Disclaimer lavamanos tipo Disney
Esta historia fue escrita desde el 2002 al 2004, por una piba y un pibe que, al comienzo de la historia, tenían 15 años, al igual que el protagonista.
Es probable que cada tanto encuentren chistes o comentarios homofóbicos, machistas, racistas y/o de mierda en general. Básicamente, éramos literalmente nenes y bastante boludes, como la gran mayoría de las personas lo es a esa edad. Esos comentarios NO reflejan la postura actual del staff de PA y francamente, son bastante vergonzosos. Pero decidimos dejar la historia exactamente tal cual fue escrita y no lavarnos las manos de nuestros errores.
Capítulo 44: El entrenamiento de Touji. Buscando lo que le falta.
-¿Crees que… vaya a estar bien? –dijo Touji en voz baja –digo, es un pendejo inútil, si los Rockets volvieran a atacar…
Rika esbozó una sonrisa comprensiva.
-Sabes bien que Harry se volvió un entrenador muy fuerte, no es necesario que digas esas cosas para ocultar que lo extrañas, todos vamos a extrañarlo…
-Yo no –dijo Hikari desde su Dragonair, unos cuantos metros más atrás. Reiko le dio un golpe.
Touji volvió a fijar la vista hacia el frente, preguntándose si lo volvería a ver algún día.
El viaje de regreso a Johto les pareció mucho más largo y aburrido que antes, tal vez por la falta de discusiones entre Harry y Touji, Harry y Hikari, y Shin y todos… era curioso como ese tipo de cosas se llegaban a echar de menos.
Al llegar finalmente al pueblo New Bark, Touji tragó saliva al ver que su padre y el profesor Elm los esperaban de brazos cruzados, no recibiría precisamente una tierna bienvenida.
Los entrenadores bajaron de sus Pokémon y los recogieron, Touji dio un paso hacia su padre, con la mirada baja. El hombre lo observaba con el entrecejo fruncido, igual que el profesor.
-Papá, yo….
-¡¡IDIOTA!! –gritó el padre mientras le daba un puñetazo en la cara, con tanta fuerza que el chico cayó al suelo.
Rika, Reiko y Hikari miraban asombradas.
Touji se secó el hilo de sangre que resbalaba por su barbilla, sin emitir sonido.
-¡¿Cómo se te ocurre hacer semejante locura?! Ir a Kanto a participar en una cacería de Rockets suicida, ¡¿no te das cuenta de que te podrían haber matado?! ¡Y no solo eso! ¡También pusiste en peligro a los demás!
-No es cierto –dijo Reiko dando un paso al frente –decidimos ayudar a Harry con esto por nuestra propia cuenta, Touji no tiene poder de decisión sobre nosotros.
El padre de Touji calló unos segundos, y después tendió la mano a su hijo, quien dudó por unos instantes, pero finalmente la tomó y se puso de pie.
-Sos un pendejo irresponsable, pero… lo que hiciste por ayudar a tu amigo, es simplemente admirable. Estoy orgulloso de vos, y tu madre también lo estaría.
Touji se sorprendió muchísimo, era la primera vez que oía a su padre hablar así de él.
-Date cuenta de que… sos lo único que me queda, no soportaría perderte también… -dijo el hombre tratando de ocultar su emoción.
El chico enrojeció bastante, pero trató de controlarse, sabiendo que Rika y los demás lo estaban viendo.
-Bueno, bueno, lo importante es que todos están a salvo –dijo el profesor Elm chocando las palmas una vez –veo que Harry no está con ustedes, imagino que debe haberse quedado con Bill.
-Así es –dijo Rika algo triste.
-Es comprensible… deben tener mucho que contarse.
-¿Y dónde está el ojos de gato? –preguntó el padre de Touji.
-Ah, ¿el chino? Se fue a hacer uno de sus entrenamientos antisociales, creo.
Los ojos de Elm parecieron destellar al oír eso último, Touji tragó saliva con nerviosismo, presintiendo lo que vendría continuación:
-Touji, todavía quedan veinticinco días para que el torneo empiece, o sea que tenés solo diez días para entrenar… debes estar cansado del viaje, y además es tarde, descansa hoy y mañana vení a verme al laboratorio, tengo algo especial para vos.
-¿Algo especial? –preguntó dudoso -Ok…
Al día siguiente, Touji, Rika, Reiko, y Hikari fueron al laboratorio como lo acordaron. El profesor los había estado esperando.
-Debo decir que esos días que perdiste en Cerulean no fueron un completo desperdicio para tu entrenamiento, muy por el contrario, tus Pokémon tuvieron que enfrentar muchas clases de enemigos y reaccionar a situaciones inesperadas, por lo que aprendieron una gran variedad de cosas útiles. Pero a pesar de toda la experiencia que ganaron, si querés arrasar en el torneo vas a tener que hacer un entrenamiento más… drástico –dijo el Profesor caminando de un lado al otro, con las manos detrás de la espalda. A Touji no les gustó para nada como se oyó eso.
-Touji, el entrenamiento que te voy a indicar es extremadamente peligroso, ¿estás dispuesto a hacerlo?
El entrenador comenzó a maquinar; un entrenamiento peligroso era lo último que quería, solo quería descansar tranquilamente hasta que llegara la hora de irse a ese condenado torneo, y de paso, aprovechar la ausencia de Shin para intentar acercarse a Rika… pero… si accedía a asistir a ese entrenamiento, de seguro quedaría impresionada, además, ¿qué tan peligroso podía ser?
-¡No hay problema! –dijo golpeándose el pecho –puedo manejar lo que sea, solo dígame qué tengo que hacer.
-¿Estás completamente seguro?
-Completamente.
Elm se detuvo unos segundos para evaluar a Touji con la mirada;
-¡Vaya! No me esperaba esa respuesta de tu parte, se ve que te estás tomando esto muy en serio, me alegra mucho oírlo –dijo inocentemente mientras le palmeaba la espalda. Touji se rascó la cabeza.
-¿Y qué tiene que hacer? –preguntó Hikari.
-Bueno, te explicaré. Lo que tengo pensado es que vayas a este lugar –el profesor sacó un control remoto del bolsillo de su delantal, presionó un botón y una pantalla plana de televisión bajó de un compartimiento del techo. El Profesor tecleó un par de botones y la imagen de una montaña se hizo visible. Era muy grande, en la cima se podía ver una corona de nieve, y una inmensa nube de niebla.
A Touji le tembló el pulso.
-N… no querrá decir….
-Así es, Touji, te presento al Mt. Marfil. No muchos lo conocen, dado que se encuentra en un lugar de Johto sumamente apartado, y de muy difícil acceso, pero… no se me ocurrió un mejor sitio para que entrenes.
-Oiga, espere un poco…
-El Mt. Marfil es uno de los más altos de Johto, siendo superado solo por el Mt. Silver. Es además bastante frío, pero solo encontrarás nieve conforme te vayas acercando a la cima. Debo advertirte, Touji, que de quienes han intentado escalarla, muchos han perecido, pero estoy completamente seguro de que vos tenés lo necesario para lograrlo.
-¿Pe-perecido? “Tranquilo, mostrate seguro, ¡Rika te está viendo!”
-Exacto, tu entrenamiento consistirá en… llegar a la cima del Mt. Marfil, sin otra ayuda que tus Pokémon. Tendrán que trabajar juntos para superar todos los obstáculos que se les opongan, es una prueba de supervivencia.
-Pero… ¿por qué tengo que hacer algo así? ¡Si son solo los Pokémon los que van a pelear!
-Falso –respondió el profesor –es necesario que tanto Pokémon como entrenador se fortalezcan, esta es la mejor forma en la que podés demostrarle tu valía a tus Pokémon, y que ellos te respeten como a su maestro.
-¡Mis Pokémon me respetan! Hemos llegado hasta acá trabajando juntos, si no me respetaran, ¿cómo cree que gané tantas medallas?
-No dudo que tus Pokémon te quieren mucho… bueno, algunos de ellos, pero eso no es lo mismo que el respeto. Tus Pokémon son muy especiales, y cada uno tiene un carácter muy particular. Tomemos por ejemplo a tu Grovyle, ¿crees que te respeta? Yo creo que te regaló esas victorias solo para demostrarse a sí mismo que puede lograrlo. ¿Y qué me decís de Volco? Al parecer él combate por el puro placer de hacerlo. Denkeshi es un caso muy diferente, ese Pokémon parece dispuesto a cualquier cosa con tal de agradarte, el cariño que siente hacia vos es lo que lo impulsa a pelear. Dandy al parecer solo quiere ser un digno Pokémon en el que su entrenador pueda confiar, por lo que siempre se esfuerza al máximo para no defraudarte. Moro es un Pokémon muy serio que considera que su deber es luchar y ganar, nada más, o eso pude notar, y Kosuke…
-¿Qué pasa con Kosuke?
-Kosuke es diferente, la relación entre ustedes es distinta a todas las que he visto en todos mis años de iniciar entrenadores… hay algo muy especial entre ustedes, pero no sabría definir con exactitud qué es…
Touji se quedó pensando en todo o que el profesor le había dicho…
Realmente estaba en lo cierto, sus Pokémon tenían sus propias razones para luchar, no lo hacían por respeto hacia él… y sin el factor respeto, nunca llegaría muy lejos en el torneo.
-No me malinterpretes, Touji, la obediencia ciega no es correcta. No está mal que los Pokémon luchen por sus propias causas, muy por el contrario, eso fortalece su carácter y sus habilidades, y los hace únicos. Pero debe combinarse con respeto hacia su amo, de forma que Pokémon y entrenador armonicen perfectamente a la hora de la batalla.
El chico nunca dejaba de sorprenderse por las sabias palabras de su tutor.
-Lo haré –dijo en tono decidido –si debo subir esa montaña para encontrar lo que nos falta, entonces voy a hacerlo.
-Touji… ¿estás seguro? –preguntó Reiko –acabas de regresar de algo muy peligroso, ¿y ya vas a meterte en otro problema?
-Tengo que hacerlo.
Rika asintió con la cabeza, sonriente.
-Excelente decisión, muchacho, sé que lo lograrás. Muy bien, tendrás que ir volando sobre tu Skarmory, te daré un mapa del lugar para que no te pierdas. Y por si acaso lo pensaste, no podés subir la montaña volando, los vientos son demasiado fuertes y estarías arriesgando tu vida y la de tu Pokémon, vas a tener que subir a pie.
-“Mierda” –pensó el entrenador al escuchar lo último, el profesor parecía haberle leído la mente.
-Te daré un mapa y todo el equipo necesario, saldrás hoy mismo.
Así el profesor le dio a Touji una mochila bastante más grande que la que tenía, un excelente abrigo impermeable, cuerda, y otras tantas cosas útiles.
-Oiga, ¿y la comida?
-Ese será parte del desafío, tendrás que conseguir tu propia comida en la montaña –respondió sonriente el Prof.
-¡¿Que queeeé?!
-No te quejes, tus Pokémon te van a ayudar, no vas a tener problemas.
-Mierda, me voy a morir de hambre –se lamentó.
El entrenador estaba listo para salir, su padre y Takashi fueron a despedirlo.
-Che Touji… ¿estás seguro de esto? Mira que escuché cosas muy malas de esa montaña… -dijo este último.
-No te preocupes, estaré bien.
-¡Por supuesto que vas a estar bien! ¡Porque si no llegas a estarlo te voy a ir a buscar a donde estés para patearte el culo por irresponsable! –gritó el padre de Touji.
-Profesor Elm –dijo Hikari.
-¿Decime jovencita?
-Bueno, ¿cómo va a poder estar seguro de que va a escalar la montaña realmente? Quiero decir, tranquilamente puede quedarse los diez días descansando al pie de la montaña…
Touji torció la mirada hacia ella con desagrado.
-Para tu información, mocosa, el profesor confía en mí.
-Por supuesto que pensé en esa posibilidad –dijo Elm tranquilamente.
Touji se dio de cara contra el suelo.
-Pero se me ocurrió la manera en que puede probarme que realmente fue a la cima –el profesor sacó algo de su bolsillo, estaba cubierto de un paño rojo, y al retirarlo, todos pudieron ver una piedra blanca con el brillo más hermoso imaginable.
-Esto es lo que se llama una Roca Marfil, se le dice así porque es tan blanca y resistente como el colmillo de un Donphan, y solo pueden conseguirse en un lugar en el mundo…
-Déjeme adivinar –dijo Touji, sarcástico.
-Bueno, si ya lo sabes, es hora de que te pongas en camino, y no regreses acá sin una roca como esta.
-Está bien.
-¡Más te vale que vuelvas de una pieza y a tiempo! –amenazó su padre.
-Touji, tené mucho cuidado, y confiá en tus Pokémon, ellos te ayudarán siempre –le dijo Rika sonriente –¡¡suerte!!
-¿Vas a estar bien? –le preguntó Reiko, preocupada.
-¿Tenés alguna duda? He soportado toda clase de cosas, y sigo acá, soy indestructible –respondió él burlonamente.
-Espero que así sea, cuidate, ¡y te esperamos acá!
El entrenador, ya con todo su equipo encima, liberó a Moro y montó sobre ella.
-Bueno, ya me voy, ¡estaré de regreso en menos de diez días! –el pájaro levantó vuelvo rápidamente.
-¡Cheeee! ¿Si te llegas a morir allá me puedo quedar con tu Game Boy SP? –le gritó Takashi mientras se alejaba, obteniendo como única respuesta el dedo mayor levantado de Touji.
La figura del pueblo New Bark volvía a alejarse rápidamente. Touji pensó en que últimamente su pueblo se le hacía más querido que antes, algo que nunca había pensado en los quince años que había vivido en él.
Sacó el mapa de su bolsillo. A pesar de que no entendía mucho de estas cosas, fue capaz de arreglárselas para seguir la ruta correcta, no era tan lejos como había supuesto.
Tras pasar un diminuto y rústico pueblo, recorrió unas cuantas decenas de kilómetros hasta que divisó la majestuosa figura del Mt Marfil. Era mucho más grande de lo que le había parecido en la pantalla. Un viento gélido le recorrió todo el cuerpo; incluso Moro pudo sentir como temblaba su amo.
-Mierda… estoy loco, ¿en qué carajo estaba pensando cuando acepté hacer esto? –se lamentó el entrenador mientras guiaba a su Pokémon para que descienda al pie de la montaña.
Una vez estuvo ahí, trató de evaluar que tan cierto era lo que lo había dicho el profesor Elm sobre el viento, la idea de subir volando, tomar una de esas estúpidas piedras, y regresar al pueblo lo atraía bastante. Sin embargo, además de las poderosas ráfagas que casi lo volaron, recordar que tenía una tarea que cumplir hizo que desistiese de su idea.
-Bueno, no es tan empinada –dijo tranquilamente –no sé por qué me dijo que era tan peligrosa, pero en fin, ahí voy.
Al acercarse más, Touji vio que no había un camino, por lo que tendría que subir por entre las rocas, cosa que le desagradaba bastante.
Sin más preámbulos comenzó a subir. Todavía no veía la necesidad de usar la cuerda, así que solo usó sus manos.
Las horas pasaban, la escalada era algo de lo más monótono; agarrarse de una piedra, pisar otra, agarrarse de la siguiente, y así sucesivamente…
El sol pegaba con bastante fuerza, pero el viento frío refrescaba a Touji. Al llegar a una parte mucho más llana, cubierta de hierba verde, encontró un arroyo y decidió parar a comer.
-Mierda, me estoy cagando de hambre… ¿dónde voy a encontrar algo comestible acá? –el entrenador se sentó sobre un tronco caído y apoyó la cabeza en las manos, el crujido emitido por su estómago le impedía pensar con claridad. Una idea llegó a su cabeza al oír el chapoteo del arroyo detrás de él.
-¡Claro! Debe haber peces en este arroyo, ¿cómo no se me ocurrió? Muy bien –se levantó y abrió una Pokebola.
Grovyle salió y asumió pose de combate enseguida, buscando a su oponente con la mirada.
-Hoy no vas a pelear, Geroh-Kun, andá y traeme leña.
El reptil lo miró con cara de “¿me viste cara de sirviente o qué?”
-Dale, no seas forro, necesitamos leña, si no vas a buscarla no comes.
Grovyle le dio la espalda.
-Muy bien –dijo Touji tras unos segundos, inflando una Pokebola –ya que vos no podes voy a mandar a alguien más útil –¡Moro!
-¡Gro! –dijo rápidamente el Pokémon hierba, y de un salto se adentró en la arboleda.
-Jeh, qué fácil de manipular es –dijo Touji satisfecho, cuando un pedazo de madera golpeó su cabeza.
-¡Lagartija de mierda! Bah, mejor consigo comida.
Dandy rugió al ser libre de nuevo, y fue enviado a pescar por Touji, quien después de juntar una buena cantidad de agua en su cantimplora, solo se dedicó a sentarse y observarlo.
El cocodrilo estaba en mitad del arroyo, que apenas le llegaba a cubrir parte de las piernas. Estaba completamente inmóvil, con la vista fija en las suaves ondas del agua, y los brazos ligeramente levantados, con las garras apuntando hacia abajo.
Pasaron alrededor de diez minutos. Touji bostezó.
-Dandy, estás tardando mucho, se ve que tengo que enseñarte como se hace –el chico se descalzó y se enrolló los pantalones hasta pasar las rodillas, para que no se le mojen, saltó de la roca donde estaba sentado y aterrizó en el agua, salpicando bastante.
Dandy se agarró la cara al ver que el pez que estaba vigilando huyó despavorido, escurriéndose entre las algas.
-¡Mierda! ¡Está fría! Mira, te voy a enseñar como es esto, los humanos somos expertos en estas cosas. Solamente te tenés que parar así y… -Touji vio pasar rápidamente un pez y metió el brazo en el agua, se tropezó con una piedra y cayó de bruces. Feraligatr lo levantó sin esfuerzo y lo puso de pie.
-Solo estaba desconcentrado –se excusó Touji, mientras se escurría el agua de la remera.
-Fera…
-Ahora sí va en serio –dijo Touji mientras volvía a la misma postura de antes. Lo intentó de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, siempre con los mismos resultados, aunque en el intento número diecinueve logró atrapar una planta acuática que se le enredó en las manos.
-¡Me cago en los putos pescados! –soltó Touji irritado, mientras salía del agua y pateaba un madero húmedo –ok Dandy, supongo que vas a poder arreglártelas sin mí, solo hacelo como te lo enseñé, ¿ok?
Una gruesa gota de sudor recorrió la cabeza del lagarto, mientras asentía con la cabeza y volvía a la pesca.
No pasaron veinte minutos cuando al borde del arroyo ya había un buen montículo de peces, que el cocodrilo había sacado con rápidos zarpazos. Geroh-Kun también regresó trayendo con él bastante madera, arrojó de mala manera los troncos a los pies de Touji, y se fue a sentarse sobre un árbol.
-Bien Volco, ¡encendelos con tu lanzallamas!
-¡Maag!
El monstruo escupió flamas con tanta intensidad que la madera se desintegró completamente.
-Mierda… Geroh, vas a tener que ir a buscar más leñ… ¡ouch! Ok, ok, voy yo –dijo el entrenador mientras se frotaba la parte de la cabeza en donde había recibido el golpe.
-Se supone que soy su amo, ¿y yo tengo que hacer el trabajo? ¿Para qué sirven estas cosas si a fin de cuentas yo tengo que hacer todo? –refunfuñaba Touji mientras recogía troncos pequeños del suelo. Se había alejado bastante del “campamento” donde había dejado a sus Pokémon vigilando. Un madero se le cayó y se agachó para levantarlo, pero en ese instante se quedó inmóvil, había escuchado un sonido extraño. Se volvió rápidamente, pero no vio más que unos arbustos moverse.
-Mierda… siento algo raro… bah, debe haber sido idea mía.
Tras un corto rato más de recolección de leña, Touji regresó con los demás.
Por fin pudieron comer los benditos pescados. Afortunadamente había suficientes para todos y nadie se quedó con hambre, pero a Touji no terminaban de convencerlo esas cosas sin mayonesa.
La escalada continuó su curso con bastante normalidad. La montaña aún no parecía ni muy empinada ni muy peligrosa, por lo que la confianza de Touji se había establecido, y estaba prácticamente convencido de que lo que le había dicho el profesor solo era para asustarlo. Al anochecer decidió dormir sobre un árbol, por temor a que algún Pokémon salvaje lo atacase durante la noche. Las estrellas brillaban con intensidad, y el sonido de las ramas mecidas por el viento era relajante.
-¿Qué estará haciendo Rika…? –se preguntó Touji mirando hacia la luna. Se le hacía raro tener que viajar sin compañía, y también se le hacía raro que no había visto ni un solo Pokémon desde que llegó a la montaña. Estaba tan agotado que se durmió sin tener tiempo de pensar en nada más.
Los días siguientes transcurrieron sin sobresaltos. Touji comenzaba a acostumbrarse a tener que escalar, pero se fue dando cuenta de que la montaña se iba haciendo más y más empinada conforme iba avanzando, a tal punto que ya en el séptimo día de su trayecto comenzaba a hacer mucho frío. El ascenso era extremadamente complicado además de peligroso; muchas de las rocas estaban sueltas o humedecidas por tímidos rastros de nieve derretida, y el entrenador resbaló en varias ocasiones.
-¡Al carajo con esto! –exclamó exhausto mientras se dejaba caer sentado al suelo, después de mucho tiempo, había llegado a un sitio bastante decente para descansar, al cubierto de un pequeño desfiladero. Se quitó la mochila y la arrojó con furia al suelo, se miró las manos, llenas de ampollas y heridas.
-¡Esto es una reverenda bosta! –al mirar hacia arriba y ver el largísimo trecho que aún tenía que recorrer para llegar a la nevada cima, sintió que el mundo caía sobre él.
Las manos le dolían mucho, y no se le ocurrió ninguna manera de aliviarlas, además de que el frío comenzaba a tornarse insoportable. Sacó un pescado congelado de su mochila; afortunadamente se le había ocurrido la idea de que Dandy congelara varios con su rayo de hielo, y así ya no tendría que preocuparse por la comida por un buen tiempo. Ahora se alegraba más que nunca por tener ese pez en sus manos, ya que no había vuelto a ver un arroyo como el de antes. Volco fue liberado para descongelar el pez y encender un fuego. Fue difícil ya que el viento azotaba con fuerza, pero finalmente lo logró. Solo quedaban dos peces, y los Pokémon no necesitaban comer mientras no gastaban energía dentro de sus Pokebolas, por lo que decidió darle el segundo a su Magmar.
Después de comer, Touji se quitó los guantes, con un gesto de dolor, estaban destrozados, y sus dedos entumecidos por el intenso frío. Volco, que había estado observando de reojo, se acercó, tomó las manos de su amo con las suyas, y cerró los ojos. Touji pudo ver como una pequeña aura roja se formaba alrededor de sus manos, y sintió una calidez muy agradable.
Al ver con asombro lo que estaba haciendo su Pokémon por él, el concepto que tenía sobre estas criaturas cambió un poco más; día a día los hechos lo convencían de lo humanos que eran estos seres, pero mientras que iba descubriendo esto, también se confundía. Simplemente el lado más racionalista de su cabeza le decía que esos monstruos para batallar no podían tener esa clase de comportamiento. Pero no podía negar lo que veía frente a sus ojos; un Pokémon que demuestra una ferocidad tremenda, incluso despiadada, a la hora de la batalla, ahora parecía completamente diferente.
Antes de que cualquier palabra o gesto de gratitud saliera de Touji, una sacudida terrible hizo vibrar todo el lugar.
-¡¿Qué mierda fue eso?! –gritó el muchacho mientras se ponía de pie de un salto y su Magmar asumía posición de combate.
Enseguida le llegó la respuesta: una roca enorme cayó desde la parte superior del barranco hacia ellos. Touji no logró reaccionar a tiempo, por lo que Volco se interpuso y desvió la piedra de un ardiente puñetazo. Para sorpresa de ambos, la roca impulsada por el golpe se detuvo en seco, y volvió a la carga girando hacia Touji, como si tuviera vida propia.
-¡¿Qué?! –gritó mientras se apartaba con dificultad de su camino. La roca siguió de largo, dio media vuelta y reiteró la acometida, rodando a toda velocidad. Había algo muy extraño en ella. Pronto comenzaron a llegar más rocas como esa, girando colina abajo, eran más de veinte, de diferentes tamaños, y todas iban a atacar a Touji.
El entrenador, acostumbrado a ser atacado, arrojó las cinco Pokebolas restantes con gran destreza. Dandy agarró con sus fuertes brazos una de las piedras que iban hacia su amo, la arrojó al aire y le sacudió una tremenda Hidro bomba. La roca cayó, pero ya no era una roca; había cambiado de forma, Touji pudo distinguir la figura de una especie de elefante debilitado en el suelo.
-¡Son Donphan!
Al ser Pokémon de tierra, Touji sabía que Denkeshi no podría hacer nada contra ellos, y tanto Kosuke como Volco tendrían serios problemas.
Los Donphan recuperaron su postura normal, y bramaron con furia.
-¡Dandy, Geroh-Kun, ustedes dos lleven la ofensiva! Moro, vos actuá de escudo para Volco y Kosuke mientras ellos atacan desde lejos, y Denkeshi… regresá –su dueño lo guardó con resignación –¡bien, ahora vayan!
Los monstruos asintieron y ejecutaron a la perfección las órdenes de su amo. La estrategia parecía dar muy buenos resultados, los Donphan se enrollaron y volvieron a la carga, Feraligatr y Grovyle eran la barrera principal que protegía a los demás, y sus Hidro bombas, chorros de agua, hojas sable y absorciones eliminaban en tiempo record las amenazas giratorias.
Los que lograban pasar eran detenidos por Moro, que era casi invulnerable a sus ataques, y los lanzallamas de Volco les provocaban serio daño, mientras que Kosuke los debilitaba con chillidos para después rematarlos a puros golpes.
-“Al parecer no saben terremoto” –pensó Touji con cierto alivio, ya que así el peligro era mucho menor. Al ver esto se atrevió a enviar a Denkeshi, quien no hacía mucho daño pero cumplía su cometido de molestar y confundir a los enemigos con sus doble equipos y ataques rápidos.
Los elefantes ahora ni siquiera intentaban luchar contra Dandy y Geroh-Kun, simplemente los evadían y seguían adelante. Su blanco claramente era Touji, pero los monstruos no permitían a ninguno llegar a él.
Moro tenía dificultades, los Donphan se las habían arreglado para apartarla de los demás y la bloqueaban, impidiendo que fuera a ayudar al resto, además de que habían conseguido herirle un ala con sus insistentes ataques.
Ahora Pupitar y Magmar estaban en una situación similar, pero peor, ya que ellos si recibían daño considerable. Completamente rodeados de enemigos, se defendían como podían.
Ahora los elefantes restantes parecieron obviar a Touji y fueron todos juntos a atacar a Grovyle y Feraligatr, tomándolos por sorpresa.
-Acá hay algo raro, los Pokémon salvajes no actúan así, alguien debe estar ordenándoles… -Touji no pudo decir más: nadie había reparado en un Donphan que logró infiltrar la defensa y hecho una bola, embistió con fuerza al entrenador. El golpe lo arrojó hacia atrás, donde solo lo esperaba una enorme caída. Se sujetó de una roca, pero esta se desprendió. Estaba cayendo, un sentimiento de terror se apoderó de su corazón.
-¡¡Kosukeeeeeeeeee!! –gritó mientras caía.
Dejó de caer al tiempo que sentía que algo le aferraba el brazo, y vio los ojos de reptil de Geroh-Kun. El Grovyle había saltado al vacío, y mientras sujetaba a su amo con una mano, con la otra se ceñía a una raíz que sobresalía de entre las rocas. Estaban bastantes metros por debajo del lugar donde se desarrollaba la batalla, y aún se podían escuchar sonidos de ataques y golpes. El Pokémon estaba sudando horrores para conseguir sostenerse, sus garras estaban clavadas en la madera, pero después de todo era un Pokémon muy ligero y su fuerza física no era su fuerte, no soportaría mucho tiempo más.
Ambos vieron con pánico como la raíz comenzaba a ceder. Grovyle estaba haciendo un esfuerzo extraordinario, pero esto estaba fuera de su alcance. La raíz se desprendió por completo, y entrenador y monstruo se precipitaron al vacío. Lo último que Touji escuchó fueron los gritos desesperados de sus Pokémon desde arriba, luego un golpe, y silencio.
***
Llovía con fuerza. Las gotas golpeaban una especie de refugio de hojas improvisado. El primer pensamiento que cruzó su cabeza fue: “Estoy vivo”. Pero en seguida le llegó otro: “¿Qué es ese olor asqueroso?”
La lluvia arreció, Touji abrió los ojos y llevó una mano a su cabeza, donde encontró una extraña hoja mojada, sobre su frente. La agarró y se sentó con algo de esfuerzo.
-¡Apesta! –soltó al oler la hoja, qué carajo es… ¡¡UAHHHH!! –Touji se interrumpió, agarrándose el brazo derecho. Un dolor increíblemente agudo posterior a un crujido nació de su brazo.
-Mierda… mi brazo… me lo rompí… -dijo tratando de contener lágrimas de dolor. El dolor era tan insoportable que hacía que se marease.
Cuando se sintió un poco mejor miró a su alrededor, una figura estaba sentada en el suelo, parecía dormir.
Touji entonces recordó que no había caído solo:
-¡Geroh-Kun! –exclamó mientras intentaba levantarse. Lo logró, pero sus piernas aún estaban débiles y flaquearon.
-Ca-carajo… -el muchacho recuperó el equilibrio y se acercó a su Pokémon, que despertó sobresaltado.
-Geroh, ¿estás bien? ¿Qué pasó? ¿Dónde estamos? ¿Dónde están los demás?
-Gro, Grovyle –respondió el monstruo, intentando hacer que su amo que se tranquilice.
-¿Cómo logramos salvarnos? Caímos desde mucha altura… vos… ¿estuviste cuidando de mí… todo el tiempo?
Grovyle desvió la mirada con nerviosismo.
Touji lo miraba incrédulo.
-Vení, vamos, tenemos que encontrar a los demás –el entrenador salió del techo de hojas, que sin duda había sido construido por su Pokémon, pero vio que este no lo seguía.
-¿Qué pasa? –Touji abrió los ojos de par en par al ver un charco de sangre a los pies del reptil. Se acercó lentamente y se agachó junto a su Pokémon.
-Tranquilo… dejame ver… -dijo mientras extendía una mano hacia él, pero el orgulloso monstruo se la apartó de un golpe.
-¡No seas idiota! ¿No te das cuenta de que me preocupo por vos? Solo… quiero ayudarte, no te haré daño. Grovyle no se movió, al parecer no muy convencido, pero aceptando la ayuda de su dueño.
Touji entonces vio una larga herida en forma de medialuna que recorría la espalda de su Pokémon. Ya no sangraba, pero era profunda y su color indicaba un posible inicio de infección.
El entrenador tragó saliva.
-Esto… te hiciste esto para protegerme de la caída… –enseguida buscó su mochila para poder darle una Hiper poción, pero entonces se maldijo al recordar que la había dejado en donde los atacaron los Donphan.
Aún hacía mucho frío, por lo que Touji supuso que no habían caído tanto.
-Quedate quieto –dijo mientras se quitaba el abrigo y envolvía con él al monstruo, quien se mostraba bastante disconforme con la idea –necesito que me ayudes a encontrar a los demás. Yo solo no voy a poder, los sentidos de los Pokémon son más agudos que los de los humanos, ¿podrás?
Un asentimiento de cabeza fue suficiente respuesta para él.
-Bien, vamos.
Llevando trabajosamente en su espalda a la lagartija, Touji miró hacia arriba, tratando de distinguir que tan lejos habían caído, o encontrar algún camino decente para subir. Después de caminar un rato por los alrededores, se sentó sobre una roca, sintiendo un vacío de dolor y desesperación en su pecho.
-“Se acabó. Tengo un brazo roto, Geroh-Kun está herido, no tengo ni la menor idea de dónde estoy o dónde están mis demás Pokémon. Si no muero de hambre de seguro algún Pokémon salvaje me atacará… soy un idiota, ¿cómo pude aceptar hacer algo como esto? Kosuke y los demás… se quedarán solos…”
Mientras pensaba todo esto, no notó que algo se acercaba a él desde el aire a toda velocidad. Cuando Grovyle le advirtió del peligro, Touji solo tuvo tiempo de apartarse arrojándose al suelo. Un Fearow de desagradable apariencia volvió a tomar altura, y se lanzó en picada contra el entrenador y su Pokémon.
Las nubes rugieron en ese instante, y un imponente trueno partió el cielo en dos, cayendo precisamente sobre el desdichado Fearow, quien se precipitó sobre unas rocas, carbonizado.
-Pero qué… -Touji miró hacia atrás –¡¡Denkeshi!!
-¡Laii! –gritó el Pokémon alegremente, mientras saltaba sobre su amo,
-¡Auch! ¡Despacio, despacio!
El Raichu no se despegaba de su dueño, cuyos ánimos subieron bastante al reencontrarse con su mascota.
-Ey, ¿a dónde vas? –el Pokémon corrió tras unas rocas, para regresar tras unos segundos, trayendo una ramita con varias pequeñas frutas rojas en sus extremos.
-¿Qué es eso? ¿Se puede comer? ¿Y ahora a dónde vas?
Denkeshi volvió, ahora a paso algo más lento, ya que arrastraba algo aparentemente muy pesado.
-¡Es mi mochila!
Lo primero que Touji hizo fue sacar una Hiper poción y aplicarla en la herida de Geroh-Kun, quien pareció sentirse mucho mejor, “Ojalá hubiera algo así para los humanos…” Después decidió probar una de esas frutas, algo desconfiado, pero resultaron ser deliciosas.
-Denkeshi, ¿podés conseguir más de estas?
-¡Lai lai!
El roedor eléctrico indicó a su amo que lo siguiera, y lo condujo a un arbusto repleto de estas extrañas bayas.
Después de juntar todas las que pudo meter en su mochila, y de que él y sus Pokémon comieran hasta hartarse, decidieron comenzar a escalar, ya que lo más probable era que sus demás Pokémon estuvieran más arriba. Al tener solo un brazo disponible, Touji vio la cuerda como algo indispensable.
-¡Muy bien, adelante! –dijo mientras Raichu comenzaba a saltar ágilmente de roca en roca, llevando un extremo de la cuerda entre sus dientes.
-¿Ya la ataste bien? –preguntó el entrenador gritando hacia arriba, y al ver a Raichu asomarse comenzó a subir. Era muy difícil hacerlo con un solo brazo, pero a pesar de eso estaba avanzando.
***
-¡Ya han pasado casi dos semanas! –gritó Reiko golpeando una mesa con el puño cerrado. Del otro lado de esta se encontraba el profesor Elm, quien bebía té con semblante impasible.
-¡Dijo que regresaría en diez días! ¿Qué tal si le ocurrió algo en esa condenada montaña? ¡¿Qué le va a decir a su padre?!
-Tranquila Reiko… -comenzó a decir Rika, sabiendo que no conseguiría nada con sus palabras.
-Entiendo tu preocupación, Reiko, pero entendé que esto es muy importante para…
-¡Una estúpida competencia no es tan importante como para arriesgar la vida! –gritó colérica.
-Reiko, ¿confías en Touji? –preguntó Rika, mirándola con seriedad.
-¡Por supuesto! Pero…
-Entonces no hay nada más que decir –la chica le dedicó una sonrisa tranquilizadora –Yo confío en Touji, y sé que él estará acá pase lo que pase, no me cabe la menor duda de eso.
***
-¡Mierdaaa! –gritó el muchacho cuando sintió la cuerda romperse. Por segunda vez, estaba cayendo, pero la caída fue más corta y menos dolorosa de lo que esperaba; aterrizó sobre algo duro y frío.
-¡Moro!
La Skarmory aleteó un par de veces, y con eso bastó para llevar a su maestro donde Denkeshi, quien se encontraba muchos metros más arriba. Touji bajó del pájaro, quien agachó la cabeza, con expresión de dolor.
-Mierda, te lastimaste el ala peleando con esos Donphan… así no vas a poder volar, pero aún en esas condiciones me salvaste, gracias –dijo mientras le daba unas palmaditas en el pico –será mejor que regreses a tu Pokebola, vos también Geroh-Kun, tienen que descansar.
Para su sorpresa, ambos Pokémon se negaron.
-Quieren… ¿acompañarme? Pero todavía falta mucho para llegar a la cima… -la expresión decidida de sus Pokémon terminó por convencerlo, además de que la idea de estar acompañado no le desagradaba.
Por fortuna el profesor le había equipado la mochila con una cuerda extra. Touji esperaba que esta fuera más resistente que la primera.
La escalada continuó. Pese al brazo roto y demás dificultades, con la ayuda de sus Pokémon había subido bastante. Se detenía en algún lugar medianamente seguro por las noches, y para evitar más sorpresas desagradables, dejaba a sus Pokémon afuera para vigilar.
Día a día, mientras ascendía, se daba cuenta de que la temperatura disminuía radicalmente.
Su mano aferró una roca, pero en lugar de sentir la dura superficie de esta, sintió algo frío y húmedo.
-Es nieve… -dijo cuando estuvo arriba –eso significa… -al mirar sobre su cabeza, la majestuosa visión de la cima del Mt. Marfil se le hizo algo casi celestial. Ya casi estaba ahí. Después de todo, iba a lograrlo.
La noche cayó, y la idea de dormir al descubierto ya no era factible sin la posibilidad de morir congelado, por lo que no tuvo más remedio que buscar una cueva.
-¡Mierda! En las películas y en los anime cuando pasan estas cosas, ¡siempre aparece una puta cueva! –Se quejó mientras pateaba un montículo de nieve –a este paso nos vamos a cagar de frío…
El dolor en el brazo empeoraba mucho con las bajas temperaturas y la humedad, Touji se encontraba bastante mal.
-Mejor regresen a sus Pokebolas, o se van a congelar –antes de que el entrenador pudiese retirarlos, dos sombras cruzaron delante de ellos rápidamente.
-¡¿Otra vez esos cojidos elefantes?!
Touji ya se temía otro enfrentamiento, del que no esperaba salir victorioso, cuando las dos figuras se acercaron más.
-¡Dandy! ¡Volco!
El Magmar se veía sumamente desmejorado; sin duda el estar tanto tiempo en el intenso frío había hecho mella en su salud. Caminaba lentamente hacia los demás, ayudado por Feraligatr, quien parecía tener mejor estado.
-¡No podemos quedarnos acá, si no hay una cueva, entonces la haremos nosotros mismos! –dijo el chico en tono decidido.
El semblante de los cinco monstruos se iluminó al oír esas palabras. Pronto empezaron a trabajar en la roca sólida, previamente ablandada por el chorro de agua de Dandy. El pico taladro de Moro estaba haciendo maravillas, igual que las hojas sable de Grovyle y las garras del lagarto.
A pesar de su débil estado, Volco generaba calor para mantener a los demás en movimiento. Después de casi dos horas de arduo trabajo, la cueva estaba lista, y hasta Touji se sorprendió de lo bien que les había quedado. Sacó algunos pedazos de madera de su mochila, y un viejo cuaderno, Magmar de por medio, y enseguida tuvieron un pequeño fuego que con suerte duraría toda la noche.
Los Pokémon ya estaban dormidos, pero Touji no.
-Kosuke… -murmuró con las crepitantes llamas reflejándose en sus ojos. Miró hacia fuera, una ráfaga de viento congelado pasó silbando velozmente.
-Kosuke se debilita con el frío… no puedo dejarlo… iré por él –al ponerse de pie, vio a Denkeshi mirándolo con ojos cristalinos. Touji se inclinó junto a él.
-No te preocupes, regresaré pronto. No despiertes a los demás, están muy cansados por todo lo que pasó, estaré bien, y traeré a Kosuke, esperame acá, ¿ok?
Así el Raichu vio a su amo perderse entre el viento y la nieve, sabiendo que tal vez no volvería a verlo.
-Mierda, no veo un carajo, podría estar en cualquier lado… -dijo Touji mientras trataba dificultosamente de avanzar con el viento en contra.
Mientras se abría paso entre la nieve, el entrenador no hacia más que pensar en Kosuke; ¿qué tal si se había congelado? No, imposible, eso no podía pasar, no lo permitiría, tenía que encontrarlo. Apenas podía caminar, y el frío y el dolor en su brazo eran insoportables, pero no le importaba, Kosuke era su compañero, su primer Pokémon, “No es solo un Pokémon” –pensó repentinamente –“¡Es mi amigo!”
Las fuerzas lo comenzaban a abandonar. Había estado más de dos horas caminando bajo condiciones inhumanas, estaba extenuado, y no tenía la menor idea de en qué dirección estaba la cueva. De cualquier manera, dudaba que le quedara energía suficiente para regresar. Y no quería hacerlo, quería encontrar a Kosuke, de ninguna manera regresaría sin él.
Pero al parecer no tenía opción, siguió caminando unos veinte minutos más, sin saber a dónde, solo buscando, esperando que alguna señal sea puesta en su camino. Sintió la gélida nieve en su cara; había tropezado con una gran roca. El muchacho se agarró de esta en un vano intento de ponerse de pie, pero esta roca era diferente; esta roca tenía ojos.
-Kosuke… -Touji soltó una risa irónica, para perder el conocimiento inmediatamente después.
***
-¡Ya basta! –gritó mientras se sentaba, con la cara empapada. Dandy proyectaba su imponente sombra sobre él. Touji miró a su alrededor: indudablemente estaba en el mismo lugar de antes, pero al mirar hacia el cielo, fue cegado por la brillante luz del sol. Todos sus Pokémon estaban con él. Desconocía el método que habían usado para encontrarlos, pero estaba inmensamente agradecido por ello.
-Ey Dandy… la próxima despertame con algo más de sutileza, no soy un Pokémon, eh.
-Ligatr…
Touji se incorporó. Estaba débil, pero estaba vivo, y sentía una extraña calidez, vio a Volco, quien terminaba de volver a la normalidad la temperatura de Kosuke, probablemente había hecho lo mismo con él.
-Kosuke, pedazo de imbécil, ¡en vez de bajar subiste! ¡Estamos casi en la cima! –exclamó con alegría en lugar de enojo –al final el que seas tan idiota me sirvió de algo… ¡No! ¡Espera, espera, no hagas esooooo!
Una vez que pudo sacarse de encima a su rocoso Pokémon, se incorporó. Nunca se había sentido tan débil en su vida, pero ya había llegado hasta ahí, no regresaría al pueblo sin una de esas malditas rocas.
Comenzó a subir. Solo eran unos pocos cientos de metros, pero sus piernas flaqueaban. Cuando cayó hacia atrás, sus Pokémon lo sujetaron, subirían todos juntos. Cada paso representaba un esfuerzo extraordinario, pero Touji ya no se sentía solo; sus compañeros estaban con él. Siguieron ascendiendo, sentían la nieve ablandada por el sol hundirse bajo sus pies.
Habían llegado.
-Lo logramos…
Frente al entrenador y sus monstruos se encontraba un espectáculo increíble… las rocas brillaban tanto… y eran más blancas que la misma nieve. No sin esfuerzo Touji desprendió una del tamaño de la palma de su mano, “Hmm… podría llevarme una buena cantidad de estas cosas… después las vendería y…”
-Nah –dijo en voz alta –lo único que quiero ahora es regresar, estamos muy alto… y Moro no puede volar… ¡¿Qué carajo voy a hacer?!
-¡Skaaar!
-¿Eh? Pe-pero…. ¿Estás segura?
***
El viento era tan fuerte que de no estar fuertemente agarrado (con su brazo sano) al cuello de su Skarmory habría sufrido una caída espectacular.
-¡¡Iuuuuujuuuuuuuuuuu!! –gritó Touji, sintiéndose como en una montaña rusa. El Pokémon volador descendía a una velocidad verdaderamente diabólica, y no tenía necesidad de volar, ya que las corrientes de aire eran perfectas, y solo tenía que extender sus alas y planear. Era una sensación incomparable. El entrenador miró hacia atrás, donde el impresionante Mt. Marfil se despedía definitivamente de él, con sus picos rodeados de bruma, sus fríos arroyos, y sus incontables peligros.
-¡¡Chau montaña de mierdaaaaaaa!! ¡¡Cuando vuelva voy a traer dinamita!!
-Solo faltan nueve días para que empiece la competencia… Touji no ha regresado, y aún si lo hiciera ahora mismo, dudo que llegue a tiempo –dijo Hikari sin demostrar ninguna clase de preocupación.
-¡Pendeja idiota! ¡El torneo es lo que menos me importa ahora! No te das cuenta de que Touji…
-Ahí está –dijo radiante Rika, sin poder ocultar la felicidad que sentía.
-¿Qué?
Rika, Reiko, Hikari, el profesor Elm, y el padre de Touji alzaron la vista al cielo, la figura de Touji sobre Moro era inconfundible.
El ave de acero descendió abruptamente: había tenido que hacer un esfuerzo muy grande para poder llevar a su amo hasta allí. Touji se bajó de ella.
-¡Touji! Pero qué…
-Estoy bien, estoy bien, solo tuve algunos pequeños inconvenientes –dijo mientras se rascaba la cabeza.
-Pendejo boludo, ¡mirate! ¡Tenés que ir a un hospital ya mismo! –le gritó su padre en voz imperativa.
Rika corrió hacia él y lo abrazó, cosa que por supuesto hizo que el chico enrojeciera completamente.
Reiko, aunque feliz, sonrió tristemente. La realidad era ineludible.
Después de ese maravilloso instante para el entrenador, sacó con su mano blanca de frío y llena de heridas la Roca Marfil de su bolsillo.
El profesor Elm asintió con la cabeza.
-Y bien, Touji, ¿has encontrado lo que te faltaba?
-Sí –respondió con los ojos brillantes de determinación.
La gente anda diciendo...