touji escuchó sus palabras, y una desesperación indescriptible lo desbordó. Al recuperar parcialmente la lucidez, intentó con todas sus fuerzas levantarse, pero no solo su estado se lo impedía; el mismo M11 parecía ejercer una extraña fuerza que lo inmovilizaba.  

No iba a dejarse dominar así, no cuando Reiko estaba a punto de morir. Afirmó los codos en la tierra y apretando los dientes. Luchó contra la fuerza casi gravitacional que lo mantenía pegado al suelo. Lo intentó con todas sus fuerzas, pero no lo consiguió. Nunca en su vida se había sentido tan impotente.

Y ahora…

La criatura enfocó la mirada en Reiko, estrechando los ojos. Pero se detuvo, había algo; una presencia sutil, pero que aun así no escapaba a su sobrenatural percepción.

Una casi imperceptible sombra pasó por su lado a la velocidad del rayo, rozándole un flanco.

Por unos instantes todos se quedaron como estatuas.

El brazo con el que el monstruo psíquico sujetaba a Reiko se desprendió del resto del cuerpo, a la altura del hombro, produciendo un repugnante sonido. La criatura ni siquiera se molestó en bajar la mirada hacia donde caía su mutilada extremidad, sino que vio como un ave de enormes proporciones pasaba zumbando por su lado e interceptaba la caída de la chica, al tiempo que una pequeña criatura, hija de la oscuridad, aparecía a escasos metros de él, dándole la espalda. Una de sus garras relucientes lucía un diseño teñido en sangre. La sangre de M11.

-La próxima vez que la toques, va a ser tu cabeza la que va a volar –dijo una voz helada. Touji, Rika, Harry, y Hikari abrieron los ojos de golpe.

-Esa voz… -musitó el primero.

Pidgeot se posó al lado de un joven, ambos se veían enmarañados y magullados, como si hubieran estado luchando arduamente hasta hace poco tiempo. A su alrededor, cuatro Pokémon miraban fijamente a la bestia psíquica, monstruos también de apariencia agotada pero desafiante; Jolteon, Blastoise, Houndoom, y Gengar. 

Con cuidado, el muchacho tomó a Reiko entre sus brazos, y su gélida mirada ambarina refulgió de ira al verla herida.

-Viniste… -dijo la chica en voz baja.

-Te dije que volveríamos a vernos, ¿o no? –le dijo, como explicando algo obvio.

Touji se sorprendió poniéndose de pie. La presión abrumadora había desaparecido, enseguida ayudó a Rika a levantarse, y caminaron hacia donde Shin y Reiko, despacio, y no solo por sus heridas; tenían la impresión de que su figura era una ilusión, un espejismo que se desvanecería de un momento a otro. Harry también consiguió incorporarse, y junto con Hikari se unió a los demás.

Los seis formaron un semicírculo, y alternaban miradas entre ellos, en un sepulcral silencio.

Tantas cosas que decir, pero nadie hablaba, hasta que finalmente…

-¡Chino de mierda! ¡¿Podrías haber venido antes, no?! –bramó Touji.

-¡Callate mocoso! ¡¿Te pensás que estuve perdiendo el tiempo como vos?! 

Se clavaron miradas de odio durante unos segundos, pero pronto dejaron escapar una leve carcajada.

-Estamos juntos de nuevo… -dijo Rika, y en su rostro antes angustiado se dibujó una sonrisa. Esa sola visión bastó para llenar a Touji de esperanza.

Los seis se volvieron hacia su enemigo, quien a su vez giró hacia ellos. Sus miradas eran brillantes, llenas de una renovada decisión, aunque sus cuerpos no colaboraban. 

-Háganse a un lado, me estorban –dijo Shin con su habitual tono despectivo.

Dado que no tenían Pokémon para luchar, sus compañeros no tuvieron más opción que retroceder, aunque Touji dirigió una de sus infaltables malas caras hacia Shin.

Oni apareció de repente frente a su amo, adoptando postura de combate.

M11 lo miró con sus ojos ausentes, y con un brusco movimiento, un nuevo brazo le creció en donde había estado el anterior, goteando un extraño líquido. Contempló su obra, mientras abría y cerraba el puño. Ni siquiera Shin pudo disimular su expresión de incredulidad.

-No me mintieron cuando dijeron que esta cosa era el Pokémon supremo…

-¿Sabés de él? –exclamó Touji.

-Estuve ocupado jugando con los Rockets… -dijo Shin, sonriendo para sí mismo.

-¿Ah sí? –Replicó Touji –¡Mientras vos te divertías nosotros estábamos haciendo cosas importantes acá!

-Dejá de lloriquear, ¿querés? –Shin se dirigió a su oponente –vamos a ver que tanto podés hacer, aunque veo que estuviste ocupado… -dijo mirando a su alrededor las decenas de Pokémon derrotados, tanto de los Gym leaders como de sus compañeros.

M11 guardó silencio durante unos segundos.

¿Por qué lo hacen? No los entiendo…

Shin-tao se limitó a mirar a su Gengar y hacer chasquear los dedos. El espectro se despegó del suelo y fue directamente hacia su blanco, formó una bola sombra y se la arrojó de frente. El Pokémon psíquico extendió una mano, y la esfera quedó reducida a volutas de pestilente humo negro.

-Ya veo… -dijo Shin, acariciándose la barbilla –Melfice, Tenshi.

Al oír sus nombres, el canino oscuro y su compañero alado fueron a apoyar al Gengar. Pronto el agredido estaba eludiendo los veloces embates del Pidgeot, las bolas sombra de Yami, y los torrentes de fuego del Houndoom.

Para el asombro de su entrenador, se las estaba arreglando estupendamente para lidiar con los tres a la vez, y sin embargo, tanto Touji como los demás no tardaron en notar que sus movimientos eran considerablemente más lentos que antes. 

Tenshi le aferró un hombro con las garras, y en lo que el M11 se libraba de él, recibió en la cara una bola sombra, seguida de un lanzallamas. Enfurecido, bombardeó al pájaro con una batería de bolas de energía, y posteriormente extendió ambas manos hacia los otros dos, expulsando una poderosa descarga psíquica. Gengar se vio arrastrado por el inmenso poder, pero no fue así con Houndoom, quien saltó como un rayo hacia él, enterrándole sus colmillos en una pierna.

Shin estrechó los ojos, en ese gesto calculador que sus amigos conocían tan bien y que anunciaba tormenta. Asintió con la cabeza, y sin necesidad de ninguna orden, Jolteon salió a la carrera hacia donde se desarrollaba el combate, con Sneasel tras él, dando atléticos saltos. Blastoise apuntó sus cañones. 

Pronto una descarga eléctrica, una hidro bomba, y una bola sombra (esta vez de Sneasel) estallaron con todo su poder sobre el Pokémon psíquico, Houndoom incluido.

El humo se despejó, y permitió ver como la criatura se desplomaba junto con el canino oscuro.

Todos estaban boquiabiertos.

-Tsk, demasiado fácil.

-Lo… lo logró… -balbuceó Touji.

-No, todavía no –dijo Rika con mucha seguridad.

Y efectivamente, M11 se incorporó, pateando con furia a Melfice, que yacía sobre él.

Nunca van a derrotarme con esos patéticos ataques, ¿no lo entienden? –dijo mientras volvía a levitar.

Casi sin darle tiempo a terminar de ganar altura, Sneasel saltó hacia él, con un brazo extendido hacia atrás, pero tuvo que desviarse de su objetivo para esquivar un puñetazo. Ni bien puso un pie en el suelo, volvió a impulsarse como si tuviera un reactor en las piernas. Eludió un nuevo golpe, y esta vez consiguió rozar la cara del Pokémon psíquico. La sangre le salpicó el rostro, pero no fue capaz de evitar una durísima patada que frustró su aterrizaje; Oni se estrelló contra el suelo, rebotó un par de veces, dio una voltereta en el aire y aterrizó de pie, derrapando en la tierra. El golpe había sido muy duro, pero aun así una sonrisa se dibujó en la torva cara del Sneasel, quien lamió la sangre de su oponente que goteaba de su garra.

-¿Lo ven? Su sangre es tan roja como la nuestra –dijo Shin, infundiendo ánimo en sus Pokémon –Podemos y vamos a derrotarlo.

Melfice se puso de pie, gruñendo, mientras que Yami se despegó de la pared donde la onda psíquica lo había estampado y, tras secarse la sangre de la boca, se unió a los demás junto con Pidgeot. El ave era el que peor aspecto tenía, con las plumas desordenadas y sucias y el cuerpo lleno de heridas.

Jolteon atacó antes de lo previsto, disparando una onda trueno que rodeó y aprisionó al Pokémon psíquico como una serpiente relampagueante. Este se liberó sin mucho esfuerzo, pero mientras lo hacía recibió una hidro bomba de lleno, que lo impulsó varios metros hacia el cielo. La criatura no tardó en recobrar la compostura, mientras hundía a Blastoise en la tierra con un ataque psíquico.

-¡Ahora, trueno! –ordenó Shin.

El ataque no se hizo esperar; el rayo partió el cielo en dos, y cayó justo sobre el empapado monstruo psíquico, electrocutándolo con cientos de miles de voltios. Sin darle tiempo a recuperarse, Houndoom vomitó una correntada del fuego más ardiente, mientras que Gengar y Sneasel preparaban sus bolas sombra.

Tras recibir el lanzallamas, el M11 hizo un brusco movimiento con ambas manos, haciendo que las esferas malignas rebotaran sobre una precaria defensa psíquica. Se volvió hacia el canino eléctrico y literalmente barrió con él, haciendo que impacte sobre su compañero fogoso. Encaró al Gengar para terminar con él, pero no contó con que una diminuta criatura iba a saltar desde atrás, con ganas de cortarle algo más que el brazo.

De haber sido un Pokémon normal, todos habrían presenciado un espectáculo sangriento, pero el M11 no era normal. Se volvió y cerró sus tres dedos alrededor de la garganta del Pokémon siniestro. La escena se reflejó en los ambarinos ojos de Shin.

Yami se lanzó como una bala a socorrerlo. Su oponente le disparó dos bolas de energía, que el Gengar eludió con destreza, pero la tercera le dio en el medio del cuerpo, haciéndolo caer en picado.

Todos tuvieron la horrible certeza de que le rompería el cuello a Oni, pero para su sorpresa, pareció que hubo un fugaz instante, apenas medio segundo, en que la inexpresiva mirada de M11 se conectó con los ojos violáceos del Sneasel, y tras ese momento lo arrojó violentamente al suelo, de donde el monstruo no volvió a ponerse de pie.

Los seis Pokémon de Shin habían sido derrotados. El esfuerzo parecía haber sido en vano… si bien el M11 ahora se veía jadeante y furioso, no cabía duda de que aún podía continuar. Pero ellos no.

-Has perdido, al igual que tus débiles compañeros.

Shin no emitió sonido alguno, ni siquiera atinó a intentar apartarse cuando el Pokémon psíquico extendió una mano hacia él, enviándolo con brutalidad junto a sus compañeros, quienes a duras penas lo ayudaron a ponerse de pie.   

-Resígnense, todo ha terminado.

***

El padre de Touji caminaba de un lado al otro dentro del laboratorio, como una fiera enjaulada. Varias personas lo observaban, casi con compasión.

-¡Ya no puedo soportar esto! Voy a salir –dijo con determinación, mientras dirigía su frenética caminata hacia la puerta.

Uno de los asistentes del profesor Elm y Takashi lo sujetaron de los brazos, pero aquello era como tratar de detener un tanque.

-¡¡Suéltenme!! ¡¿No entienden que el idiota de mi hijo puede estar a punto de morir?! –bramó el hombre.

-No hay nada que podamos hacer, ¡no los ayudaríamos en nada!

-¡¡No me importa!! Es mejor que quedarse esperando sin hacer nada, ¡fuera de mi camino!

-¡Solo les estorbaríamos! ¡No van a poder pelear como deben si tienen que estar protegiéndonos! ¿No lo entiende? –le gritó el amigo de su hijo.

-¡¿Protegiéndonos?! –Repitió el padre de Touji, en tono incrédulo -¡Yo soy su padre! ¡Se supone que yo tengo que protegerlo!

Dejó de forcejear, mientras caía de rodillas al suelo, en medio de casi inaudibles sollozos.

-Yo… yo soy quien tiene que protegerlo… es mi hijo…

Pronto el silenció volvió a apoderarse de la sala. Un silencio asfixiante, cargado de desesperanza. 

En un brevísimo periodo de tiempo las vidas apacibles de toda esa gente había dado un giro estremecedor. Nadie habría pensado jamás que su pequeño pueblo sería el epicentro de tan espeluznante pesadilla. Sin importar cuál fuera el desenlace, el pueblo New Bark nunca volvería a ser el mismo.

Los minutos se escurrían con pereza en el reluciente reloj de pared, nadie lo decía, pero de alguna manera, muchos sabían que con cada movimiento de esa aguja, una vida podría estar extinguiéndose como la llama de una vela al viento. No tenían idea de lo real que era esa posibilidad.

Sabrina

La gente anda diciendo...